POR QUÉ LA MARCHA DE TILLERSON ES UNA MALA NOTICIA PARA LA UE por María G. Zornoza
Los fantasmas sobre su continuidad ya planeaban cuando Rex Tillerson, hasta ahora secretario de Estado de EEUU, aterrizó en Bruselas el 5 diciembre. Ayer fue despedido al más estilo Trump: a golpe de Twitter. Si con él, las relaciones transatlánticas eran para la UE un quebradero de cabeza, con Mike Pompeo se prevén mucho peores. El movimiento llega además en plena guerra comercial y con el acuerdo nuclear iraní pendiendo de un hilo.
Lo hizo al más estilo Trump: a golpe de Twitter. Rex Tillerson, el secretario de Estado más fugaz de Estados Unidos, se enteró ayer a través de la red social de que ya no era el encargado de llevar la voz de su país alrededor del mundo. De hecho, pocas veces así ha sido. La relación entre los dos magnates estaba deteriorada desde hace mucho y si un secretario de Estado no puede hablar en nombre de su presidente, su labor deja de tener sentido y sus interlocutores dejan de escucharle.
Lo cierto es que Tillerson sigue el paso de grandes figuras del Gobierno probablemente más volátil que ha pasado por la Casa Blanca. Desde Michael Flynn, consejero de Seguridad Nacional, hasta Steve Bannon, jefe de gabinete, el equipo de Trump cuenta con una tasa de reemplazo del 43%: no hay mes en el que no caiga un alto cargo. Federica Mogherini, Alta Representante de Exteriores de la UE, cogía hace unos días el testigo de tal caos y en un atisbo de premonición del destino de Tillerson señaló: “Una vez, Kissinger preguntó cuál era el número de Europa. Hoy podemos hacer el mismo interrogante a Estados Unidos”.
Mike Pope, hasta ahora director de la CIA, ocupará a partir del 31 de marzo el puesto de Tillerson, un ejemplo de republicano establishment. Pero, ¿por qué es su marcha una mala noticia para el bloque comunitario? Por varios motivos: Pope es un halcón de la línea dura de Trump, especialmente en lo que se refiere al acuerdo nuclear iraní. De hecho, el presidente justificó el despido de Tillerson aludiendo a discrepancias entre las que citó expresamente el acuerdo nuclear del 5+1 (Estados Unidos, Rusia, China, Alemania, Francia y el Reino Unido) con el país de los ayatolás.
Su despido refuerza la teoría de que el próximo 12 de mayo, Trump se desmarcará de forma oficial de este acuerdo –al que durante toda la campaña electoral se refirió como el peor de la historia-. Esto supondrá una confrontación directa –está por ver con qué alcance- con Teherán y pondrá a prueba la diplomacia y peso de la política exterior comunitaria. En cualquier caso, el simple abandono del pacto será en sí una bofetada a la Unión, que ha abanderado estas negociaciones durante más de una década.
Energía y guerra comercial
En su desprecio por el multilateralismo y su afán del proteccionismo, Donald Trump también se salió de los Acuerdos de París sobre el clima; dio el paso histórico de reconocer Jerusalén como capital de Israel o endureció su dialéctica con Corea del Norte. Todo ello en desacuerdo con su secretario de Estado. La frase que pronunció el presidente ayer vislumbra por dónde irá la nueva voz exterior estadounidense: “Pompeo y yo tenemos procesos de pensamientos similares”. Tillerson es una gran conservador, pero cuenta con alguna actitud diplomática, mientras que Pompeo está más en línea con el cortoplacismo e impulsividad del Despacho Oval, lo que presumiblemente pondrá a la UE en más de un aprieto.
El movimiento llega en un momento clave para las relaciones Bruselas-Washington: con el Tratado de Libre Comercio (TTIP) en muerte crónica y en pleno comienzo de la guerra comercial en los dos lados del Atlántico por los aranceles que EEUU quiere imponer al acero y al aluminio. Tillerson era contrario a cualquier batalla sobre comercio con los principales aliados, especialmente Europa y Japón, mientras que Pompeo, ya por convicción o por miedo a seguir el camino de su antecesor, empujará en la línea dura. Hay que recordar que Trump impuso un recorte al Departamento de Estado del 30%, lo que sumado a la falta de preparación del equipo de Tillerson ha dejado hasta la fecha puestos clave sin cubrir, como es el de embajador de Estados Unidos ante la Unión Europea.
Además, la jefa de la diplomacia europea tendrá ahora que convencer a Pompeo, un escéptico férreo del cambio climático, de la necesidad de seguir adelante con las cumbres UE-EEUU sobre energía, algo que ya había conseguido con Tillerson, aunque el evento nunca llegó a tener lugar.
En este escenario, las aguas del Atlántico se revuelven, si cabe, más todavía. Mogherini tendrá probablemente un teléfono que marcar, el interrogante es si quien lo descuelgue tendrá la voluntad de escuchar. Y los frentes ya abiertos no se edulcorarán con Pompeo, que tendrá su primera prueba con el histórico encuentro entre el presidente de Estados Unidos y el dictador de Corea del Norte Kim Jong-Un.