Guerra de sexos a través de una cultura marcadamente masculina
Noti-América (España)
Madrid,España
Desde nuestra cultura, marcadamente masculina se han institucionalizado por medio de la educación y la socialización normas y reglas a seguir en cuanto al género en lo referente a creencias, rasgos de personalidad, actitudes, valores, conductas, actividades y asignación de roles que diferencian a hombres y a mujeres. Estas diferencias influyen en nuestra forma de pensar, sentir y actuar e implican diferencias y jerarquías entre ambos sexos. De esta manera se ha creado a lo largo de las generaciones el término masculinidad y feminidad exigiendo que los hombres sean “masculinos” y que las mujeres sean “femeninas”, rechazando todo tipo de “mezcla”, es decir, se espera que los hombres sean marcadamente masculinos y por tanto nieguen y rechacen de sí todo tipo de rasgos femeninos, al igual que se espera que la mujer se eduque siendo mujercita femenina rechazando todo tipo de masculinidad en sí misma.
Lo masculino significa el poder racional y económico, lo agresivo, dominante, fuerte, duro, poco sensible al sufrimiento, intelectual, viril, con sentimiento de superioridad, quien protege y procura, centrado en el trabajo, en ganar dinero y en obtener éxito, con un alto índice de negación y rechazo hacia lo femenino. Es el hombre quien sabe y resuelve todo y tiene la capacidad de “salvar” a la mujer.
Lo femenino implica el poder de lo emocional y sensible en el ámbito familiar y doméstico, la que cuida y nutre. La mujer debe ser frágil, sensible, tierna, sentimental, receptiva y sometida ante la autoridad, que en su caso pertenece al hombre.
La guerra entre los sexos inicia cuando surgen estas imposiciones entre hombre y mujer ya que se convierte en una guerra de poderes.
Debido a que desde la sociedad no se ha comprendido, y por lo tanto tampoco aceptado, que las características masculinas no son exclusivas del hombre ni las femeninas de la mujer, es que debe hablarse con mayor propiedad respecto de la correspondencia del par sexo-género antes que de una simple diferencia de géneros. Desde este punto de vista, lo que se evalúa y juzga es si el hombre es el masculino y la mujer es la femenina, condenándose como una incongruencia al hombre-femenino y a la mujer-masculina.
Cada persona tiene la posibilidad de descubrirse como verdaderamente es, sin roles, sin estereotipos y aceptarse como es con sus virtudes y debilidades y a no querer ser quien no es. Es una propuesta hacia la liberación de cada individuo a encontrar su autenticidad y desde ahí a conocer y aceptar a las otras personas como son y no como deben ser.
Darse cuenta y salirse de los estereotipos, del mundo de imagen y de lo que debe ser permite una comunicación sincera entre unos y otros y con ello relaciones amorosas más libres, flexibles y auténticas. La guerra entre sexos pierde sentido ya que cada parte tiene la posibilidad de conocer, comprender y aceptar al otro desde su realidad específica y con ello su sentir, pensar y actuar que en cada caso es único e individual. Esto hace posible el encontrarse frente al otro no como una “media naranja” sino como un ser completo capaz de compartir y caminar junto al otro.
Liberarse de los estereotipos por la cultura significa ser más auténticos, más personas y menos roles impuestos por una sociedad que no les ha permitido ni desarrollarse como seres libres ni integrarse como los seres que somos: femeninos y masculinos en un solo ser, lo emocional y racional en uno solo.
En #opinion por la Dra.Claudia Behn desde USA
Instagram @claudia.behn.eschenburg
Fotografía: elconfidencial