La importancia estratégica que el sudeste asiático tiene para Estados Unidos en su competencia global con China queda de manifiesto en el periplo que el secretario de Defensa norteamericano, el general Lloyd Austin, acaba de cursar a Singapur, Vietnam y Filipinas durante la última semana del mes de julio.
En cada uno de los citados países, el militar de Infantería y primer hombre de color en quien la Administración Biden ha depositado su confianza para dirigir la política de defensa nacional ha llevado a cabo una serie de encuentros de alto nivel y ha suscrito importantes acuerdos. Su gira ha sido el complemento a la primera ronda de viajes que, tras asumir su cargo a finales de enero, efectuó a Japón, Corea del Sur, India y Afganistán en la segunda quincena del mes de marzo.
Filipinas era una meta obligada. Durante la Guerra Fría fue el portaviones terrestre de Washington en Asía, donde la isla de Luzón acoge la base aérea de Clarck, el mayor estacionamiento permanente de las Fuerzas Armadas norteamericanas en el exterior. Otro destino tenía que ser Singapur, la perla de Asia, un rico aliado de máxima confianza posicionado a las puertas del continente más poblado del mundo. Ambas naciones del sudeste asiático son las que mantienen mayores y más sólidos acuerdos de cooperación con Estados Unidos en materia de defensa y seguridad. Vietnam fue el tercer país en la agenda, país sobre el que pesa la sombra de China en sus fronteras.
El escenario de mayor peso específico en el recorrido de Lloyd Austin ha sido Filipinas, la última etapa de su segundo viaje por el del Indo-Pacifico. Pero su primera escala, la estratégica ciudad-estado de Singapur, tenía una enorme importancia para el conjunto de su trayecto. Su discurso en el selecto Forum del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS) celebrado en el lujoso hotel Fullerton le sirvió para enviar claros mensajes a los miembros de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), a todos los países de la región y muy en especial a las autoridades de sus dos siguientes destinos en Hanói y Manila.
A sus 68 años, el veterano militar reconvertido a político que capitanea los asuntos de defensa del presidente Joe Biden puso de relieve que, como secretario de Defensa norteamericano, “estoy comprometido a busca una relación constructiva y estable con China, a trabajar con Pekín en desafíos comunes, en especial ante la amenaza del cambio climático”. “No pedimos a los países de la región que elijan entre uno y otro” (China o Estados Unidos), subrayó.
Aprovechó para recalcar su concepto de “disuasión integrada”, la piedra angular sobre la que gira la nueva política exterior del Pentágono. En esencia, una especie de coctel de hard power y soft power, que exige poseer los mejores sistemas de armas, herramientas de inteligencia artificial y computación cuántica, sumado a los nuevos dominios del espacio y el ciberespacio, todo ello aderezado con ayudas para preservar el medio ambiente, luchar contra el cambio climatológicos y la protección de la salud, ahora centrada en la vacunación contra el COVID-19. Con todo ello confía en poder garantizar la seguridad global de su país y de sus aliados, logrando que los adversarios de Estados Unidos se piensen dos veces el hecho de llevar a cabo una acción agresiva.
Las palabras de Lloyd Austin tuvieron eco en el palacio de Malacañán, la residencia oficial del presidente de Filipinas, Roberto Duterte, con quien se reunió nada más llegar a Manila el 29 de julio. El enviado de la Casa Blanca quería dejar constancia del mayor grado de importancia que la administración Biden dice querer conceder a Filipinas, el aliado más veterano de Estados Unidos en la región, cuyo Acuerdo de Mutua Defensa se remonta a agosto de 1951.
Pero, sobre todo, el objetivo de Lloyd Austin era asegurar al presidente Duterte que, frente a las reclamaciones de soberanía que Pekín ejerce sobre la mayoría de los islotes y archipiélagos del Mar de la China Meridional, en detrimento de los países de la zona ‒entre ellos Filipinas‒, Estados Unidos “apoya a los estados costeros de la región en defensa de sus derechos bajo el derecho internacional”. Y también confirmar a título personal que el líder filipino ha dejado de lado el equilibrio que parecía querer mantener entre la ancestral alianza filipina con Washington y la constante presión de Pekín.
Y es que, para contentar al Gobierno de Pekín y rebajar la tensión generada por la presencia de centenares de pesqueros chinos en la Zona Económica Exclusiva filipina, el presidente Duterte amenazó en febrero de 2020 a Estados Unidos con denunciar o dejar caducar el llamado Acuerdo de Fuerzas Visitantes (VFA), en vigor entre los dos países desde 1999. Fue una declaración que en el Pentágono fue leída como un “golpe muy serio” para las relaciones entre los dos países, a la vez que un regalo para China.
