Los números de la pandemia | Las cifras que cuentan y que nadie cuenta
Hasta Mayo del 2021 en esta pandemia se han registrado más de 170 millones de personas contagiadas con Covid-19. De esos casos casi 4 millones han muerto. Estados Unidos sigue siendo el país con mayor cantidad de contagios y decesos, le siguen India y Brasil en el segundo y tercer lugar.
Estas cifras, y cualquier estadística de cualquier país, están a un click de distancia, basta con googlear y allí estarán las cifras que cuentan de la pandemia, al menos en términos estadísticos. ¿Pero y las cifras que realmente cuentan? las que no se pueden contar en números, sino en lágrimas, en historias y en ausencias.
Hay una cifra que me toca de cerquita en esta pandemia, se llama Maria Teresa, es mi mamá, quien perdió a uno de sus más grandes amores, su único hermano, mi tio Efrén. Mi Tío cumplió 80 años el 1 de Enero 2021 y el 13 de Enero lo apagó el Covid-19. Mi mamá lo llora todos los días, cuenta historias de mi Tío que ya todos conocemos, pero que amorosa y respetuosamente volvemos a escuchar.
Mi Tío era un personaje, brillante, lúcido y jocoso, tuvo 6 hijos y a sus 80 años tenía novia. El solo suma un uno (1) a las estadísticas de fallecidos del Estado Lara en Venezuela, pero las cifras que realmente cuentan son: María Teresa (su hermana), Magdiela, Mauricio, Sophia, Roccio, Eleazar y Eduardo (sus 6 hijos), Nidia (su novia), Thamara (a la que llamaba su sobrina favorita), y todos los familiares y amigos que lamentamos su partida.
Otro número que suma uno (1) a las estadísticas en Venezuela, pero que en realidad no es uno, son Evelyn y 4 hijos. Ivanna que con dos años y medio ya tiene todas las fotos que tendrá con su papá. Rusbel faltará en las fotos de cumpleaños, días del padre en el colegio, graduaciones escolares, navidades, y su ausencia se sentirá en el día a día. Están otros 3 hijos que lo disfrutaron un poco más, pero a quienes también su papá se les fue muy rápido.
A Evelyn se le fue su amigo de toda la vida, su esposo, el padre de sus hijos, su compañero, su socio en la vida y muchas veces en los negocios. Ella no añade un número a una estadística, ella es una viuda, una mujer a la cual le cambió la vida, una madre a la que ahora le toca llorar calladita y ser valiente para sonreír ante sus hijos. Le toca ser fortaleza estando quebrada, este número uno entonces se llama: Evelyn (su viuda), Rutmar, Diego Alejandro, Jesus Eduardo e Ivanna (sus 4 hijos).
Puedo seguir contando en letras, en nombres y apellidos, en historias, en dolor, en fotos incompletas de ahora en adelante. Hay muchas historias como las de mi Tío Efrén o como la de Rusbel, que no son dos personas, son 6 hijos y una hermana, son 4 hijos y una viuda, y aún hay personas que parecen casi burlarse de esta tragedia.
Personas que no acatan una cuarentena, que hay que disponer de fuerzas policiales, de esposas y de días de arresto para que se les quiten las ganas de ir a bailar o irse en Carnavales para la playa o para una celebración tumultuosa en medio de una pandemia. Sorprende tanto desenfado y temeridad.
El único país de latinoamérica que durante esta pandemia registra un importante porcentaje de vacunación en su población es Chile, incluso por encima de Estados Unidos, de hecho están de primeros en el ranking mundial de porcentaje de población completamente vacunada.
En el resto de latinoamérica, luego de Chile con el 44,4% de su población vacunada, viene Colombia con el 6,8% y después Argentina con el 6,7%, ya después de eso no estamos en el mapa. Quizás esto no lo sepan buena parte de los latinoamericanos, y esto aunado a la falta de rigor que solemos imprimirle a estas cosas, no me luce muy alentador el panorama, la verdad no le veo pronto fin a la pandemia.
La responsabilidad personal y colectiva no se ponderan en porcentajes, las cifras de contagios, de muertes o porcentajes de vacunación de la población, son meramente informativas. No hay vacuna para la conciencia y la empatía, no hay mascarilla que pueda tapar la burla de muchos ante esta pandemia.
Confiemos en la ciencia para la vacunación, y confiamos en Dios y en el amor al prójimo para la sanación.
Ojalá que no te haga falta un muerto en casa para quedarte en ella.