El presidente supedita el diálogo a la liberación de todos los secuestrados. El Gobierno asegura que los atentados de la guerrilla causaron 100 muertos en 17 meses
Liberación de tres militares secuestrados por el ELN en Arauca, el pasado miércoles. AFP
Fuente: https://elpais.com
El diálogo con el Ejército de Liberación Nacional (ELN) está a punto de entrar en un callejón sin salida. El enfoque del nuevo Gobierno colombiano ha dado un giro sustancial con respecto al Ejecutivo de Juan Manuel Santos, que en febrero de 2017 inauguró las conversaciones en Quito, capital de Ecuador, aceptando negociar «en medio del conflicto». Los contactos apenas registraron avances, con la excepción de un cese al fuego bilateral de 101 días declarado hace un año en vísperas de la visita del Papa. El presidente Iván Duque dejó en suspenso este fin de semana el diálogo hasta que la guerrilla, el grupo armado más grande activo en el país andino después de la desmovilización de las FARC, libere todos los secuestrados en su poder y deje de cometer atentados.
«Si esa premisa se cumple, se dan por terminadas esas actividades criminales estamos listos a empezar una exploración [del diálogo], pero esa exploración debe tener una agenda clara y unos tiempos definidos por el bien de la sociedad colombiana. Es por eso que, hasta que no se cumpla esa premisa, nosotros no vamos a designar a nadie para que se siente en esa mesa a tener ningún tipo de aproximación», afirmó el mandatario. Hace un mes, al asumir el cargo, Duque pidió al alto comisionado para la paz, Miguel Ceballos, un informe sobre la mesa de negociación, que en mayo se trasladó a La Habana (Cuba). «Durante esos 17 meses de conversaciones que tuvo el Gobierno anterior con el ELN se adelantaron por parte de ese grupo armado organizado 462 actividades criminales, que cobraron cerca de 100 víctimas fatales, se adelantaron 148 atentados contra la infraestructura petrolera, que ha generado realmente un ecocidio, y se han presentado cerca de 16 secuestros», señaló el presidente durante un acto. «Es importante que la ciudadanía entienda que no se puede hablar de paz mientras se está apelando a la violencia como mecanismo de presión al Estado y a la sociedad colombiana».
El ELN liberó la semana pasada a tres soldados secuestrados en agosto en el departamento de Arauca, en la frontera con Venezuela, y uno de sus portavoces, conocido como comandante Uriel, aseguró a través de Twitter que habrá nuevas liberaciones «a pesar de las declaraciones de Iván Duque». No obstante, el sucesor de Santos no se limita, como ya prometió en campaña electoral, a exigir la suspensión de esas actividades -un chantaje recurrente que la guerrilla trata de utilizar como moneda de cambio para negociar- sino que insta a abandonar todas las acciones criminales. «Yo celebro en los últimos días que varias personas han regresado a sus hogares. Celebro que en las próximas horas lo hagan más personas, pero aquí se necesita un gesto contundente hacia todos los colombianos […]. Yo le quiero decir a ese grupo armado organizado que acá tiene toda la voluntad, pero la voluntad más importante en ese momento parte de los que quieren por la violencia seguir ganando espacios con el Estado. Si suspenden esas actividades criminales y están dispuestos a fijar esa agenda, acá tendrán un Gobierno dispuesto a empezar esas exploraciones», aseguró.
Uno de los obstáculos al que se ha enfrentado el proceso de diálogo, encabezado por el negociador Pablo Beltrán, es la desconexión entre la cúpula de la organización y sus bases, a menudo descontroladas y sujetas a una disciplina más laxa que la de las FARC. El ELN nació en 1964 casi a la par que la antigua guerrilla con una ideología que mezclaba marxismo y cristianismo. Los analistas coinciden en que el último grupo insurgente activo en Colombia tiene una estructura más federal de la que tenían las FARC, y eso pone en entredicho su unidad de mando.
Actualmente cuenta con alrededor de 1.500 combatientes que siguen secuestrando. Esa cuestión ha sido la más espinosa a lo largo de los dilatados acercamientos con el Gobierno. La negociación que ha sufrido constantes retrasos e interrupciones desde que se inició. Con todo, hace un año, en vísperas de la visita del papa Francisco a Colombia, las partes anunciaron el primer alto al fuego bilateral en más de medio siglo de conflicto armado. En plena tregua, el exvicepresidente Gustavo Bell relevó a Juan Camilo Restrepo como jefe negociador, pero el diálogo no consiguió retomar el impulso. El logro más tangible de los diálogos tuvo una vigencia de poco más de cien días, y expiró a comienzos de año. Aunque la guerrilla anunció un cese unilateral para los comicios del primer semestre, las negociaciones languidecieron en medio del calendario electoral. Desde los noventa, el ELN ha tenido acercamientos con todos los presidentes de Colombia. Ha sostenido diálogos preliminares de paz con los gobiernos de César Gaviria (1990-94), Ernesto Samper (1994-98), Andrés Pastrana (1998-2002), y Álvaro Uribe (2002-2010), pero solo con el de Santos llegó a instalar una mesa formal.
Su Gobierno, sin embargo, no logró concretar una nueva tregua antes del final de su mandato, el pasado 7 de agosto, y dejó en manos de Duque decidir si continuaba con las conversaciones, que enfrentaron el obstáculo adicional de trasladarse a La Habana desde su sede original en Quito. El pasado abril, el presidente ecuatoriano Lenín Moreno se retiró como garante de la negociación en medio de un clima de tensión por las actividades criminales de disidencias de las FARC, bandas de narcotraficantes y el propio ELN en la frontera entre los dos países. Al tema de los secuestros el Ejecutivo colombiano ha añadido el de la presencia del ELN en Venezuela. El jueves, Miguel Ceballos le pidió a la guerrilla aclarar si sus tropas se refugian del otro lado de la frontera. “Es imposible llegar a siquiera considerar un cese al fuego cuando parte (…) de la tropa o de los miembros de la contraparte están en un país ajeno», dijo en declaraciones a periodistas.