El disparo emocional contra los inmigrantes (Clase Magistral) Por Braulio Jatar Alonso
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El disparo emocional contra los inmigrantes (Clase Magistral)
Por Braulio Jatar Alonso ( Noti- America)
Esa pequeña estructura cerebral llamada amígdala puede salvarnos la vida o separarnos de los demás en cuestión de milisegundos. Reacciona cuando siente peligro, pero el problema es que a veces interpreta como amenaza algo tan absurdo como un acento diferente, una forma distinta de vestir o simplemente alguien que no encaja en nuestra idea de lo familiar.
Este martes 28 de octubre exploraremos precisamente esto en la Universidad El Alba de Santiago, en una clase que no tiene nada de magistral en el sentido tradicional. No habrá PowerPoint interminable ni teorías abstractas. Lo que viviremos son experiencias que nos confrontan con una verdad incómoda: cuántas veces hemos reaccionado sin pensar y cuántas veces hemos escuchado antes de juzgar.
Me he pasado la vida observando cómo, sin pensarlo, las personas cooperan o se rechazan, se apoyan o se sabotean, asumen el liderazgo o se esconden detrás del grupo. Y lo más sorprendente es que todo esto ocurre antes de que intervenga la razón. Primero sentimos, después justificamos. Primero excluimos, después inventamos razones. Primero elegimos al líder, después racionalizamos por qué lo hicimos.
Las palabras son alimento emocional, pero también pueden ser veneno puro. Cuando alguien te dice «no cachai ni una» o «estás puro dando jugo», no solo te está criticando, te está alimentando con toxicidad. En cambio, cuando reconoce que «eres seco» o «eres una máquina», está nutriendo tu autoestima. Esta dieta emocional que consumimos a diario moldea nuestra identidad tanto como la mirada de los demás. Porque la verdad incómoda es que no somos solo lo que creemos ser, somos también lo que otros ven en nosotros. Las miradas externas actúan como espejos que validan, cuestionan o destruyen nuestra autopercepción.
La empatía no es ese sentimiento cursi de ponerse en los zapatos del otro. Es algo mucho más complejo y poderoso: la capacidad de comprender desde la mirada ajena sin perder tu propio equilibrio. Tiene tres dimensiones que pocas veces separamos conscientemente. La cognitiva, que te permite entender lo que el otro siente. La emocional, que te conecta sin ahogarte en sus problemas. Y la compasiva, que transforma toda esa comprensión en acción concreta. Porque ser empático sin actuar es simplemente voyeurismo emocional.
Durante la clase trabajaremos el concepto de dominio emocional, porque las emociones son energía en movimiento y cada palabra que escuchamos o gesto que percibimos puede disparar una reacción. El desafío no es convertirse en un robot sin sentimientos, sino dominar ese instante crítico entre el disparo y la respuesta. Los estoicos lo sabían hace dos mil años: controla lo que depende de ti y acepta lo que no. Los japoneses lo llaman kokoro, ese equilibrio perfecto entre mente, corazón y espíritu que te permite actuar desde la armonía interior incluso cuando todo a tu alrededor es caos.
Presentaremos también el proyecto Yad Ve Yad, «mano a mano» en hebreo, una propuesta radical: trabajar juntos sin borrar diferencias, sin exigir que el otro se adapte a nosotros, sino encontrándonos en ese espacio compartido donde la diversidad se convierte en fuerza. Porque integrarse no es adaptarse, es encontrarse. Y nadie se integra solo.
La escucha activa implica detenerse, observar emociones, silencios y gestos para entender lo que realmente se quiere decir, no lo que nosotros queremos escuchar. Cuando empatía y escucha se unen de verdad, la comunicación se transforma en diálogo real y ahí, solo ahí, nacen las mejores ideas y los vínculos humanos que resisten el paso del tiempo.
La próxima vez que tu amígdala te susurre que alguien es peligroso solo porque habla diferente, respira. Y escucha.