POLÍTICA MIGRATORIA COMÚN: ACUERDO EN EL DESACUERDO por María G. Zornoza
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Los ministros de Interior han evidenciado por enésima vez el largo camino que queda para llegar a un acuerdo a 28 sobre migración, un asunto que divide más que el propio Brexit y que se quedará en la Unión Europea mucho más tiempo. La propuesta de la Presidencia búlgara para desencallar Dublín ha obtenido gran rechazo, aunque por diferentes razones: para unos va muy allá; para otros no es suficiente.
Es difícil, pero los Estados miembros están de acuerdo en algo en política migratoria: en estar en desacuerdo. Ayer, la Presidencia búlgara presentó a los 28 ministros de Interior una propuesta para desencallar la Reforma de Dublín, pilar de la Política de Asilo Común, que lleva en muerte clínica 18 meses. Era la última oportunidad de Sofía para apuntarse este tanto, pero las capitales europeas están todavía muy lejos de conseguir el consenso. Y la Presidencia de Austria, que abre las puertas el 1 de julio y tiene por único objetivo endurecer los controles fronterizos, no lo pondrá fácil.
El documento búlgaro elimina las controvertidas cuotas obligatorias haciéndolas voluntarias. Así, cualquier país que esté dispuesto a acoger a refugiados recibirá una compensación económica. Los que se nieguen deberán compensar sus obligaciones pagando o aportando expertos. Eso sí, existirá un mínimo al que los Estados miembros deberán llegar. Además, los solicitantes de asilo podrán estar en el país de llegada hasta ocho años.
Sofía buscaba con ello desbloquear las conversaciones alternando los valores de solidaridad y responsabilidad. Pero la negativa ha sido contundente. El Sur, principalmente Italia y Grecia, siente que la presión migratoria sigue recayendo exclusivamente sobre ellos. Y el Este solo tiene en mente aumentar los controles fronterizos. Los líderes europeos “ambicionan” llegar al consenso sobre la reforma migratoria en la próxima cumbre que arranca el próximo 28 de junio en la capital comunitaria, pero las posibilidades tras el encuentro de los ministros en Luxemburgo se reducen, si cabe, más.
La división no es nueva, pero la formación del Gobierno anti-establishment en Italia todavía dificulta más el consenso. Deportaciones masivas u obstáculos para las ONG que ayudan a refugiados en el Mediterráneo Central son algunos de los principales objetivos del xenófobo Matteo Salvini, vicepresidente y ministro de Interior italiano, que ya advirtió durante el fin de semana que “Sicilia dejará de ser el campo de refugiados de Europa”.
Pero el problema no es solo Italia. En la línea dura de Roma se encuentra Visegrado (Hungría, República Checa, Austria y Eslovaquia); está Eslovenia si consigue formar gobierno tras la victoria del domingo del partido antiinmigración y está Polonia. También Bélgica, que en palabras de Theo Fracken, ministro de Asilo, ha asegurado que apoya el “plan estricto” de Italia. Pero la clave para entender hasta qué punto están polarizados los Estados miembros la da Alemania, a la que tampoco convence la propuesta.
“El sistema de Dublín está muerto, pero no su reforma, a menos de que alguien desea matarla”, ha señalado Dimitris Avramopoulos, comisario de Migración. La cita de junio será por tanto la oportunidad para quitar la anestesia o seguir en muerte clínica.