LECCIONES DE ECONOMÍA
Por: Javier Enrique Delgado P.
Economista-MBA-PhD ( c ) jotaedepe@gmail.com
“Teoría Económica en tiempos del COVID-19”
Seguimos en cuarentena, a lo largo y ancho de Hispanoamérica los países han tomado decisiones, los picos de contagio no se alcanzan y la situación ha requerido tomar medidas extremas. Estos momentos de confinamiento preventivo nos invitan a varias reflexiones que empezaremos a tratar con la profundidad y la rigurosidad que la extensión de esta columna lo permita.
Aquí en casa compartimos el espacio tres personas y hemos creado un entorno de prácticas que combinan la lectura, el trabajo académico, la meditación y el ejercicio físico, con la plena conciencia de que debemos mantener ocupada la mente y al mismo tiempo mover el cuerpo buscando hacer cierta la premisa de las Sátiras de Juvenal “Mens sana in corpore sano”. Claramente las actividades que nos generan el ingreso para adquirir los bienes y servicios que requerimos para satisfacer nuestras necesidades se han reducido y esto afecta directamente nuestra capacidad de completar nuestra canasta de consumo, lo cual ha empezado a influir en el cambio de nuestras preferencias. Siguiendo con la intención de este espacio, voy a explicar desde las teorías económicas y administrativas como se analiza esta situación.
En una economía de mercado existen dos roles que los agentes económicos desarrollamos, el de producción y el de consumo. Ambos roles buscan maximizar su felicidad, que en economía se mide en “útiles” es decir, maximizar su utilidad. El productor busca vender sus bienes y servicios a un precio que le permita cubrir sus costos y generar un excedente que representa su ingreso y el consumidor busca adquirir una cantidad de bienes y/o servicios que le generen plena satisfacción de sus necesidades con la restricción del ingreso disponible que tiene para ello.
Cuando se encuentran productor y consumidor en el mercado, se inicia un diálogo, una negociación donde ambos ponen de manifiesto sus intenciones y se llega a un acuerdo, se dice entonces que el mercado queda en equilibrio cuando se pacta la transacción. Es este diálogo libre y espontaneo que hace que el mercado se equilibre lo que Adam Smith denominaba “La Mano Invisible”. Esto en teoría suena sencillo, pero en la realidad existen demasiadas variables que pasan por la mente de ambos actores, es aquí donde nos encontramos con las teorías del comportamiento y la sicología tanto del productor como del consumidor. Un punto a considerar dentro de la teoría de consumo son las preferencias, las cuales son un determinante de las decisiones de compra.
Es este aspecto, las preferencias, la que trataremos en esta oportunidad. Debemos empezar por entender de manera simple como se han caracterizado las decisiones que tomamos para ser felices. Abraham Maslow, un sicólogo de la teoría administrativa estableció una escala piramidal y jerárquica de las necesidades humanas; en la base las necesidades fisiológicas de supervivencia, luego aquellas de seguridad seguidas por las de amor y pertenencia, autoestima y finalmente a la autorrealización personal. Para Maslow las decisiones debían orientarse a satisfacer una a una las escalas de la pirámide con una natural restricción de avance, si no se satisfacían las fundamentales no podía el individuo seguir escalando en la pirámide de sus necesidades. Dice la teoría económica que las decisiones que tomamos están supeditadas por la dicotomía entre infinitas necesidades y recursos escasos, pero mi interpretación es que no son infinitas las necesidades sino los elementos (bienes y servicios) satisfactores, lo único cierto es la escasez, pero esta situación no es un problema sino una realidad.
En este sentido, cada persona construye su canasta de consumo basada en sus preferencias las cuales tienen origen en sus propias reflexiones sobre sus antecedentes culturales, geográficos y experienciales, es decir, cada uno decidimos que queremos y como lo queremos para sentirnos satisfechos. A pesar de la validez de la teoría de Maslow, a mí personalmente me gusta más la aproximación de otro sicólogo estadounidense, William Glasser, quien mantenía la misma denominación de las necesidades, pero no en una estructura jerárquica piramidal sino en una circular integral. Les dejo ese dato para que lo exploren.
Toda esta teoría solo para llegar a una reflexión, los hábitos de consumo se han modificado en estos tiempos de confinamiento, ya las teorías de mercado sobre diferenciación de marca están en entredicho, las familias pensamos en adquirir los elementos necesarios para la supervivencia y dejamos de lado la adquisición de bienes y servicios superfluos y cuando vamos al supermercado no nos fijamos en las marcas sino en el abastecimiento de elementos necesarios. (aunque aún me pregunto el impulso de algunas familias por atiborrarse de papel de baño)
Estos cambios en las preferencias nos llevan a una transformación de hábitos, re pensarnos como sociedad, de repente acercarnos a los postulados de Diógenes de Sínope y la Escuela Cínica, vivir con lo estrictamente necesario y que los bajos niveles de ingreso sean suficientes para satisfacer nuestras necesidades, pero esto no debería ser un sacrificio o una situación de dolor, es una oportunidad para transformar la manera en que llegamos a los niveles más altos de la pirámide de necesidades sin llegar a los niveles de acumulación de cosas probablemente innecesarias. Desde mediados de los años 90 se viene hablando de una tendencia que vale la pena considerar, La Simplicidad Voluntaria. Buscar la felicidad en las cosas simples, en la autorrealización por la vía de la intelectualidad, la innovación sostenible, la permacultura y las relaciones cordiales de intercambio.
Reflexión, la canción del Chileno Julio Numhauser nos sirve de banda sonora para este artículo y estos momentos; Cambia, todo cambia. Y si no cambia, el planeta lo hará a pesar nuestro.