La paradoja del llamado insurreccional de Nicolás Maduro. Por: Emilin Piña Mogollon
NOTI-AMERICA.COM | FLORIDA
La paradoja del llamado insurreccional de Nicolás Maduro.
Cuando Nicolás Maduro habla de una “huelga insurreccional” o de una “república en armas” frente a una posible intervención de Estados Unidos, no está apelando a la razón ni a la realidad. Está, más bien, invocando un viejo recurso de los regímenes autoritarios: el miedo y la manipulación patriótica. Es un discurso calculado para presentarse como víctima de una agresión externa, cuando en verdad ha sido él quien ha agredido sistemáticamente a su propio pueblo.
La historia reciente de Venezuela desmonta cualquier posibilidad real de que los ciudadanos se levanten en defensa de quien los ha sometido durante años. ¿Cómo pedirle a un pueblo que se rebele en nombre de la libertad, cuando ha sido privado precisamente de ella? ¿Cómo esperar que los venezolanos salgan a las calles por un gobierno que les robó las elecciones, les arrebató el pan, les quitó el salario y los condenó a la miseria?
El llamado no busca defender la soberanía, sino preservar el poder. No es una convocatoria patriótica, sino una maniobra de supervivencia. Los autoritarismos suelen necesitar enemigos externos para justificar su propia represión interna. La narrativa de la “agresión imperialista” es el oxígeno político de un sistema agotado. Mientras más profunda es la crisis, más fuerte se vuelve el discurso del enemigo. Pero la realidad social venezolana no respalda esa retórica.
Los ciudadanos han sido víctimas de la persecución, del hambre, de la censura y de la corrupción. Han visto a sus hijos emigrar y a sus padres morir por falta de medicinas. Han sido testigos del colapso de los servicios públicos, del empobrecimiento masivo y del desmantelamiento de las instituciones. Ese mismo pueblo al que Maduro ahora llama a resistir una invasión es el que ha resistido, sin armas, una tiranía diaria mucho más devastadora que cualquier amenaza extranjera.
El ciudadano común no tiene ya fuerzas para seguir en una guerra que no le pertenece. Su lucha es por sobrevivir, por alimentar a su familia, por mantener la esperanza. Después de años de represión, torturas, encarcelamientos y exilios forzados, ¿qué sentido tendría empuñar un arma en defensa de quienes lo han despojado de todo?
Maduro habla de defender la patria, pero la patria no se defiende destruyéndola. No se protege la soberanía violando los derechos humanos, ni se preserva la independencia sometiendo al pueblo al miedo y la pobreza. La patria verdadera se construye con justicia, con instituciones sólidas y con respeto a la voluntad popular.
Pedirles a los ciudadanos una “huelga insurreccional” revela una desconexión profunda con la realidad del país. Es un intento desesperado de activar el nacionalismo frente al colapso de su legitimidad. Sin embargo, el venezolano de hoy está más consciente, más herido y escéptico. Sabe que la verdadera invasión fue interna: corrupción, impunidad, mentira y destrucción institucional. Por eso, el pueblo jamás marcharía por Maduro. en todo caso, marcharía para liberarse de él. Los venezolanos no necesitan una guerra para demostrar su amor por el país; lo demuestran cada día, sobreviviendo, resistiendo, soñando con regresar a una Venezuela democrática. Si algún día el pueblo venezolano se levanta en masa, no será para proteger al dictador, sino para recuperar la libertad que le fue arrebatada. Y ese día, la insurrección no será una consigna impuesta, sino una expresión genuina de justicia y dignidad.