Las provocaciones turcas continúan sucediéndose en el mar Egeo, alimentando una escalada entre ambos países que va teniendo cada vez menos posibilidades de ser frenada. El último episodio tiene que ver de nuevo con la emisión turca de tres télex de navegación que cubrirían aguas griegas, en respuesta a la militarización que está llevando a cabo Grecia en algunas de las islas frente a la costa turca. Esta militarización de las islas griegas es, a ojos de la diplomacia Turquía, contraria a los tratados firmados entre ambas partes a lo largo del siglo pasado.
El propio Ministerio turco de Asuntos Exteriores tiene publicado en su página web un comunicado advirtiendo de que la militarización de determinadas islas griegas vulnera los acuerdos internacionales firmados. Estos serían: el Tratado de Lausana de 1923, tras el fin de la Primera Guerra Mundial, la Convención de Montreux de 1936, el Acuerdo de Paz de París de 1947 tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. Pese a que esta militarización ha ido cobrando protagonismo recientemente, Turquía viene denunciando estos hechos desde hace décadas.
Por su parte, la diplomacia griega asegura que es precisamente la Convención de Montreux de 1936 la que anula la desmilitarización de algunas de las islas – Limnos y Samotracia – en el Tratado de Lausana de trece años antes. Eso habría sido reconocido por el propio ministro de Asuntos Exteriores turco ante la Asamblea Nacional en julio de 1936. De la misma forma a ojos griegos, las islas de Quíos, Samos, Ikaria y Patmos tampoco tendrían un estatus de desmilitarización debido al Tratado de 1923, las tres primeras no aparecerían en él, y la última, Patmos, ni siquiera se encontraría bajo dominio griego hasta la firma de la paz con Italia tras la Segunda Guerra Mundial. Respecto a las islas del Dodecaneso, Turquía reconoce la posibilidad de que existan fuerzas de seguridad vinculadas al control doméstico, pero asegura que Grecia excede esa posibilidad al contar con presencia de aeronaves y buques de guerra en el entorno de las islas.
La pugna por la presencia militar en las islas griegas es simplemente un nuevo pretexto para seguir avanzando en una confrontación diplomática que, a pesar del esfuerzo diplomático de otros actores, como Reino Unido o la propia OTAN, no se consigue frenar. Grecia, además, siente que su posición ha ganado consistencia tras el apoyo de Francia, tanto diplomático como militar, ya que se han firmado durante este año acuerdos de colaboración y de adquisición de material militar.
En este sentido, las fuerzas navales griegas y turcas son ciertamente parejas, dado el control al que se someten ambas Fuerzas Armadas para contrarrestar las nuevas capacidades que se van adquiriendo. El último ejemplo ha sido el de la adquisición griega de los modernos F35 estadounidenses, aviones que, además, en este caso, formaban parte de una pre-compra turca – Turquía formaba parte del grupo inicial de países que había participado en su desarrollo – y cuya compra fue finalmente rechazada por Estados Unidos, algo que supuso también la expulsión de Turquía del proyecto, debido a los últimos movimientos llevados a cabo desde Ankara y que en Washington han sido vividos con preocupación.
El uso de estos télex de navegación (NAVTEX) por parte de Turquía para presionar y tensionar las relaciones con Grecia no es la primera vez que se produce y, visto el desarrollo que está teniendo el conflicto, de momento enmarcado en el ámbito político y diplomático, tampoco será la última. La disputa por las aguas territoriales, el interés de Turquía en los recursos energéticos de las aguas del Mediterráneo, y la injerencia en conflictos regionales cuyas consecuencias repercuten más allá de la propia Grecia – movimientos migratorios, inestabilidad política, etc. – están facilitando a la diplomacia griega el posicionamiento en organizaciones como la OTAN pero, sobre todo, la Unión Europea, donde además el papel de Francia tiene un peso vital, y es donde, precisamente, el país galo está tratando de ejercer su influencia para frenar esta deriva turca o, al menos, aplicar una serie de sanciones que ahoguen a un país que ha visto en esta huida hacia delante, una forma de gestionar sus diferentes problemáticas y crisis internas.