Síndrome de las piernas inquietas: sin diagnosticar hasta un 90 % de los casos
NotiAmérica (España)
Madrid, España
El síndrome de las piernas inquietas es una enfermedad neurológica crónica que afecta a dos millones de personas en España. Sin embargo, sigue siendo una patología con poco porcentaje de diagnóstico y en muchos casos tardío. Para conmemorar el Día Mundial de esta dolencia, el 23 de septiembre, y con el objetivo de concienciar sobre la enfermedad recordamos cómo se manifiesta y sus síntomas
El 23 de septiembre es el Día Mundial del síndrome de las piernas inquietas, una patología neurológica que constituye uno de los trastornos del movimiento más comunes.
Según la Sociedad Española de Neurología (SEN), en España al menos dos millones de personas padecen esta enfermedad crónica.
Sin embargo, sigue siendo una patología poco reconocida e insuficientemente diagnosticada, ya que hasta un 90 % de los afectados podrían estar sin diagnosticar.
También conocida como enfermedad de Willis-Ekbom, se caracteriza porque los pacientes tienen la necesidad urgente de mover las piernas. Esto les provoca molestias, dolor y malestar.
Estos síntomas, que pueden mejorar o desaparecer con el movimiento, suelen presentarse cuando el paciente se encuentra en estado de reposo, sentado o tumbado.
Por ello, es muy frecuente que los síntomas empeoren al atardecer o durante la noche. Como consecuencia, los pacientes experimentan interrupción del sueño, problemas para dormir o somnolencia diurna.
“La gran mayoría de los pacientes que padecen esta enfermedad suelen consultar por primera vez al médico bien por padecer insomnio o debido a la dificultad para conciliar o mantener el sueño”, explica el doctor Pablo Mir, coordinador del Grupo de Estudio de Trastornos del Movimiento de la SEN.
Pero el doctor insiste en que no solo debe percibirse como un trastorno del sueño. “Es una enfermedad crónica que impacta gravemente en la calidad de vida de los pacientes y cuyos síntomas pueden afectar también a las manos y al tronco y en cualquier momento del día”, argumenta.
Retraso en el diagnóstico
El síndrome de piernas inquietas es frecuente en la edad adulta, pero también en la adolescencia e infancia.
De hecho, un 25% de los pacientes comienzan a experimentar síntomas de la enfermedad a edades tempranas.
En Europa se estima que entre un 5 y un 10 % de la población adulta y entre un 2 y 4 % de adolescentes padecen esta enfermedad neurológica.
A esto hay que añadir que hasta un 20 % de los casos sufren una forma grave de esta patología. En estos casos, los síntomas suelen empezar antes de los 20 años.
Actualmente, además del alto número de casos que hay sin diagnosticar, pueden transcurrir periodos de incluso 10 años hasta que se realiza un diagnóstico correcto de la enfermedad.
Retrasos que son más frecuentes en la edad pediátrica por la incapacidad del niño y de los padres de identificar los síntomas, que en ocasiones se interpretan como un exceso de energía o inquietud.
Además, cuando el síndrome de piernas inquietas se inicia en edades tempranas los síntomas no siempre aparecen por la noche. Pueden aparecer en cualquier momento del día y especialmente cuando los niños están sentados.
¿Cuáles son los síntomas del síndrome de las piernas inquietas?
Aunque las razones de la aparición de esta enfermedad no están claras, hasta en un 50-60 % de los casos existe algún tipo de patrón familiar.
Cabe destacar que el curso del síndrome es progresivo. Al inicio de la enfermedad, los pacientes alternan fases de mejoría y empeoramiento de los síntomas.
Con el paso del tiempo, estos síntomas son cada vez más intensos y pueden manifestarse en cualquier momento del día. Además, pueden afectar a otras partes del cuerpo y no solo a las piernas.
El retraso en el diagnóstico en la edad pediátrica es muy común. EFE/Ricardo Ferro
“Como consecuencia, padecer dolor intenso, insomnio, depresión y/o ansiedad es muy frecuente entre los pacientes. Pero también incide en las relaciones sociales y laborales y en general, en la calidad de vida del paciente”, apunta el doctor Mir.
El diagnóstico precoz es clave para mejorar la calidad de vida de los afectados, la comorbilidad (dos o más trastornos que concurren en una misma persona) y reducir el impacto laboral asociado a la enfermedad, ya que “el tratamiento farmacológico actual es solamente sintomático y muy variable de un paciente a otro”.
El coordinador del Grupo de Estudio de Trastornos del Movimiento recomienda llevar a cabo actividades motoras o terapias enfocadas a mejorar la salud mental, ya que pueden mejorar los síntomas.
También hay que tener en cuenta que algunos síntomas del síndrome pueden producirse como consecuencia secundaria a otras patologías.
Déficit de hierro, embarazo, problemas renales, diabetes, enfermedades neurodegenerativas o enfermedades psiquiátricas son algunas de ellas.
Estos síntomas son especialmente frecuentes en pacientes con insuficiencia renal (hasta en un 50 % de los casos), en mujeres embarazadas (19 %) y en personas que sufren párkinson, esclerosis múltiple, migraña, neuropatías, etc.
Algunos fármacos como los antihistamínicos, antidepresivos o antidopaminérgicos pueden desencadenar o agravar los síntomas.
Fuente: www.efesalud.com