«No somos el enemigo del pueblo, nunca lo hemos sido y nunca lo seremos», defienden El llamado partió del Boston Globe para que cada uno lo expresara con sus propias palabras
La prensa, «el enemigo del pueblo» según Donald Trump, se levantó ayer cansada de aguantar los ataques del presidente y contraatacó al unísono con su mejor arma, los editoriales. Cerca de 350 periódicos defendieron la libertad de expresión y le reclamaron al mandatario sus continuos insultos, a los que él respondió redoblando los ataques con su propia arma de destrucción masiva, Twitter.
«No somos los enemigos del pueblo», insistían los periódicos desde Alaska hasta Florida. «Nunca lo hemos sido, nunca los seremos», decían en Boyse, Idaho. «Acaba tu guerra contra la prensa libre», demandaba el Miami Herald. «Una prensa libre es crítica para la democracia», recordaba en Iowa el Des Moines Register.
Faltaban las voces del Wall Street Journal, The Washington Post y Politico, entre otros gigantes que prefirieron no sumarse porque «resultará contraproducente», explicó en este último Jack Shafer. «Le dará material para atacar a la prensa durante un mes».
Y así fue. A primera hora Trump redirigió la artillería matutina que la víspera apuntaba hacia «la perra» de Omarosa Manigault, su ex directora de Comunicación para la Oficina de Public Liaison, y reiteró que «las noticias falsas de los medios son el partido de la oposición», como acuñó su ex asesor Steve Bannon. «Es muy mala para nuestro gran país PERO ESTAMOS GANANDO», insistió.
La respuesta articulada de los diferentes periódicos era la respuesta a un llamado del Boston Globe a usar su fuerza colectiva, cada uno con sus propias palabras. La respuesta llega tarde. Desde la campaña electoral Trump ha hecho las delicias de sus bases atacando a los medios tradicionales. Al acabar la campaña una periodista le preguntó si dejaría ya de hacerlo, conseguido el propósito de ganar las elecciones, a lo que el presidente electo respondió que «de ninguna manera», ahora necesitaba desacreditarlos más que nunca para neutralizar las críticas que le hicieran. La estrategia funciona, fue usada con éxito por los nazis y Stalin. El 65% de los votantes estadounidenses cree que la prensa tradicional publica «fake news», según una encuesta de Harvard-Harris para The Hill, y el 84% no sabe qué creer de lo que lee on-line.
Despojada de su credibilidad, la prensa pierde fuerza en sus críticas al mandatario, que alcanza así la impunidad que buscaba. «Reemplazar a los medios libres con medios estatales ha sido siempre lo primero en la lista de cualquier régimen corrupto que quiera tomar el país», recordaba el Boston Globe.
Era el día de desmontar las mentiras de Trump sobre el «enemigo de pueblo» y recordar que el periodismo no es tan glamuroso como parece, pero cumple una función de servicio público. «A nivel práctico, los periodistas nos sentamos en reuniones aburridas de gobierno para entender las fórmulas de financiamiento de la escuelas y que no lo tengas que hacer tú», recordaba el Arizona Daily Star. «¿Por qué ibas a renunciar a eso?».
El tedioso trabajo de pelar las capas de mentiras, verdades e información oculta ha quedado manchado por el ataque incesante que ha hecho Trump desde el púlpito de su presidencia y las redes sociales desde el primer día: mexicanos, inmigrante, musulmanes, periodistas, empresarios y legisladores, todo el que sea críticos se convierte en su enemigos y, desde su discurso, en enemigo del pueblo. Ayer la prensa dijo Basta Ya, porque el clima de linchamiento que ha propiciado amenaza con llegar a mayores, como ha advertido la ONU. «No llevo un rifle automático pero una vez que empecemos a dispararos, jodidos, vais a dejar de despotricar», le dejó alguien en el buzón de voz a Bret Stephens, periodista del New York Times.