El VFA es un convenio bilateral que establece los términos legales de la entrada y permanencia en territorio tagalo de personal y sistemas de armas de las Fuerzas Armadas norteamericanas para cooperar contra la insurgencia implantada de forma radical en Mindanao ‒la isla más grande del país‒, para apoyar operaciones de socorro en situaciones de desastre o para realizar maniobras con las unidades militares filipinas, alrededor de 300 cada año.
Al final, todo resuelto. Lloyd Austin abandonó Manila tras reunirse con el secretario de Relaciones Exteriores, Teodoro Locsin, y hacer una declaración conjunta con el secretario de Defensa Nacional, Delfín Lorenzana. El político filipino confirmó que el presidente Duterte había decidido mantener vigente la VFA y ambos expresaron la voluntad de los dos países de fortalecer su alianza y hacer frente de forma coordinada a las amenazas de China que perjudiquen los intereses de Filipinas.
Vietnam fue la etapa central del itinerario, la nación a la que el secretario de Defensa dedicó más tiempo y en donde sus conversaciones tenían un marcado matiz político a largo plazo. Se trataba de seguir sembrando paso a paso la confianza mutua entre Washington y Hanói, enemigos a muerte en la segunda mitad del siglo, pero ahora ambas naciones preocupadas por el expansionismo de Pekín.
Como muestra de buena voluntad, dos semanas antes de la llegada de Lloyd Austin a Hanói, Washington había donado 2 millones de dosis de la vacuna Moderna contra el COVID-19, que fue complementada con otros 3 millones durante su estancia en la capital vietnamita. Como contrapartida, fue recibido no solo por el ministro de Defensa Nacional, Phan Van Giang, sino también por el primer ministro, Pham Minh Chinh, e incluso por el recién designado presidente Nguyen Xuan Phuc, de 67 años, que había tomado posesión de su cargo el 5 de abril.
En el plano de los acuerdos, Washington ha recogido la petición del gobierno vietnamita, que quiere localizar los restos de sus desaparecidos durante la guerra de Vietnam (1955-1975). El Pentágono y otras agencias van a facilitar el acceso a la documentación y registros militares que obran en su poder para intentar dar satisfacción a las familias vietnamitas. Además, ambos gobiernos han acordado cooperar en el ámbito de la seguridad marítima.
¿Qué pasó en la primera escala de Lloyd Austin en Singapur? Se reunió con el ministro de Defensa, Ng Eng Hen, con quien trató sobre una posible ampliación de la presencia naval de Estados Unidos y del refuerzo de capacidades que el gobierno de la presidenta Halimah Yacob ‒cuyo mandato concluye en septiembre de 2023‒ presta a la flota norteamericana.
Singapur es uno de los mayores centros financieros y portuarios del mundo. Considerado el socio más fiable de Estados Unidos en el sudeste asiático, los principales acuerdos de defensa y seguridad entre ambos países fueron renovados en 2019 y permiten a los militares norteamericanos acceder, estacionar y sobrevolar su territorio y aguas jurisdiccionales. Singapur es uno de los grandes compradores de sistemas de armas de la industria norteamericana. Junto con Japón y Corea, es la única nación de Asía que tiene el visto bueno de Washington para adquirir avanzados cazas de quinta generación F-35 Lightning II. Son 4 aparatos, con opción a 8 adicionales.
Los F-35 serán recepcionados a partir de 2026 por la flota aérea de combate de Singapur, integrada en su totalidad por aeronaves norteamericanas Boeing F-15E Strike Eagle (40 unidades), F-16 Falcón (60) y helicópteros AH-64D Apache (20). La cooperación también abarca la formación y adiestramiento en Estados Unidos de los pilotos y técnicos de la Fuerza Aérea del país asiático, que ahora se ha ampliado a llevarlo a cabo en la base aérea Andersen de la isla de Guam, a 4.700 kilómetros de Singapur.
Los sistemas de misiles y buena parte de su armamento terrestre también son de procedencia norteamericana. Las compras de las últimas décadas mediante la fórmula gobierno-gobierno ascienden a 8.500 millones de dólares, a los que se suman otros 37.600 millones en adquisiciones directas de equipamientos, motores, electrónica y repuestos a la industria norteamericana, según datos de abril de 2021 del departamento de Estado.
Para seguir atrayendo a los países del sudeste asiático hacia el entorno de Washington, un tercer viaje previsiblemente llevará al general Lloyd Austin hasta Indonesia, Malasia y Tailandia.