Siete satélites de la Unión Europea vigilan el alcance de las explosiones, emanaciones de gases y ríos de lava que el rabioso volcán Cumbre Vieja proyecta sobre la isla canaria de La Palma y sus gentes.
Las siete plataformas espaciales forman una flota repleta de sensibles microondas, cámaras ópticas e infrarrojas y variedad de sensores medioambientales. Se desplazan a gran velocidad y con gran sigilo, de manera independiente unos de otros, recogen información de forma secuencial y complementaria y están controlados en sus órbitas alrededor de la Tierra por la Organización Europea para la Explotación de Satélites Meteorológicos (EUMETSAT), cuya sede central se encuentra en Darmstadt, Alemania.
Todos ellos contemplan impotentes como muchos centenares de viviendas y construcciones, cientos de hectáreas de cultivos y decenas de kilómetros de carreteras de la isla de La Palma son sepultadas por las lenguas de lava, que se tragan todo lo que encuentran en su lento e irregular camino hacia el mar. Por fortuna, los satélites graban en sus equipos informáticos de a bordo las imágenes y los datos asociados que observan, que luego descargan sobre antenas parabólicas en tierra.
De forma inmediata, son recogidos e interpretados por los analistas del Servicio de Gestión de Emergencias de Copernicus, una constelación de satélites europeos de nombre Sentinel dedicados a la observación y seguridad del medio ambiente de la Tierra. Con su cuartel general en Ispra ‒pequeña población a unos 70 kilómetros al noroeste de Milán‒, los especialistas vuelcan en mapas de situación los daños causados por la colada de magma del volcán, por ejemplo, sobre la red de carretas, edificaciones, tendidos eléctricos, conducciones de agua, colectores de residuos y otras infraestructuras.
Para que los responsables del Servicio de Emergencias de la Unión Europea emitan sus informes con rigor, la calidad de la información enviada desde la Armada de satélites se verifica en el Centro Europeo para la Explotación de las Misiones de Observación (ESRIN), institución que la Agencia Espacial Europea (ESA) posee en la localidad italiana de Frascati, a unos 20 kilómetros al sur de Roma.
En Frascati, un equipo de técnicos bajo la dirección del ingeniero español Ferrán Gascón está en contacto permanente con los analistas de Gestión de Emergencia en Ispra. El grupo al frente de Gascón comprueba de forma continua que los parámetros de los instrumentos que viajan en los satélites cumplimentan la calidad y el grado de información que señalan los requisitos predefinidos.
Pero ¿cuáles son los satélites que vigilan al volcán Cumbre Vieja? La contribución de Bruselas está formada por los Sentinel-1A y 1B, satélites radar de apertura sintética en banda C (5,405 GHz) de 2,2 toneladas situados a 695 kilómetros de la Tierra. Lanzados en febrero de 2014 y de 2016, respectivamente, emiten señales que captan la superficie terrestre tanto de día como de noche, con independencia de la presencia de nubes, que atraviesan sin dificultad.
Sus imágenes son de gran precisión y permiten “medir las deformaciones que ocasiona el volcán en la superficie terrestre”. Los técnicos comparan las imágenes tomadas en fechas diferentes, con lo que “detectan como el volcán se hincha y deshincha en función del grado de su actividad interna”, recalca Gascón.
En el caso de las columnas de fuego que emanan lava en La Palma, el Sentinel-1 ha logrado medir como la zona alrededor de la boca del volcán “se hinchó unos 10 centímetros durante los días previos a la erupción”, lo que constata la “fuerte presión que el magma ejercía en su pugna por romper la cubierta de tierra y salir proyectada al exterior”.
La segunda pareja de ingenios espaciales que vigila el volcán son los Sentinel-2. Están dotados con instrumentos ópticos en los espectros visible e infrarrojo en 13 bandas espectrales distintas, a los que la oscuridad y las nubes sí dificultan la toma nítida de imágenes.
Pasan por la vertical de La Palma cada 5 días y proporcionan imágenes de gran cobertura con una resolución de 10 metros, con las que se determina con gran precisión la extensión de la colada de lava, así como la energía radioactiva emitida por el volcán. Están en el espacio desde junio de 2015 (Sentinel-2A) y marzo de 2017 (Sentinel-2B) a unos 780 kilómetros de altura.
También los Sentinel-3A y 3B están volcados sobre La Palma. De 1,2 toneladas y en órbita desde febrero de 2016 y abril de 2018, respectivamente, son semejantes a los Sentinel-2 pero están emplazados a 800 kilómetros. Sus cuatro instrumentos cubren un total de 30 bandas espectrales y las imágenes que captan “son de más baja resolución”, pero pasan con mayor frecuencia sobre La Palma, destaca Ferrán Gascón.
Todos los ingenios anteriores están complementados con el Sentinel-5P, que no es de observación sino que está dedicado a la vigilancia de la atmósfera terrestre. De 900 kilos y con solo uno en el espacio desde octubre de 2017, sus instrumentos miden desde 800 kilómetros de altura la concentración de gases contaminantes, como el dióxido de nitrógeno, metano, monóxido de carbono o aerosoles. En el caso de La Palma, detecta y mide las emisiones de dióxido de azufre, un gas que emite la boca del volcán y que en altas concentraciones resulta toxico para las personas.
Las mediciones de los Sentinel-1 sobre el volcán Cumbre Vieja y sus ríos de lava se complementan con las del nuevo ingenio italiano COSMO-SkyMed Seconda Generatione de la Agencia Espacial Italiana (ASI). Es un gran satélite radar también de apertura sintética de 2,2 toneladas emplazado a 619 kilómetros de altura, que en diciembre próximo cumplirá sus primeros dos años de vida en órbita.
Directivos de compañías españolas que desarrollan tecnología radar confirman que están trabajando en series interferométricas de tomas de imágenes de largos ciclos, con la intención de poner a punto sistemas de previsión que alerten de la inminencia de desastres como el que asola a una parte de la isla de La Palma.
Copérnicus es el programa de observación de la Tierra desde el espacio más ambicioso a escala mundial. Fue concebido por la Unión Europea en colaboración con la ESA para proporcionar datos, información e imágenes actualizadas, de gran calidad y de acceso fácil y gratuito a la comunidad internacional, para mejorar la gestión del medio ambiente, comprender y mitigar los efectos del cambio climático y garantizar la seguridad ciudadana.