¿Es que ahora da vergüenza tener novio?
NOTI-AMERICA.COM | VENEZUELA
En cuanto alguien dice “mi novio” en las redes sociales, la silencio inmediatamente. No hay nada que odie más que seguir a alguien que me gusta mucho y que de repente su contenido se convierta en «mi novio» a todas horas. Quizá sea porque, durante mucho tiempo, hemos vivido en lo que una de mis Substackers favoritas denomina Boyfriend Land: un mundo en el que las identidades online de las mujeres giraban en torno a las vidas de sus chicos, situación que rara vez se invertía. La habilidad de una mujer para encontrar y mantener a un hombre se recompensaba con el prestigio social y el elogio generalizado. La situación se volvió aún más agobiante cuando echarse novio se empezó a poder rentabilizar en redes sociales, bien con seguidores o, en niveles más serios, con beneficios económicos reales.
Sin embargo, más recientemente, se ha producido un cambio pronunciado en la forma en que mostramos nuestras relaciones en internet: lejos de presentar a bombo y platillo a la pareja, las mujeres heterosexuales optan por señales más sutiles: una mano en un volante, chocar copas en una cena o una nuca anónima. En el extremo más confuso, encontramos rostros difuminados en las fotos de boda o vídeos enteros editados profesionalmente para cortar al prometido convenientemente en todas las tomas. Cuando publican fotos, las mujeres de hoy están ocultando las caras de sus novios como si quisieran borrar el hecho de que existen, pero sin dejar de publicarlas.
Entonces, ¿qué está pasando? ¿Es que ahora nos da vergüenza tener novio? ¿O se trata de un fenómeno más complejo? A mí me da la sensación de que ahora las mujeres con novio quieren estar a caballo entre dos mundos: uno en el que puedan recibir los beneficios sociales de tener una pareja heterosexual, pero a la vez de un modo que no parezcan tan obsesionadas con sus novios como para ser unas apestadas culturalmente. «Quieren el premio y la celebración de la pareja, pero son conscientes de su normatividad», dice Zoé Samudzi, escritora y activista. En otras palabras, en una época de heteropesimismo generalizado, no queremos parecer constantemente volcadas en nuestros hombres, pero también queremos disfrutar de la posición que nos sigue otorgando tener pareja.
Pero no todo es cuestión de imagen. Cuando hice una consulta en Instagram a mis 65.000 seguidores, muchas mujeres me dijeron que, en realidad, eran supersticiosas. Algunas temían el «mal de ojo», la creencia de que sus relaciones felices desencadenarían una envidia tan fuerte que gafaría la relación. A otras les preocupaba que si se rompe la relación, todos esos posts siguen ahí. «Tuve una relación durante 12 años y ni una sola vez publiqué nada o hablé de él en redes. Hace poco rompimos y no creo que jamás vuelva a publicar nada de un novio», dice Nikki, de 38 años. «Aunque soy una romántica, creo que los hombres son capaces de avergonzarte incluso después de 12 años, así que presumir de ellos me parece una tontería».
Pero tanto las solteras como las que tenían pareja tenían la abrumadora sensación de que, independientemente de la relación, estar con un hombre era casi un placer culpable. En el pódcast The Delusional Diaries, liderado por dos influyentes neoyorquinas, Halley y Jaz, se debatió sobre si tener novio hoy en día es “de cutres”. «¿Por qué tener novio parece de republicanos?», rezaba uno de los comentarios más leídos, con 12.000 likes. «Los novios están pasados de moda. No volverán a estar de moda hasta que empiecen a comportarse debidamente», rezaba otro, con 10.000 likes. En esencia, como afirmaba otro comentario, “tener novio suele apagar el aura de una mujer”. Curiosamente, estas dos presentadoras tienen pareja, algo que veo a menudo en internet. Incluso las mujeres con novio se quejan de los hombres y de la heterosexualidad, en parte por sororidad, pero también porque ahora no está bien visto para nada o de tener un novio formal.
No solo se trata de imaginación femenina: el público se indigna al ver demasiados contenidos de novios y, al parecer, yo incluida (como indica mi reciente abuso del muteado). Cuando la escritora y colaboradora de Vogue Stephanie Yeboah presentó a su novio en las redes sociales, perdió cientos de seguidores. «Aunque siguiéramos juntos, ya no publicaría nada. Hoy en día, publicar constantemente fotos de tu pareja tiene un punto grimoso y de vergüenza ajena», me dice, y añade: «Hay una parte de mí que también se sentiría culpable de enseñar a mi pareja constantemente, sobre todo cuando sabemos que lo de las citas ahora mismo es un asco. No quiero que crean que presumo».
Sophie Milner, creadora de contenidos, también vio cómo mucha gente dejaba de seguirla al compartir una relación romántica. «Este verano, un chico me invitó a Sicilia. Lo publiqué en mi sección de suscriptores y me dijeron cosas como ‘¡por favor, no te eches novio!'». Admite que sus contenidos quizá resulten menos interesantes cuando tiene pareja. «Estar soltera te da la máxima libertad para decir y hacer lo que quieras. No le pasa a todas las mujeres, pero me he dado cuenta de que cuando estamos en una relación nos volvemos más anodinas y descafeinadas en internet, yo incluida».
De mis conversaciones, una cosa es cierta: el guion está cambiando. Estar en pareja ya no afirma tu feminidad; ya no se considera un logro y, si acaso, pronunciarse soltera es casi un gesto de orgullo. Como mujeres heterosexuales, nos enfrentamos a algo con lo que cualquier otra orientación sexual ha tenido que lidiar: la politización de nuestra identidad. Durante mucho tiempo, la heterosexualidad se ha considerado obvia, por lo que se ha criticado menos, tanto desde dentro como desde fuera. Sin embargo, a medida que nuestros roles tradicionales empiezan a desmoronarse, quizá nos veamos obligados a reconsiderar nuestra lealtad ciega a la heterosexualidad.
Obviamente, no hay que avergonzarse de enamorarse. Pero tampoco hay que avergonzarse de buscar el amor y fracasar en el intento, o de no intentarlo en absoluto. Y mientras nos replanteemos y critiquemos abiertamente la heteronormatividad, «tener novio» seguirá siendo un concepto un tanto delicado o incluso polémico ante el ojo público. Esto también ocurre en paralelo a una nueva oleada de mujeres que reivindican y romantizan su soltería. Si antes la soltería era un cuento con moraleja (acabarás siendo una «solterona» con un montón de gatos), ahora se está convirtiendo en un estatus deseable y codiciado, otro clavo en el ataúd del centenario cuento de hadas heterosexual que, para empezar, nunca hizo ningún favor a las mujeres.
