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Marvin, de 32 años, y su hija Joselyn, de ocho, salieron la madrugada del 10 de julio de un empobrecido caserío en la zona rural del municipio Verapaz, al este de San Salvador, con la esperanza de llegar a Estados Unidos y mejorar su vida.
Según su familia, que también habita en Verapaz, González adquirió una deuda de 4,000 dólares con un «coyote» (traficante de personas) que los llevó hasta suelo estadounidense.
Al interior de su vivienda de lámina, su padre, de 73 años, aseguró que le había advertido a su hijo sobre los numerosos riesgos de la ruta, luego que, en junio, un salvadoreño y su hija murieron ahogados en el río Bravo, que separa México de Estados Unidos.
«Yo le decía no te vayas, muy peligroso, mirá lo que sale (en las noticias). Pero él me decía que la pobreza aquí ya no se aguanta», dijo a Reuters el padre. «Él quería buscar una mejor vida, a ganar un poquito más y ayudarle a la familia», agregó.
Marvin, que hasta hace unos días trabajaba en una fábrica de concentrado para animales, tenía la intención de llevar a su pequeña hija a Carolina del Norte a vivir con su mamá, de quien se había separado años antes. Luego, buscaría su propio camino.
Sin embargo, padre e hija fueron detenidos la noche del 31 de julio por las autoridades fronterizas de El Paso, Texas.
Al día siguiente, ambos fueron trasladados a Lordburg, Nuevo México, donde González tuvo un colapso en el área de las duchas, por lo que fue atendido con reanimación cardiopulmonar y luego transferido vía aérea hacia un centro médico, según la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos.
A pesar de los esfuerzos, Marvin falleció.
La nueva muerte se produce en momentos en que el gobierno de Donald Trump presiona a México y a varios países de Centroamérica para frenar los flujos migratorios.
«YA NO TENGO EL SUEÑO DE IRME»
Tras conocer la noticia, Norma Palacios, actual esposa de Marvin, mira con tristeza las fotos del bautizo de la hija de ambos, Tifany, hace unos años. En su vivienda, de madera y separada por paredes de cortina, ella guarda la camisa de fútbol con la que Marvin jugaba cada fin de semana.
La delgada mujer de 23 años aseguró que el plan era que Marvin se estableciera en Estados Unidos para que luego ella y Tifany pudieran unírseles en el país del norte.
«Nuestro sueño era estar juntos allá, pero ahora con lo que sucedió, yo sola no tengo el valor de irme. Ya no tengo el sueño de irme. Vamos a tener que luchar y trabajar para salir adelante. Pero ir allá, ya no», dijo a Reuters.
Huyendo de la pobreza y la violencia, miles de centroamericanos emprenden un largo y peligroso viaje a través de México en busca del sueño americano en Estados Unidos, pese al recrudecimiento de las políticas migratorias del presidente Donald Trump.