No boto mi voto Por: Miguel Yilales
Llueve… pero escampa
No boto mi voto
Por Miguel Yilales
@yilales
Ante todo quiero aclarar que desde que adquirí plenos derechos ciudadanos los he ejercido porque me ha dado la gana. Si se ha tratado de votar o de abstenerse, de optar por un candidato o hacerlo por el menos malo, de atinar en mi escogencia o de equivocarme con ella, emocionarme en una campaña o ir con un pañuelo en la nariz… lo cierto es que en todos esos casos decidí basado en mi libre albedrío, uno de los principios que todo demócrata debiera defender.
De eso se va la democracia: no es perfecta pero es perfectible; se pueden cometer errores pero tiene mecanismos de regulación; iguala a los hombres (en el voto, ante la ley, entre otros) aunque haya eunucos intelectuales que lo confundan igualitarismo; de equilibrar y limitar al poder y, por supuesto, con capacidad para elegir y ser elegido. Ya lo dijera Churchill ante la Cámara de los Comunes en 1947: “Muchas formas de gobierno han sido probadas, y se probarán, en este mundo de pecado e infortunio. Nadie pretende que la democracia sea perfecta. En verdad, se ha dicho que es la peor forma de gobierno excepto de todas las demás formas que han sido probadas en su oportunidad. El peor sistema político diseñado por el hombre, con la excepción de todos los demás”.
Tramoyas electoreras
Por esas razones es que siempre me he inclinado a que sea por esta vía que se solucionen las cosas, que sea la mayoría la que decida pero con respeto a las minorías, que quienes estén obligados a controlar a los gobernantes (como aquella exmagistrada) no queden obnubilados al extremo de validar una supra constitucionalidad que aún sufrimos, que la madurez política permita evaluar la eficiencia de un proyecto y castigar la ineficiencia de los ineptos y que la manipulación populista encuentre en ciudadanos conscientes el discernimiento entre la conciencia y la inconsciencia; la ética y la deshonestidad; la verdad y la mentira y la moral y la amoralidad de un candidato-presidente que corregirá los errores del presidente (que es él mismo), un candidato-progobierno que no critica al régimen (guantes de seda ante el peor gobierno republicano) o candidatos-pastores (con mucha sopa y su “buena mano” como gran oferta electoral).
En Venezuela, para nuestra desgracia, hemos tenido candidatos fanfarrones, bulleros, jactanciosos y mentirosos. Desde uno que ofrecía dar la pelea (con gallina incluida) para evitar que la autocracia, la cobardía y el narcotráfico continuase en el poder aunque unos años después se le descubriera la pantomima y la tramoya cuando terminó rodilla en tierra; pasando por un zuliano y supuesto demócrata a carta cabal que en las primeras escaramuzas terminase en el exilio y regresase de él como si nada hubiese pasado; hasta llegar a un opositor light (que es lo mismo que chavista light) que alega ser “tibio” porque es lo que necesita el país a pesar que estos momentos demandan un mayor compromiso, una superior integridad y una óptima honradez para torcerle el rumbo a las tarambanas que ostentan el poder desde 1998.
Entre lo malo, lo pésimo y lo peor
Es un suplicio tener que decidir entre un obrero que nunca ha laborado y que su único trabajo eficiente ha sido depauperar a Venezuela; un pastor que alega tener “buena mano” y muestra a su esposa como evidencia de ello o un golpista que es capaz de promocionar encuestas, manipular a incautos y engañar a sus partidarios con una campaña virtual, sin emoción y sin masas que se traduzcan en votos es seguir con aquello de votar en contra de Maduro y no a favor de una propuesta… y elegir en esas condiciones es imposible porque no hay nada para escoger.
Decir que así no haya condiciones hay que votar, que si se pierde será culpa de la abstención aunque no se haya hecho nada para derrotarla o que arderá Troya si se desconoce la normativa electoral, la letra de la constitución o el Consejo Nacional Electoral se parcializa por el partido de gobierno es como aceptar que se ha permanecido en estado comatoso por más de 20 años o que se ha sido cómplice con los desmanes del régimen.
La tramoya electoral que impulsó la írrita Asamblea Constituyente, que avalaron los cinco insensatos (incluido el jarrón chino “opositor”) que dirigen al ministerio electoral chavista y promovió el único interesado en legitimarse un año antes de que se acabe su período, no es un proceso electoral serio, justo, equilibrado y en el que de verdad se pueda elegir por eso he decidido que no boto mi voto.
Llueve… pero escampa