Eloisa Támez, una activista y opositora del muro fronterizo entre EE. UU. y México, se encuentra en su patio trasero en San Benito, Texas.(Foto Prensa Libre:AFP).
Fuente: http://www.prensalibre.com
El fondo de su casa, en el fronterizo poblado de El Calaboz, en el sureste de Texas, es un terreno baldío partido al medio por una oxidada valla de hierro de 5.5 metros de altura.
Como no era posible levantar un muro fronterizo en medio del Río Grande que delimita la frontera natural con México, las autoridades federales lo erigieron a un par de kilómetros al norte de la orilla.
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Ahora su patio trasero está atravesado por un muro fronterizo que ella siente como una «violación».
Eso causó que algunas de las tierras por donde pasa el muro -y pasará, si sigue construyéndose- fuera propiedad de tribus nativas o de granjeros privados.
Es lo que sucedió casi 10 años atrás a Támez, profesora de enfermería de la Universidad de Texas en el Valle Del Río Grande y activista de los derechos de la tribu lipan apache.
«Es muy triste ver lo que sucedió a mi propiedad, que era valorada por mis padres no por el dinero, sino por lo que la tierra producía para nosotros, porque mi padre era granjero», dijo la mujer de 83 años.
Eloísa Támez
«La pérdida de nuestras tierras para construir un muro fronterizo es un parche a la crisis migratoria, y no la solución, el Congreso no ha sido capaz de gobernar como debe hacerlo. En lugar de eso, hacen politiquería».
Las autoridades federales le dieron una clave para abrir el portón que le permite acceder al otro lado de su tierra ancestral: 1.2 hectáreas de desierto salpicado de cactus y mezquites.
Eso es lo que queda de las cinco hectáreas que pertenecían a sus antepasados Lipan Apaches desde el siglo XVIII, gracias a una concesión de tierra de la Corona española.
En el 2009, después de perder una demanda del gobierno federal, Támez se vio «coaccionada» a recibir una compensación de US$56 mil, que donó a becas de enfermería en nombre de sus padres.
Otros granjeros, cuyos terrenos quedaron en su totalidad al sur del muro fronterizo, también recibieron códigos de acceso a sus propiedades.
Pero la mayoría de los casos se dirimieron con apropiaciones del gobierno federal por valores que promediaron los US$12 mil 600, según una investigación de la radio pública NPR, tras analizar 320 «casos de vallas» entablados entre el 2008 y el 2016 en la zona del Valle del Río Grande, algunos de los cuales siguen en litigio.
Situaciones como ésta pueden multiplicarse si Donald Trump tiene éxito en su proyecto de amurallar toda la frontera, un tercio de la cual ya está vallada gracias a una ley del 2006 del entonces presidente George W. Bush.
El muro es un parche
Dos tercios de los inmigrantes detenidos al cruzar la frontera (de un total de 303 mil 916 el año pasado en todo ese país) son capturados en Texas, según cifras de la patrulla fronteriza.
Por eso la separación familiar de inmigrantes que concitó la atención nacional e internacional en los últimos dos meses tuvo su epicentro en este estado, particularmente en la región del Valle del Río Grande, donde Támez vive.
Eloísa Támez
«La actual crisis migratoria es resultado de la incapacidad del Congreso de hacer cumplir las leyes durante décadas».
Allí se ubican el mayor centro de detención de inmigrantes indocumentados y solicitantes de asilo (apodado «Ursula», con más de mil detenidos) y el refugio para menores «Casa Padre», una exfarmacia Walmart que aloja unos 1 mil 400 niños.
Desde mayo, más de 2 mil 300 niños fueron separados de sus padres o tutores cuando éstos fueron detenidos al cruzar la frontera, ilegalmente o pidiendo asilo, siguiendo la política de «plan tolerancia cero» del presidente Donald Trump.
Si bien Trump ordenó el 20 de junio poner fin a la separación familiar, más de 2 mil niños siguen solos en «centros de procesamiento» y refugios.
Foto Leyenda: Eloisa Támez, una activista y opositora del muro fronterizo entre EE. UU. y México se encuentra en San Benito, Texas.(Foto Prensa Libre:AFP)