Opinión: “Derribando a Colón”, por José Luís Méndez La Fuente
Nuevamente llega a las noticias, pues ya ocurrió el año pasado tambien en tierras estadounidenses, que una estatua de Cristobal Colón ha sido retirada. Esta vez, le tocó el turno a una de bronce que estaba situada en el Grand Park del centro de Los Ángeles, nada mas ni nada menos que una de la ciudades mas emblemáticas de California y de EEUU, donde la ascendencia hispana es una de las mas importantes del país y su población actual de hispanoparlantes es la mayor de todas, hasta el punto de que la representacion mexicana es solo superada en número de personas por Ciudad de México.
La congresista y, otrora Secretaria del Trabajo durante la presidencia de Obama, actualmente miembro de la Junta de Supervisores del Condado para el Primer Distrito de la ciudad de Los Ángeles, Hilda L. Solís, junto al concejal Mitcht O’Farrel y la Comisión de Indios Nativos Americanos de dicho Condado han sido los promotores de este nuevo capítulo de “ justicia restaurativa ” tal como lo califico la propia Solís ,“restaurative justice”, ante unas cien personas, según los medios locales, durante su proclama de remoción de la imagen del marino genovés si estamos de acurdo con la historia mayoritaria que así lo acuña.
Además, Solís se refirió a la estatua de Colón como una imagen de opresión mas que de celebración, representativa del antiguo imperialismo y colonialismo; echándole la culpa, a la compleja herencia que habían recibido, de minimizar o bien ignorar en perjuicio de la verdad, el dolor que los originarios habitantes de la ciudad habían sufrido. Una “falsa narrativa” como la llamó después O’Farrel, quien siguió en el orden de disparar a mansalva contra la figura de Colón, para asegurar que no era cierto que hubiese descubierto América y responsabilizarlo, de paso, de haber sido él, personalmente, el autor de atrocidades, asi como de haber puesto en marcha, con sus acciones, el mayor genocidio de la historia.
Por supuesto, como típicos políticos tampoco olvidaron las palabras en apoyo a los nativos de Norteamérica y a la posible sustitución de la estatua derribada con una que simbolice a los pueblos indígenas, sus originarios habitantes, y su contribución a la ciudad.
Tratar de entender tales manifestaciones y discursos contra Colón sería muy fácil, simplemente llevándolos al campo de la política, lo que nos permitiría una explicación muy sencilla, que no es otra que la de siempre, es decir, la de la búsqueda de votos por los dirigentes de turno mediante arengas incendiarias y actos populistas. Pero además de que no es así, pues se intuye que algo mas hay de fondo, sería dejar pasar por alto en un momento en la cual se habla mucho de post-verdades, mas que de verdades, la oportunidad de poner sobre la mesa algunas mentiras que se contraponen como certezas. Al menos, de dejar evidenciada la hipocresía y adulteración ideológica que se esconde detrás de éllas.
Afirmar que Colón, por ejemplo, no fue el descubridor de América por que los nativos que vivían en élla, desde hacía siglos ya estaban alli; o que fueron algunos pueblos nórdicos europeos, porque llegaron antes de Colón, es una argucia que no soporta ningún razonamiento; equivalente a decir que los habitantes de eso que hoy llamamos América estaban conscientes de que vivían en un continente distinto a otros existentes o que los vikingos sabían donde estaban, cuando se supone que pisaron tierras americanas. Si para algo sirvieron, precisamente, los viajes de Colón, mas allá de sus hipótesis geográficas y creencias, fueron para anunciar y mostrar al resto del mundo conocido que había uno nuevo, que había estado escondido y hacerlo público y universal para todos; incluso para los propios indios americanos que así se enteraron de la existencia de otras razas y culturas.
De similar engañosa naturaleza, es argumentar que Colón no descubrió el continente americano porque nunca puso un pie América del Norte y luego culparlo directamente de los desmanes que los ingleses y franceses hicieron en aquellas tierras con sus primeros pobladores y hasta tal vez ¿por que no? de que aquellos les hayan enseñado a los pieles rojas la sofisticada técnica de cortar lo cueros cabelludos de sus enemigos, con el único propósito de poder contabilizarlos y pagarlos, como parte de su estrategia de guerra de dividir a las tribus indígenas haciéndolas pelear entre éllas para apoderarse de sus tierras.
La mayor muestra de camándula, cinismo y manipulación la encontramos, sin embargo, en el manido argumento según el cual Colón simboliza el asesinato y aniquilamiento de la población aborigen americana, así como el expolio de sus riquezas naturales por parte del imperialismo y colonialismo de la época, tesis que gobiernos populistas como el de Chávez o Evo morales abrazaron como propias. Pero que suena mas artificial, cuando la oímos en boca de dos representantes como lo son, Solis y O’Farrel, de la política del imperio mas extenso y poderoso que haya existido, hasta ahora, en el planeta tierra.
Por lo demás, ninguna estatua de Colón tiene como finalidad celebrar nada, sino mas bien, conmemorar o recordar, que es distinto, el descubrimiento de un mundo nuevo, con todo lo que eso significó de bueno y de malo. Un hecho que forma parte de nuestra historia, por mas que algunos se empeñan en cambiarlo o incluso en hacerlo desaparecer, sin darse cuenta, muchas veces, no sabemos si por algún complejo, que se están negando a si mismos, al desconocer su origen, su herencia y su propia identidad.
José Luis Méndez La Fuente. Abogado Constitucionalista y Analista Político / e-mail: xlmlf1@gmail.com