Justicia a los mártires del periodismo peruano
NOTI-AMÉRICA PERÚ
Es imperativo recordar Uchuraccay, no solo por las víctimas sino también porque el caso es fuente de lecciones que todavía no se termina de asimilar. Hoy se cumplen 38 años desde la masacre, pero se podría decir que las fracturas nacionales que ella evidenció de la manera más brutal siguen vigentes y gravitan aún sobre el funcionamiento de la sociedad peruana, incluyendo la disfuncionalidad de su vida política.
Los hechos del 26 de enero de 1983 pusieron de relieve, en efecto, las profundas desconexiones de la sociedad y el Estado en el Perú. Esa realidad fue señalada en su momento por la comisión investigadora que presidió Mario Vargas Llosa y fue comprobada años después, junto con los hechos concretos, por la investigación de la Comisión de la Verdad y Reconciliación. “Sería una enorme exageración decir que el Perú de 2021 es idéntico al de 1983”. Esas murallas determinan o una negación a ver los problemas del campo desde la ciudad o una visión deformada del mundo rural, que se resuelve en exotismos y prejuicios, o, en el peor caso, una persistente actitud de racismo.
Ello también estuvo presente en la imagen que los medios de comunicación y, por extensión, la sociedad peruana urbana o de clase media o situada en la modernidad material, cultivaron acerca de los comuneros de Uchuraccay. La justicia fue selectiva entonces y fue amnésica respecto de ciento treinta y cinco ciudadanos sin identidad para el Estado. Sus nombres, sus historias particulares, su ciudadanía solo fueron rescatados oficialmente cuando los comuneros, ya retornados, entregaron la lista de sus fallecidos a la Comisión de la Verdad y Reconciliación. Sería una enorme exageración decir que el Perú de 2021 es idéntico al de 1983.
El Perú se ha modernizado materialmente y ha crecido económicamente de manera notoria. Pero es necesario recordar Uchuraccay, como muchos otros casos, para mantener una mirada crítica sobre todo ello.
Autor: Alex Medico Palma