Salud mental y generaciones jóvenes: la necesidad de establecer límites en un mundo «hiperconectado»
NOTI-AMERICA.COM | ESPAÑA
«Teniendo amigos, ¿quién necesita un psicólogo?», se pregunta Eva Díaz. Esta madrileña y estudiante de diseño asegura que ahora los jóvenes buscan en sus amigos un terapeuta con el que poder volcarse y las redes sociales como fuente de conocimiento. «Creo que es muy bueno, siempre que no deje de ser una primera línea», relata. Si bien el apoyo emocional es una piedra angular en las amistades, esta mayor visibilidad también ha traído consigo nuevas presiones, expectativas y desafíos.
Los expertos alertan del riesgo de la «fatiga emocional» o el aumento de autodiagnósticos impulsados por las redes sociales. Consideran que estas últimas están simplificando los problemas de salud mental y resaltan la necesidad de buscar apoyo profesional en lugar de depender solo del contenido digital.
En España, la salud mental ha ganado protagonismo en los últimos años, dejando atrás el estigma asociado para convertirse en una necesidad en salud pública. Asimismo, el aumento de problemas como la ansiedad y la depresión, sumado a crisis como la económica y la pandemia, han puesto el foco en el bienestar emocional de la población. «Siento que estamos en un momento muy bueno a nivel social.
Hace unos años, las personas se avergonzaban de ser vulnerables en ese sentido», afirma Eva, quien considera que hablar de nuestros problemas con nuestros círculos cercanos es algo cotidiano entre jóvenes. A esto, Paula Molina, estudiante de comunicación de 24 años, suma el tabú que cree que sigue existiendo en torno a la figura del psicólogo. «Aún persiste la idea de que quienes van a terapia provienen de entornos desestructurados o tienen trastornos mentales», añade.
La psicóloga Nerea Bárez de la Asociación Amalgama, considera que nos encontramos con un doble rasero. Esto ha creado una especie de presión social para estar constantemente trabajando en el «desarrollo personal» o en mantener una actitud positiva. Según afirma, esta exigencia puede ser contraproducente, ya que no reconoce que la salud mental fluctúa y que es sano no estar bien en ciertos momentos. «La sociedad nos empuja con la dictadura de la felicidad y a tolerar menos lo displacentero. Seguimos pensando que existen emociones buenas y malas, y estás últimas se acaban demonizando», añade. Algo que, Miguel Vélez, un joven productor, observa mucho en redes sociales. «Son un escaparate de idealización, en la que todo el mundo quiere desprender felicidad y perfeccionismo, aunque no lo esté pasando bien».
Guillermo Fouce, psicólogo en la Fundación Psicología Sin Fronteras, también considera que la sociedad en la que vivimos, en especial los jóvenes, buscan que los procesos terapéuticos sean cada vez más cortos. «Al buscar soluciones rápidas, se corre el riesgo de no abordar las raíces de los problemas y ofrecer únicamente alivios temporales», explica. Ambos expertos destacan que vivimos en una sociedad donde se valora la rapidez en la obtención de resultados, influenciada por la tecnología y las soluciones instantáneas.