A Zidane nadie le va a echar del Real Madrid. Vaya esa reflexión por delante de todo lo que se pueda contar que pasó en Kiev. La derrota (2-0) ante el Shakhtar fue la foto perfecta de lo que lleva arrastrando el equipo desde los tiempos de Lopetegui. Quizá antes. Todo tapado y bien tapado por destellos de victorias, títulos y alguna goleada. Podemos recordar a Cristiano. Su marcha. Su enorme agujero que no han sido capaces de tapar todos los albañiles que iban a jugar al fútbol como nunca lo habían hecho.
La conjura para ganar la última Liga fue la excepción que confirma la regla de que algo falla en la Casa Blanca del fútbol mundial. El proyecto es bueno. Los jóvenes tienen talento. Hay buena piedra en la que pulir a los futuros campeones. Pero la transición no tiene timonel. El barco se hunde mientras las obras del Bernabéu siguen tocando… a su fin.
El Real Madrid lo pasa mal a su manera. Cuando la mediocridad tomó el palco y el banquillo con Ramón Calderón y Schuster, respectivamente, fueron capaces hasta de levantar una Liga que ya les había dejado preparada Capello. En julio fueron capaces de ganar otra. Opinión impopular: el fútbol del equipo que dominó Europa hace unos años no pasará a la historia. Pero sabía competir. Sabía ganar. Hizo valer el peso del escudo. Ya no queda nada de aquello.
El fútbol que le ha faltado al Real Madrid lo ha suplido con calidad, grandes jugadores, compromiso. Con Cristiano Ronaldo y la exigencia que provocaba en sus compañeros. Ahora le falta la pizarra que tanto aborrecen los jugadores. La que se cargó a Benítez y a Lopetegui. La que paró la llegada de Conte o, quién sabe, si de Mourinho. Los pesos pesados que tanto han dado al Real Madrid no ven el momento de dejar paso. Los contratos son largos y las fichas altas. Fuera del Real Madrid no es que haga frío, hiela. Zidane tiene mucho que agradecerles. Marcelo e Isco son dos ejemplos. La excesiva soltura con la que se mueve Ramos en el campo tampoco debería ser permitida. La cuenta atrás para su renovación ha empezado. Si firma, será a pesar de Florentino Pérez, que sabe que no puede desprenderse de él. Si se va, quizá desatasque la posibilidad de empezar una nueva etapa. Gracias por todo.
Volviendo a la Champions. El Real Madrid depende de ganar al Mönchengladbach en Valdebebas para pasar a octavos. Incluso podría ser primero de grupo después de todo. Y seguir tapando. También podría acabar último y evitar arrastrar su nombre por la Europa League. Todo lo que no fuera ganar esa competición sería una catástrofe equiparable a que te remonten en Roma o en Liverpool una eliminatoria de Champions. Bíblico.
Da igual la alineación. Si hay un nueve o un falso delantero. Si falta Ramos o se necesita a Benzema. Valverde o Casemiro. Vinicius y Rodrygo. No importa si Asensio no ejerce de estrella. Los jugadores sacarán adelante el partido contra los alemanes en el Di Stéfano sin duda. El alambre en el que se mueve el Real Madrid es cada vez más fino, pero sigue sujetando al equipo. Otra palada de fútbol rácano para que no se vea el problema de fondo.
Al Barça se le han juntado una crisis institucional y una económica. En lo deportivo, la inercia de lo que fueron y Messi hacen que no se desmorone todo. En el Real Madrid no se duda de la hoja de ruta de Florentino Pérez. No hay público que abochorne a los directivos y ponga en su sitio a los jugadores. Tampoco hay un fútbol recurrente en el horizonte al que encomendar la temporada. Pasará lo que los jugadores quieran. Y pasará sin que Zidane se atreva con la revolución francesa del vestuario. El siguiente en la lista viene con el madridismo puesto. Raúl.