Voilà George Clooney!
Ejerciendo la liviandad. Aún no acaba el verano y una amiga me sugirió dejar los artículos de mayor profundidad para bien entrado septiembre, “la gente anda de vacaciones, no quieren leer cosas complicadas”. Este relato surge, además, de una observación que me hiciera la otra noche un amigo durante una tertulia en su casa cuando le dije que a veces me cuesta encontrar nuevos temas, “los relatos aparecen sin esfuerzo con solo observar a las personas y objetos que te rodean en tu día a día”.
Éramos seis y pasábamos de un tema a otro, comenzando por los temas de actualidad que más nos ocupa a quienes vivimos en España y particularmente en Barcelona, para luego seguir con los asuntos que conforman la cotidianidad de cada quién. Pero en medio de nuestra animada conversación, mis ojos se iban una y otra vez hacia la escultura de un rinoceronte de color azul que me llamaba poderosamente la atención pues parecía transmitirme unos rasgos de personalidad más acorde con la especie humana que la que corresponde al reino animal. Me resultaba extrañamente cercano y me sorprendió el afecto que comenzaba a sentir por este personaje tan curioso.
Le pedí a mi amigo que nos contara la historia detrás de su interés por adquirir esta pieza. He aquí su relato… Hace unos meses su galería inauguró la exposición Ornamente, Realidad Animal Humanizada, siendo uno de los protagonistas el rinoceronte azul. Obsesionado por el rinoceronte azul, al cabo de un tiempo, se dirigió al taller de los artistas con la intención de comprarlo. Le dijeron que tendrían que hacerle otro pues la escultura que había formado parte de la exposición la habían prestado para un comercial con George Clooney y la habían devuelto con algunas ligeras raspaduras. “¡No! Me lo llevo tal cual está.” Y así, se ha convertido en costumbre llegar a su casa y sobarle la cabeza a “George”…
Efectivamente, las historias aparecen dónde uno menos las espera.