Manuelita Sáenz, el gran amor de Bolívar
NOTI-AMÉRICA PERÚ
Por Dany Cruz-Guerrero
Con la dirección de Lucci Samanez, la consagrada actriz peruana Consuelo García interpreta a Manuelita Sáenz, la intrépida patriota y heroína libertaria y emancipadora, en una pieza escrita por el dramaturgo chileno-peruano Sergio Arrau.
Estremecedora interpretación
De principio a fin, en un monólogo sin pausas ni conmiseraciones, la interpretación magistral que la actriz Consuelo García hace de Manuelita Sáenz deja sin aliento al espectador que, en la fría noche limeña, vuelve a las butacas por primera vez desde que la pandemia da un poco de tregua, sin dejar de arreciar. El teatro del Centro Cultural Sérvulo Gutiérrez de Jesús María acoge cuatro únicas funciones durante los últimos viernes y sábados de agosto. Radicada en Nueva Jersey desde hace varias décadas, Consuelo García vuelve al Perú gracias a los esfuerzos mancomunados de Vicky Paz Producciones, la Embajada del Ecuador en Perú, Caja Sullana y la Municipalidad Distrital de Ate. Larga es la lista de colaboradores que contribuyen con la puesta en escena.
Poco sabe el gran público sobre la vida y obras de la señora Manuela Sáenz. Nacida en Quito, Ecuador, en 1797, entra en contacto con Simón Bolívar en 1822. Durante aquel año y el siguiente es intenso el intercambio de misivas entre ambos. La dramaturgia las aprovecha para estremecer más aún a los espectadores. Sáenz pasó sus últimos años en Paita, Piura, donde falleció en 1856. Con buen tino, Sergio Arrau (Chile, 1928-Lima, 2017), autor del monólogo que interpreta Consuelo García, desmonta, restituyendo con amor la voz de la protagonista, los estereotipos simplificadores que reducen a Sáenz a una figura solo aneja y dependiente de la gran efigie de Bolívar. García entiende bien la intención del dramaturgo y capta el genuino sentido de la enunciación teatral en primerísima persona.
Doscientos años después, el conservadurismo filocolonialista, todavía malhumorado y reacio frente a todo lo que signifique y represente el republicanismo democratizante, no le perdona a Sáenz el haber sido una mujer audaz, intrépida, valiente, guerrera —alcanzó el grado de coronel en las filas del Ejército Libertador— y liberada más allá de todo prejuicio definitorio de los roles sociales asignables a la condición femenina en el arcaico mundo colonial. Las tonalidades de la voz de la intérprete muestran hasta qué punto sigue vigente y actual la crítica autónoma e independiente que elaboró Sáenz por su propia cuenta, aunque en confluencia con el espíritu ilustrado independentista, contra la mentalidad colonial que sigue haciendo de Lima una ciudad decadente y arcaizante.
Manuelita Sáenz vive
Vestida de negro cerrado, en eterno luto por la pérdida irreparable y prematura de su amor más grande y duradero, el Libertador Simón Bolívar, fallecido en 1830, Manuelita Sáenz sobrevive en el exilio paiteño vendiendo a los transeúntes las mermeladas que ella misma prepara. La edad robusta no ha hecho mella en su espíritu libre ni el tiempo ha desgastado su anhelo libertario. Se la ve, elocuente, melancólica, ironizando, en un escenario sencillo: una mesa con una canasta para los frascos con mermelada; una silla de madera con dos cojines donde reposa Jonatás, su fiel amiga y compañera —representada, requerimientos de la dramaturgia monológica, por una muñeca de trapo—; un sillón de mimbre tejido en una estructura de fierro; una mesita donde reposa el cofrecito de recuerdos en el que mantiene a buen recaudo las cartas inolvidables del amado; enmarcado en pan de oro, un retrato del Libertador ataviado de uniforme.
El bicentenario de la emancipación brinda ocasión para los homenajes y las justas conmemoraciones a los gestores y las gestoras de la vida republicana en el Perú y toda América Latina. Quizá por la vida sencilla que llevó en sus últimos años, quizá por la inercia de la ingratitud que la relegó al olvido, con ninguna de las mujeres que participaron, con audacia e intrepidez, en la consecución de la libertad y la supresión del yugo colonial, la memoria peruana ha sido tan injusta como con Manuelita Sáenz. En Pueblo Libre sigue intacta la casa que habitó durante su residencia limeña.
Consuelo García vive hasta la médula el personaje que interpreta: la Libertadora del Libertador, aprisionada en una figura reductora y trivializante, también reclama independencia respecto de la sombra de Bolívar. Basta con leer la correspondencia Sáenz-Bolívar para convencerse del amor sin límites que se profesaron mutuamente. El más grande amor, sí, pero en ningún caso el primero ni el último. “La obra habla de los amores de Manuelita”, le dice la actriz al autor de esta nota en el breve diálogo que logra entablarse después de finalizada la función, mientras los admiradores esperan su turno para saludarla y tomarse una foto con ella.
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