Mark Conditt, el enigma por descifrar detrás de las bombas de Texas
El autor de los atentados fue educado en casa por unos padres cristianos, era fanático de la informática y de carácter fuerte
El enigma por descifrar tras las bombas de Texas tiene nombre: Mark Anthony Conditt. Después de que muriese este miércoles al estallar una bomba dentro de su coche cuando la policía lo cercaba, Estados Unidos se pregunta por la identidad del criminal que hizo rememorar la pesadilla de Theodore Kazcynski, el superdotado de las matemáticas convertido en anarcoterrorista ermitaño que sembró el terror con cartas bomba durante años hasta ser arrestado.
Fuente: https://elpais.com
De Conditt, de 23 años, todavía se saben pocos detalles personales y es una incógnita completa la gran pregunta: ¿por qué puso las cinco bombas que dejaron dos muertos y cinco heridos?
Conditt fue criado con sus tres hermanos en una familia de fuertes creencias cristianas en Pflugerville, un anodino pueblo a las afueras de Austin (capital de Texas) fundado en el siglo XIX por inmigrantes alemanes. El joven que ha estremecido a Estados Unidos con sus bombas recibió una educación estricta de marcados valores religiosos, aunque hace años, han dicho sus conocidos, había abandonado la fe, o al menos la práctica religiosa.
Durante la educación secundaria fue educado en casa con sus tres hermanos —homeschooling— y no en un centro de enseñanza formal. Entre 2010 y 2012 cursó estudios de Administración Empresarial pero nunca llegó a graduarse. En ese centro no consta que cometiera ninguna falta de disciplina. Actualmente estaba desempleado. La policía ha informado de que no tenía antecedentes criminales.
Los primeros testimonios de los que lo conocieron dibujan a una persona inteligente y de temperamento fuerte. «Un colgado de la informática», ha dicho su tío Mike Courtney a Associated Press, y un tipo que defendía con vehemencia sus opiniones cuando discutía. Un amigo citado por CBS afirma que Conditt no tenía freno cuando se encendía en una conversación: «Era dominante e intimidaba». Jeff Reeb, de 75 años, un vecino de los Conditt, ha dicho que Mark siempre fue un muchacho «listo» y «educado» que solía jugar con normalidad con uno de sus nietos y que ahora visitaba a menudo a sus padres.
Conditt se había ido de su hogar y vivía en una casa cercana a la de su familia con dos compañeros con los que compartía el alquiler. El FBI registró el miércoles su vivienda y encontró explosivos caseros. Este jueves los agentes seguían revisando la casa en busca de pistas para resolver un acertijo que hasta el momento parece no tener solución. Fuentes policiales han declarado a medios estadounidenses que está resultando muy difícil atar los cabos de sus acciones, y han dejado ver que la investigación de los motivos de los atentados de Conditt podría terminar en un punto ciego. Sin explicación. Sin palabras que esclarezcan el horror, igual que se ha quedado su tío Mike Courtney. «No entendemos que pasó. No sé cómo deciros que esto nos ha cogido desprevenidos a todos«, ha lamentado.
En las redes sociales Conditt no dejó un rastro sustancial. Más allá de algunas fotos suyas que aparecen en páginas de Facebook de familiares, lo más relevente es el blog que abrió en 2012. En él se describía como una persona sin tendencia política marcada aunque conservadora. Se pronunció a favor de la pena de muerte y manifestó ideas homófobas. «La homosexualidad no es natural», escribió.
Los investigadores están revisando segundo por segundo un vídeo de 25 minutos que encontraron en su teléfono y en el que confiesa la autoría de los atentados. Por lo que ha trascendido, ahí habla con detalle de las bombas que elaboró pero tampoco ofrece los motivos de lo que hizo. La policía afirma que el vídeo no aporta más que el perfil de un joven muy atribulado. En un comunicado, la familia de Conditt aseguró que nadie tenía «ni idea de la oscuridad en la que estaba Mark».
Pasados 22 años del arresto de Theodore Kaczynski Unabomber —que a sus 75 años cumple cadena perpetua en una cárcel de máxima seguridad de Colorado—, el FBI tiene ante sí otro laberinto que recorrer en todos sus recovecos: la mente de Mark Anthony Conditt.