Sin esperanza no hay futuro
NOTI-AMÉRICA PERÚ
Por Blanca María de Rivero Pizarro
Existe una realidad ineludible: caminando en las calles de esta Lima húmeda y gris podemos observar cómo niños de diferentes edades realizan arduos trabajos para poder llevarse un pan a la boca, ya sea limpiando autos, vendiendo caramelos, flores, papel de regalo, realizando acrobacias que exponen su vida y salud. No solamente en las calles podemos observarlos, también sucede cuando abordamos el transporte público, siempre hay un niño que nos despierta el alma con esos hermosos cánticos andinos que desde el fondo de su corazón grita ayuda y a pesar de estar cansados porque ya no le alcanza la voz para seguir cantando, realizan su mayor esfuerzo.
Alguna vez me pregunté: ¿qué hay detrás de todos estos niños?, ¿qué historias tendrán que contar?
La pandemia lamentablemente ha potencializado esta problemática, debido que la economía ha sido afectada en los hogares al mantenerse el estado de emergencia con ciertas restricciones. Muchos de estos niños tienen una madre enferma impedida de laborar y asumen el rol de “padres de familia” para sustentar su hogar, generalmente son los hermanos mayores, pero existe el caso en que el hermano mayor resulta ser un niño de tan solo cinco años. También existe una mafia de tráfico de niños, que sufren maltratos físicos y psicológicos por parte de sus propios padres o de las personas que los tienen bajo su custodia, que los obligan a trabajar con la finalidad de satisfacer sus vicios. Asimismo, podemos ver el caso de madres adolescentes sin sustento económico que se ven obligadas a mandar a sus hijos a laborar porque solo tienen el poder adquisitivo para la sobrevivencia; por tanto, el niño queda excluido del derecho a la educación.
Se puede creer que estos niños explotados que dejan de acudir al colegio o estudian en la escuela nocturna para tener en la mañana tiempo de laborar cuenten con alguna esperanza de mejorar en un futuro, de manera que se conviertan en profesionales de éxito u obtengan un trabajo satisfactorio. Pues no lo creo, muy pocos de ellos tienen esa pequeña esperanza de luz en sus vidas, la mayoría se conforma con lo que tienen, es decir, se ven en un futuro incierto realizando la misma actividad por siempre y así continuara el circulo vicioso.
Este círculo vicioso se construye desde el aforismo: “La pobreza es un generador de otra pobreza, la de la educación” (Santiago, 2007); siendo la educación un derecho constitucional y humano indispensable para el desarrollo sostenible de todo ser humano; funcionando el circulo vicioso de esta manera: sin educación sus ingresos como adulto son bajos, la familia es pobre y debido a sus bajos ingresos envía a su hijo a trabajar, por lo tanto el niño deberá compartir esa responsabilidad y no podrá estudiar. El no tener acceso a la educación nos regresa al primer punto, la pobreza se transmitirá de una generación a otra. En efecto, el trabajo infantil forma parte del círculo vicioso de la pobreza, el cual es el factor desencadenante al carecer de educación. (Vandenberg, 2008).
Cuando les he preguntado a los niños en la calle: ¿Qué quisieran ser cuando sean grandes?, ellos me responden, con la cabeza gacha, sin algún tipo de aspiración alguna, que ya son grandes y que no piensan en un futuro, ellos señalan que por tener un origen humilde están condenados a no tener aspiraciones, sueños y metas. Si le preguntas: ¿Por qué no quieres ser abogado, médico, ingeniero etc.?, te responden con una sonrisa sarcástica que no pueden estudiar esas carreras si ni dinero tienen, ponen énfasis que esas carreras son para personas que tienen plata, no para ellos, además recalcan que ya no estudian.
Respondiendo a la primera pregunta que se consideran grandes, está claro que ellos asumen un rol que no deben, tan solo son niños que quieren jugar, divertirse, distraerse y estudiar. No deben emplear un rol que fundamentalmente es obligación de los padres, el sostener un hogar, se están quemando etapas y esto traerá como única consecuencia más adelante que ese niño explotado sin tener algún tipo de aspiración, debido a que su realidad no se lo permite, será en un futuro no muy lejano un posible delincuente, porque están cansados de una sociedad indiferente e indolente, están cansados de ver a un niño de condición socio económica estable que está jugando en un parque con esa libertad que ellos no poseen porque en su lugar están vendiendo algún tipo de producto obligados por sus progenitores, observándoles desde una esquina a vender. Con ese miedo en los ojos te reciben una limosna, con ese miedo en los ojos te aceptan o te rechazan algún tipo de ayuda.
Este problema preexiste y nos atañe como población debido que ya hemos normalizado esta conducta ya saben cuál es, y que en los últimos años no se encuentra en los puntos de agenda del poder legislativo, es el trabajo infantil, es importante señalar que “la importancia del trabajo en la humanización del hombre y en su desarrollo como adulto, se fundamenta en la necesidad de comprender su impacto en el desarrollo de los niños que trabajan”. (Mitjáns, 2001)
Según el informe de la OIT se calcula que en todo el mundo hay 158 millones de niños de entre 5 y 14 años que trabajan, lo que equivale a 1 de cada 6 niños. Los mayores afectados en este tipo de prácticas son los niños que provienen de hogares paupérrimos, que se encuentran en una extrema pobreza, y también los niños de las zonas rurales que lo realizan como práctica en común.
EL trabajo infantil vulnera los derechos humanos fundamentales; puesto que se ha comprobado que entorpece el desarrollo de los niños, y que potencialmente les produce daños físicos y psicológicos para toda la vida. (OIT, 2004)
¿Sería idóneo en el Perú legalizar el trabajo infantil siguiendo los pasos de Bolivia en la cual se promulgo una ley que legaliza este tipo de trabajo?
A mi parecer no sería la solución; por el contrario, esto generaría un retraso para el país en el cual justamente se está luchando contra este tipo de actividad que vulnera los derechos humanos en cuanto a su libertad de vivir una infancia plena, de acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo (OIT). La solución está en manos de los gobiernos apoyando y reforzando la educación universal y obligatoria.
Siendo los niños el futuro de nuestro país se debe tomar conciencia de esta problemática determinando los factores que contribuyen a esta práctica ilegal para así coadyuvar al objetivo principal de la OIT, la abolición efectiva del trabajo infantil, beneficiando a todos los niños peruanos al tener acceso a una buena educación sin tener la necesidad de laborar para subsistir.
Si cada niño que trabaja en la calle tiene una pequeña luz de esperanza en sus corazones de poder cambiar su realidad, pudiendo estudiar y más adelante obtener un título profesional, su futuro podría cambiar, no sentirían que son adultos ya que nunca dejarían de soñar. Es por esto que sin esperanza no hay futuro.
Autora:
Blanca María de Rivero Pizarro
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