Una década de activismo por el Día de la Mujer y la Niña en la Ciencia: ¿cuánto hemos avanzado?
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NOTI-AMERICA.COM | ESPAÑA
En las últimas décadas, las mujeres han alcanzado importantes hitos en el mundo laboral. Sin embargo, su presencia en el ámbito científico todavía es reducida. El origen de esta desigualdad se remonta a las edades más tempranas. Desde la etapa escolar, ellas enfrentan mayores dificultades para seguir este camino. Cada 11 de febrero, el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia reivindica la igualdad de oportunidades en este campo.
Desde que la ONU eligiese esta fecha hace ya diez años para promover que más mujeres se incorporasen a las carreras científicas, han nacido multitud de iniciativas que trabajan con este fin. Una década después, ¿se han logrado los objetivos? La matemática y divulgadora Clara Grima, la astrofísica de la NASA Begoña Vila y la inmunóloga del CSIC Margarita del Val, tres mujeres españolas referentes en este ámbito, analizan en RTVE.es cuánto se ha avanzado.
A Clara Grima, las matemáticas siempre le han resultado divertidas, «porque no había que estudiar». La divulgadora incluso recuerda gritar de alegría al resolver una ecuación. La falta de referentes, sin embargo, impidió que se imaginase como matemática en un futuro. «No pensaba que fuese una profesión, porque no conocía a nadie que viviera de ello. De hecho, probablemente nadie había ido a la universidad en el barrio antes que mi hermano y yo», revela.
Margarita del Val, sin embargo, encontraba ejemplos en su propio hogar: sus padres eran científicos. «Siempre he sido muy curiosa. Me ha gustado mucho preguntar y he disfrutado aprendiendo de todo y compartiéndolo», cuenta.
El interés de Begoña Vila por el firmamento también comenzó pronto. «Mi madre siempre bromeaba diciendo que, como no era buena comedora, me sacaba para que comiera mirando al cielo», recuerda. En aquel momento, todavía no sabía qué existía su futura profesión.
Las tres científicas coinciden en que no recuerdan referentes femeninos en sus inicios. «Antes era muy difícil, aunque había mujeres increíbles, como Cecilia Payne-Gaposchkin, que dijo que el sol brillaba porque quemaba hidrógeno y hélio o Henrietta Swan Leavitt, que explicó que las estrellas que lucían más débiles estaban más lejos», explica Vila. Para ella, tienen especial valor, «porque lo dijeron a pesar de no tener apoyo».
Grima no tuvo ninguna profesora de Matemáticas en el instituto y solo una en la universidad, «y era de Física». Por eso, añade, su referente para hacer frente a la adversidad ha sido siempre su madre, «una mujer obrera que ni siquiera ha podido ir al colegio».
Del Val defiende que los ejemplos no deben ser únicamente mujeres con algún premio Nobel. «Cuando solo se destacan personas de mucho renombre, parece que lo han hecho todo bien en la vida y no es así. Todas hemos solicitado becas que nos han denegado», aclara. Defiende la normalización de las mujeres en todos los ámbitos de la ciencia, no solo para las niñas, sino también para sus familias y amistades: «Si te ponen pegas, te echa para atrás. Tienen que saber que ser científica no es aislarte de la sociedad».
La Fundación Inspiring Girls trabaja en esta línea, para conectar a las niñas y adolescentes con referentes. Su presidenta, Marta Pérez Dorao, defiende la importancia de reconocer a mujeres científicas más allá de Marie Curie, como Ada Lovelace, que escribió el primer algoritmo, o Hedy Lamarr, «que además de ser actriz inventó el Wi-Fi, algo que utilizamos a diario». Pérez Dorao insiste en la responsabilidad de las autoridades a la hora de modificar los materiales educativos para «darles la visibilidad de la que se les ha privado».
Las mujeres están desapareciendo de las matemáticas, algo que debería activar todas las alarmas, denuncia Clara Grima, preocupada por la escasa diversidad de «las personas más poderosas del mundo», propietarias de las tecnológicas. «No les hemos votado, nos controlan porque saben muchas matemáticas», advierte. Cree necesario que en esa élite estén representados todos los géneros, etnias, orientaciones e identidades sexuales, porque, de lo contrario, «la cosa se pone muy oscura».
Margarita del Val defiende que, en estos diez años, «ha mejorado el panorama, porque se ha normalizado», pero llama la atención sobre algunas carreras, como las ingenierías, donde aún escasea la presencia femenina y «las mujeres tienen que estar todavía más seguras de sí mismas para seguir».
Al inicio de su trayectoria, Vila recuerda que era complicado coincidir con otra mujer, aunque ahora es más frecuente. «Era habitual ir a dar una charla y ser la única. Sentía que no estaba preparada, pero tenía que superarlo. Con el paso de los años, te olvidas completamente», cuenta.
«Cuando miramos hacia atrás, todas tenemos ejemplos de haber trabajado de más para que te lo reconocieran», cuenta Vila. Margarita del Val recuerda sus años en Alemania y señala que existe una mayor discriminación que en el ámbito científico español.
“Tenemos que hacer esfuerzo extra y se confía más en hombres para puestos de responsabilidad“
A pesar de ello, insiste en que lo importante no es lo que ella haya vivido, sino que la discriminación hacia las mujeres en la ciencia es un fenómeno probado. «Tenemos que hacer esfuerzo extra y se confía más en hombres para puestos de responsabilidad», defiende.
Clara Grima todavía recuerda aquel día en el que un profesor, durante su etapa universitaria, le preguntó si no estaría mejor en la cocina de su casa, con su madre. «Yo ya le dije que mi madre no estaba cocinando en casa, sino limpiando escaleras para que yo pudiese estudiar», recuerda. La divulgadora cree que esta no es la principal forma de discriminación. Detecta, sin embargo, un profundo paternalismo.
La falta de referentes está profundamente ligada a la escasa visibilidad de las mujeres científicas. Begoña Vila denuncia que en muchos eventos no hay presencia femenina: «Es un poco extraño, porque tú sabes que existen y que son igual de buenas».
Algo similar sucede en los medios de comunicación, donde es habitual que los temas de Ciencia y Tecnología cuenten con fuentes principalmente masculinas. «Varias compañeras nos quejamos de que solo nos llamen el 11F», reclama Grima. A pesar de que existen directorios que pretenden otorgar visibilidad a las mujeres científicas, queda mucho camino por recorrer. «Cuando un periodista piensa en llamar a algún experto, el primer nombre que se le viene a la cabeza es un hombre, porque son los que siempre han estado ahí», explica la matemática. Entiende que es una cuestión de «rapidez e inercia», pero pide «más sensibilidad».
Vila coincide con este diagnóstico e insiste en que la escasez de mujeres en estudios STEM implica un problema a largo plazo: «Si las mujeres no terminan las carreras, va a haber menos donde escoger. Eso sí, las que consigan llegar probablemente serán muy buenas, porque se lo han trabajado extra».