La UE acaricia su ‘momento hamiltoniano’ ante la crisis del Covid-19 por: María G. Zornoza
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Cuando los dos motores económicos de la Unión estornudan, Bruselas se mueve. La propuesta presentada por Francia y Alemania está lejos de ser una realidad. El eje franco-alemán ya no es suficiente en la mesa de negociación comunitaria. Pero su movimiento envía un enorme mensaje político y hace desaparecer tabúes hasta la fecha impensables de cara a la integración del proyecto europeo. En Bruselas ya hay quienes hablan de un «momento hamiltoniano» para la Unión.
El historiador Timothy Garton Ash resume así la relación del eje franco-alemán en la UE: “Los franceses quieren, pero no pueden; los alemanes pueden, pero no quieren”. La Constitución europea, la intervención en Libia, la reforma de la Eurozona o los equilibrios en los presupuestos europeos. Es cierto que Berlín o París no acostumbran a ir de la mano en la mesa de negociación europea.
Pero cuando el motor de la Unión estornuda, Bruselas se mueve. La propuesta de Merkel y Macron sobre un fondo de recuperación de 500.000 millones de euros está lejos de ser una realidad. Países Bajos, Austria, Dinamarca y Suecia no han tardado en escenificar su oposición a este impulso de solidaridad europea. Pero los frugales se quedan muy debilitados al perder a Berlín –que aporta en torno a un 27% del presupuesto europeo- en su equipo.
París y Berlín toman las riendas de la UE frente a la parálisis de la Comisión Europea. Tradicionalmente, el Ejecutivo comunitario presentaba una propuesta ambiciosa y después eran las capitales en el marco del Consejo Europeo las que se peleaban y rebajaban las expectativas. En esta ocasión, las dos potencias económicas del bloque se han adelantado, condicionando la respuesta de Ursula von der Leyen (que llegará el próximo 27 de mayo), a la policrisis del coronavirus.
Coreografía excepcional en tiempos de excepcionalidad. Ya lo aventuraba el ex ministro italiano Mario Monti: “No se trata de la dolce vita. Se trata de la vita”. La del coronavirus en poco se asemeja a la crisis financiera de 2008, a los rescates de Grecia o al juego de culpas por la mala gestión de fondos. La pandemia global afecta a todos los Estados miembro, aunque de forma muy dispar. Y sus consecuencias en la conciencia de los ciudadanos, su estilo de vida y economías europeas amenazan con dejar cicatrices duraderas que pueden marcar el rumbo de la UE.
Así, la Alemania de la troika, del ‘nein’ a la deuda compartida, del rechazo a crear un presupuesto común para la zona euro o del Tribunal Constitucional que pone contra las cuerdas al TJUE da un volantazo de altura en la carrera por reformar el bloque comunitario. La canciller Angela Merkel cede a transferir el dinero a los países más golpeados por el virus a través de transferencias no reembolsables. Un hito en el club de los ortodoxos. El medio billón se financiaría a través de deuda conjunta emitida en el marco de los presupuestos comunitarios.
En Bruselas ya se habla de un momento ‘hamiltoniano’ en referencia al primer secretario del Tesoro de Estados Unidos, Alexander Hamilton, que consiguió mutualizar la deuda de los estados con las arcas más sacudidas por la guerra de la independencia. “Si se confirma la propuesta con hechos es muy importante porque marca un momento hamiltoniano en esta crisis. Tiene un valor político innegable. Veamos si es hamiloniano o no, pero es muy importante”, afirman fuentes diplomáticas. Que prosiguen: “Si sale adelante, Alemania puede darse cuenta de que es mucho más inteligente hacer política económica que monetaria en la UE”.
Tras la sacudida del Brexit, el aumento de los populismo o el debilitamiento de la relación transatlántica, la UE tiene la oportunidad de fortalecer su integración tras la crisis del coronavirus. Aunque propuestas como SURE, el fondo de rescate o el paper franco-alemán están concebidos para el tiempo y costes derivados de la pandemia, sí pueden sentar un precedente que haga desaparecer las líneas rojas tradicionales. En el otro lado de la moneda, el riesgo es que ciudadanos y Gobiernos se vuelvan más proteccionistas tras el paso del virus.
Históricamente, una iniciativa conjunta de París y Berlín era garantía de éxito en Bruselas. Pero esto no ya no es suficiente. Los hanseáticos han ocupado el espacio que deja el Reino Unido en el freno a la integración europea. También Visegrado marca las marchas en medio de derivas autoritarias, ataques a la UE o problemas de corrupción. No obstante, este escenario no nubla la importancia de esta nueva propuesta, que verá el infierno en la negociación de los detalles.
La esencia del proyecto comunitario nace de la aproximación de Francia y Alemania. Los gobiernos europeos, decididos a evitar otra terrible contienda, llegaron a la conclusión de que, poniendo en común la producción de carbón y acero, la guerra entre Francia y Alemania, rivales históricos, resultaría «no solo impensable, sino materialmente imposible».
“Europa no se hará de una vez ni en una obra de conjunto: se hará gracias a realizaciones concretas, que creen en primer lugar una solidaridad de hecho. La agrupación de las naciones europeas exige que la oposición secular entre Francia y Alemania quede superada, por lo que la acción emprendida debe afectar en primer lugar a Francia y Alemania”, reza la declaración de Schuman, que acaba de cumplir su 70º cumpleaños.
La importancia de un timón europeo en tiempos de crisis sin precedentes y en ausencia de liderazgos claros es más importante que nunca. Por ello, la iniciativa franco-alemana es una buena noticia para el bloque comunitario y para la solidaridad europea. Envía un mensaje político muy firme, pero todavía está lejos de materializarse en una realidad. El eje Francia-Alemania es imprescindible, pero no ya suficiente.
Fuente: aquieuropa.com