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Sección: “Storytelling a la carta por Luisa Himiob”

  Eterna Estambul 2/4   

Algunos seguidores me han comentado que han quedado encantados con los comentarios y anécdotas sobre mi amigo Osman, llamado el último otomano. La explicación de quién fue este personaje la encontrarán en el artículo de la semana pasada (link a continuación). Siempre son bienvenidos los comentarios y solicitudes que pueden hacerlos directamente en la página de Noti-America o a mi correo pues creo que las historias cobran valor cuando se comparten. ¡Gracias infinitas a todos mis lectores!

http://noti-america.com/site/2018/07/09/seccion-storytelling-a-la-carta-por-luisa-himiob-4-2/

 

Eterna Estambul 2/4

Pienso en Constantinopla, y en el Imperio Otomano…siglos de Papas y Sultanes…invasiones y conquistas. ¿Cuántos países cuentan con 8 vecinos y tiene costa en 4 mares? No aparece por ahí Alejandro Magno, ni Constantino I, o Solemán el Magnífico. Y, sin embargo, siento la presencia de Osman al recorrer la avenida arbolada entre Santa Sofía y la Mezquita Azul; arbustos verdes que todavía no aceptan la llegada del otoño y de carritos con cerros de granadas abiertas, maduras y espléndidas en su brillo y color rojo.

Estambul es una ciudad con un tráfico bárbaro y un ambiente de modernidad y opulencia, evidente en los coches que circulan y la vestimenta de las mujeres. De aquella herencia centenaria quedan las edificaciones, pero en las calles no se honra la figura del Sultán sino la de Kemal Atatürk. Recuerdo cuando Os me dijo, sin sombra de amargura, “El progreso le ha sentado bien a Estambul”.

Nada cambia y todo cambia.

Rápido recorrido por lugares que merecen más calma y tiempo. Santa Sofía, una vez la catedral más grande de la Cristiandad, luego transformada en mezquita, ahora museo; y La Mezquita Azul, construida en honor a Mehmed II, donde todavía a las mujeres se les prohíbe entrar a la hora del rezo. Mujeres tapadas de pies a cabeza. Solo les veo los ojos, pero llevan bolsos Hermès mientras hablan por celular o instruyen a sus pequeñas hijas, -aun libres de llevar velo y burkas- en los rigores de la fe musulmán. 

 

 

 

 

 

 

           Luego, la frustrante visita -por alguna extraña razón el permiso para tomar fotos decía que “sí” a cámara pero “no” a trípode- a la Cisterna Basílica o Palacio Sumergido, llamado así por el valor arqueológico de las cientos de columnas con base de cabezas de medusas que datan del reinado de Justiniano I.

¡Al fin, Topkapi!…Centro político del Imperio Otomano y residencia familiar de los sultanes hasta que la corte y sede administrativa se mudaron al nuevo Palacio Dolmabahçe en1856.

Desde el gran portón de entrada hasta las edificaciones del palacio, caminamos un largo trecho de jardines con árboles centenarios, silente testigos de las idas y venidas de quienes fueron dueños de un imperio que se extendió por tres continentes y estuvo en el centro de las interacciones entre el Este y el Oeste por seis siglos. 

No me dejan tomar fotos dentro del pabellón que muestra las fastuosas vestimentas y joyas otomanas recuperadas luego del exilio del último sultán, abuelo de Osman; es algo que me dejó boquiabierta. Sin embargo, nos permiten entrar en el antiguo harén, hoy cerrado al público. En contraste con los elaborados ornamentos arquitectónicos y baldosas exquisitas, pudimos ver las ventanas enrejadas y algunas cerraduras que nos cuentan otra historia.

Hasta que visité Topkapi no comprendí el alcance de su herencia otomana. Durante una comida en Nueva York Os contó la siguiente anécdota:   “Un día quise caminar por los jardines de Topkai y entrar al palacio donde pasé los primeros diez años de vida. Me uní a un grupo de turistas, atentos a lo que les decía su guía. Hablaba de las fastuosas recepciones que se celebraban en el salón dónde nos encontrábamos. Levanté la mano y le dije, «Está usted equivocado. Aquí no se celebraban recepciones. Este era mi salón de juegos». Como no me identifiqué, el guía solo movió la cabeza de un lado a otro, con mirada y sonrisa condescendientes, ante el loco que había osado discutir su conocimiento histórico.”

 

 

  

Fotografías: Luisa Himiob

 

luisa.himiob@gmail.com

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