La marea humana
Fuente: https://elpais.com/internacional
La explosión demográfica amenaza directa o indirectamente al mundo entero, aun a los países desarrollados con todo y sus despensas saturadas de víveres y sus impresionantes PIB’S. Veamos: en 1930 el planeta tierra contaba con 2.000 millones de habitantes. En 1976 alcanzamos la aterradora cifra de 4.000 millones y hoy en día rebasamos los 7.300 millones. Los estudiosos de la materia sostienen que al terminar el siglo XXI superaremos sobradamente los 10.000 millones de personas sin haber aumentado en la misma proporción la existencia de agua dulce ni las posibilidades de empleo y bienestar.
El crecimiento demográfico no lo acaparan los países con ahorro interno, capital, trabajo, cómodos estándares de vida, instalaciones sanitarias adecuadas, drenaje, escuelas, transportes, satisfactores culturales y materiales: no, lo acaparan masas de iletrados, desnutridos y desesperanzados provenientes de algunos países de África, de América Central, de Asia y de Asia menor, inmigrantes, cuyos bienes se reducen al espacio donde pernoctan y pasan la vida soñando en disfrutar los niveles de bienestar de los países integrantes del “Club de los ricos”. En su angustia traspasan fronteras en busca de la esperanza.
Las potencias económicas tendrán que velar por el bienestar de América Latina, Asia y África, compartiendo su capacidad financiera, su experiencia, su capital y su tecnología, para arraigar en sus países de origen a los futuros inmigrantes mediante la creación de fuentes de empleo, ejecutando coinversiones conjuntas en materia ecológica orientadas a frenar el deterioro ambiental producto de la indolencia y la ignorancia que erosionan los territorios de sus países. Al hacerlos inhabitables o al estallar las guerras civiles o surgir las crisis económicas o políticas, se produce el éxodo rumbo a nuevos horizontes… Las economías desarrolladas deben ayudar a desmantelar la bomba demográfica del tercer mundo, propiciar la erradicación del analfabetismo y la insalubridad mediante precisas estrategias de auxilio. En resumen: a pesar de las consecuencias políticas, económicas y sociales que ello pueda ocasionar deben ceder parte de su ahorro público, sacrificar las tasas de crecimiento domésticas en beneficio de su propia estabilidad antes de que continúe la invasión de las calles europeas y norteamericanas y las circunstancias compliquen la convivencia civilizada.
El colonialismo de los siglos XVIII y XIX exige ahora a Holanda, a Bélgica, a Francia, a Reino Unido, inclusive a España y a Portugal, unas compensaciones fundadas en un sentimiento de derecho a la inmigración y a la ayuda por parte de sus antiguos súbditos. El caos político y cívico que propició Estados Unidos en Panamá, su participación cubierta o encubierta en la destrucción de El Salvador, los alcances de una Nicaragua devastada por la guerra civil y la intransigencia internacional, una Honduras entendida como Headquarters de la intelligentzia militar norteamericana en la región, la presencia de una Cuba y de un Haití hundidos en la miseria, sumados a las peligrosas tasas de crecimiento demográfico regionales, a la ignorancia, al hambre y al analfabetismo y la insalubridad, bien pueden representar el cobro de una vieja factura que tendrá que liquidar Estados Unidos luchando contra una serie de invasiones cada vez mayores derivadas en buena parte de sus recurrentes actos de intervención en América Central que propiciaron la destrucción de las economías, de las estructuras políticas y de la moral local en los llamados despectivamente «Banana Countries«.
La política exterior norteamericana en Centroamérica se ve reflejada actualmente en su frontera sur. El hambre y la ignorancia, las miserias demográficas y económicas de la mayoría de los países de América Central llaman a su puerta en busca de la satisfacción de apremiantes necesidades.
En el México de 1950 éramos 25 millones de mexicanos: en el 2018 llegamos a 130… México ha logrado reducir sus tasas de crecimiento demográfico muy a pesar de la resistencia de la iglesia apostólica y romana, sin embargo, sobreviven 50 millones de mexicanos en la pobreza. La marea humana del siglo XX fue de tal intensidad que fue imposible dotar de aulas, empleo, camas de hospital y obras de infraestructura a la población que arrasaba como un furioso huracán las posibilidades de bienestar de la nación. ¿Falló el neoliberalismo? No, falló la planeación demográfica que devastó la realidad a su paso…