«Si la mar se seca, por Leila Tomaselli» Bitacora 33 – Helicoptero
Si la mar se seca
Extracto
Bitácora 33
HELICÓPTERO
Del fango nace la flor de loto y otros excesos de belleza absoluta.
Del fango nace la violencia de la que no siempre se puede apartar la mirada.
Espero no os haya salpicado ni una gota de ese magma vivo que estalla por amontonamiento de calentura. Y no por el bullicio de la letra transgresora sino por haberse reflejado en el delirio que es una mano temblorosa que apunta un arma contra tu sien.
Creo que viene a por mí.
Cuando un helicóptero sobrevuela la laguna, se eleva en vertical, planea en espiral, insiste, despeina el agua mansa, pienso que viene a por mí. No hace falta revisarme la conciencia, las palas de un helicóptero siempre vienen a buscarme y para nada bueno.
Una neurosis que se ha hecho un callo tras el encierro en un cuartito inmigratorio, en el que me acribillan a preguntas por 3 horas y media con un lenguaje triturado que solo busca una contradicción.
No importa que uno, por principio (no moral), no diga mentiras, pues no podría luego recordar por cuales vías alternas se fugaría aquella versión inventada de los hechos. Ellos siguen intentándolo.
Mi palabra no vale nada.
Tras un tiempo infinito que en el cuartito no pasa pero que en los días y meses sucesivos deja rastros como baba de caracol, me dejan en libertad condicional con fecha de caducidad. Y una recomendación, habla hoy mismo con tu abogado. Esto en nuestra lengua, para remarcar que es de los míos, pero ha hecho méritos para juzgar si puedo o no puedo entrar y quedarme en su nuevo país.
Recuerda, te quiero fuera de aquí para la fecha puesta en tu pasaporte, apostilla.
Lo de las hélices de helicóptero debe ser eso, la neurosis, las cicatrices, el dolor en los huesos, el olor a cuartito, la hipocondría de cuando nadie nos ve.
Con esa capacidad de angustia que crece con las décadas, el traqueteo de las palas, entre tantos otros de aviones, corta gramas, reggaetón, sirenas, gritos de placer o de espanto, (un don el poder separar cada sonido y escucharlo con devoción), convoca la imagen de un oficial inquisidor que, por osmosis, se va pareciendo al agente Smith. A quien he visto disfrazado de otros personajes, pero ningún maquillaje le quitará jamás el rictus de agente holográfico.
Sentada a orillas del agua, un coagulo de ansiedad se instala en la garganta mientras observo al piloto-agente, tan cerca ya, que puedo contar sus años.
¿Cómo me verá el agente Smith?
Hoy los helicópteros son dos. Alardean un vuelo transversal como de gaviota vencida por el coraje del viento.
En el otro margen de la bahía embustera, un momento huracanada, el momento siguiente en reposo zen, se mercadean mujeres, gangsters se enriquecen, enfermeras intercambian niños, maltratan ancianos, patean infantes, pero ellos, los agentes Smith que hoy son dos, me buscan a mí.
O tal vez no. Tal vez, detrás del telón, esté el afán de custodiar la bahía de enfermeras que matan ancianos, de gangsters que negocian mujeres asiáticas, de barquitos que quiebran la noche con escalofrío de luces. Como el que intenta llevar desde Macuro (siempre Macuro in my mind…) a Trinidad un periodista venezolano que ha cubierto, para un canal extranjero, una entrevista muy mediática. Interceptado y apresado por las fuerzas llamadas de Inteligencia Nacional, es torturado y vejado detrás de los cristales ahumados, de camino a la fábrica helicoidal del terror.
Se mueven hilos desde Miami. Una oficial de Seguridad Internacional da la orden de sacar al periodista del peligro inmediato primero y de Venezuela después. Un periodista afortunado para lo veterana de la mala suerte que es la colectividad informativa.
10 días tarda el traslado por tierra desde las afueras de la capital hasta el final de la carretera oriental donde mismo nace Guïria. De ahí el salto en peñero a Macuro. 10 días para sincronizar su travesía hasta la isla trinitaria con el bullicio del carnaval trinitario y escabullírsele al despliegue de fuerzas de la sempiterna Inteligencia nacional que espera apresar al Ingeniero que viene de las afueras internacionales.
10 días de brisa y paciencia a la espera de que las corrientes de las Bocas del Dragón corrijan su rumbo y dejen paso hasta el aeropuerto de Puerto España.
Ahora dudo de que el helicóptero venga a por mí. Tal vez traiga buenas noticias de Macuro y el periodista pise ya libre las aceras de Miami.
Si la mar se seca
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