En una Unión Europa sin coronavirus… por: María G. Zornoza
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Euroórdenes, suplicatorios, confererencias del futuro de Europa o el eterno Brexit. Son temas que han centrado la actualidad europea durante meses, sino años. Estaban llamados a marcar la agenda política de estas semanas, pero el coronavirus los ha desplomado del calendario. ¿Cómo sería una Unión Europea sin Covid-19? De momento, este diario no saldría tal día como hoy. Pero en lugar de desconectar en una playa, muchos europeos tienen la vista en el crucial Eurogrupo de esta tarde.
En una realidad paralela esta periódico no saldría el Jueves Santo. Buena parte de los europeos se encontrarían empaquetando sus maletas. De camino a sus segundas residencias, a las playas del sudeste asiático o a países costeros. Los hoteles de España colgarían el cartel de completo y las cremas de protección solar desaparecerían de los supermercados. Hoy, en los tiempos del coronavirus, son los geles de desinfección los que cuelgan el ‘agotado’. ¿Cómo sería la UE si el Covid-19 no hubiera frenado en seco su agenda?Echemos la vista atrás al 28 de enero de 2020. El bloque comunitario registraba el primer caso de coronavirus no importado. Se trataba de un alemán que se había contagiado tras una reunión con un colega chino. Lo que ocurrió después es bien conocido. Italia comenzó a sumar casos a ritmos vertiginosos. Le siguió España. Llegó el confinamiento mientras el virus se dejaba ver por todas las capitales europeas. Dos meses después, la Unión Europea centra toda su energía y actividad en dar respuesta a la peor crisis que enfrenta desde su fundación.Como no podía ser de otra manera, el bloque comunitario y las capitales han redirigido toda su atención a hacer frente a esta pandemia global. Las políticas nacionales y europeas se encuentran en ‘stand by’. ¿En qué punto estaría el proyecto comunitario si el patógeno no hubiese hecho su aparición?Los 27 líderes de Estado y de Gobierno habrían celebrado el pasado 26 y 27 de marzo una cumbre europea que probablemente habría finalizado sin acuerdo, demostrando –de nuevo- las patentes divisiones sobre el Marco Financiero Plurianual (MFP) para el periodo entre 2021 y 2027 entre las capitales. Con mucha probabilidad, el Consejo habría pospuesto la decisión para más adelante. Pero el Covid-19 alterará también las cuentas europeas. La Comisión Europea prepara en estos momentos una nueva propuesta presupuestaria para adaptarla a los desafíos actuales. Es su ‘Plan Marshall’ de reconstrucción europea, aunque instituciones como el Parlamento Europeo han advertido de que este escenario es poco ambicioso y piden un instrumento paralelo para la reconstrucción europea.Los diarios europeos llenarían sus portadas con la marcha sobre las negociaciones post-Brexit en un mundo en el que Michel Barnier, jefe negociador del Brexit por parte europea, y Boris Johnson, primer ministro británico, no estuviesen contagiados con Covid-19. Las conversaciones para la relación futura están totalmente congeladas. La nueva paradoja que dejan estos tiempos inverosímiles es la cada vez más probable extensión del periodo transitorio más allá del 31 de diciembre de 2020. Un escenario que no era descabellado antes de la llegada del virus, pero que parece en estos tiempos el único posible. Barnier y su homólogo británico David Frost dibujarán la próxima semana un nuevo calendario del Brexit.Más volátiles y menos certeros son los acontecimientos en el tablero de ajedrez internacional. A comienzos del año parecía que el apocalipsis llegaría de mano de una guerra abierta entre Irán y Estados Unidos y no de una partícula invisible. Probablemente toda la maquinaria del Servicio Europeo de Acción Exterior que dirige el español Josep Borrell estaría centrada en aliviar las tensiones con Turquía y redibujar el acuerdo migratorio en lugar de esbozar planes para los países más expuestos y vulnerables al impacto del coronavirus. La impredecible Casa Blanca podría haber aumentado la tensión con Teherán en plena campaña hacia las elecciones presidenciales de noviembre. Y las cosas seguirían sin cambios en el impasse de la crisis política, humanitaria y económica de Venezuela.El Parlamento Europeo se habría reunido en febrero, marzo y abril en su coqueta sede de Estrasburgo, ahora reconvertida en un centro de atención para pacientes con coronavirus. Habría aprobado la enésima resolución sobre Venezuela e impulsado propuestas legislativas para paliar los efectos del cambio climático, urgir a los Estados miembros a consensuar una política migratoria o empujado por un presupuesto más ambicioso. Los eurodiputados no regresarán a la ciudad gala al menos hasta septiembre. Y los fogones de su edificio en Bruselas han pasado de alimentar a eurodiputados a proporcionar comidas a personal sanitario y personas sin hogar.Pero sobre todo, las miradas de la Eurocámara estarían puestas en su comisión de Asuntos Jurídicos (JURI) y su proceso en torno al suplicatorio de Carles Puigdemont, Toni Comín y Clara Ponsatí. La comisión no se reunió en marzo y tampoco lo hará en abril, por lo que el proceso de euroórdenes, que había sido el terremoto político en España durante meses, continuará paralizado. El Covid-19 también ha congelado las extradiciones de Lluís Puig y Valtonyc con vistas pendientes ya que los tribunales belgas han frenado su actividad por la pandemia.Los meses pasarían y la UE caminaría a su ritmo. En febrero estaba llamada a aparecer la Conferencia sobre el futuro de Europa. Bruselas busca con ella acercarse a los ciudadanos. Volver a ilusionarnos con el proyecto comunitario. Ahora la vía de demostrar el valor añadido de la UE pasa por dar una respuesta contundente a una pandemia que deja decenas de muertos en su suelo y amenaza con dejar una de las peores recesiones económicas en lugar de por una consulta online.Durante el mes de mayo, la UE celebraría en Zagreb la apertura de las conversaciones de adhesión con Albania y Macedonia del Norte. En lugar de ello, Bruselas perderá los nervios al asistir a las descoordinación en las capitales europeas en sus medidas para comenzar a aliviar el confinamiento.En definitiva, la UE habría continuado durante estos dos meses caminando con paso sigiloso. Posponiendo las decisiones al estilo “mañana, mañana” español. Con debates acalorados en la Eurocámara, algunos con mucho tinte nacional. Asistiendo a la desaparición política y progresiva de Angela Merkel. Y expresando lo muy “deeply concerned” que está sobre las violaciones de derechos humanos de rincón a rincón del globo. En su lugar asiste a la madre de todas sus crisis. Sus acciones ahora y no mañana serán cruciales para el porvenir europeo y el sentimiento de sus ciudadanos hacia el proyecto comunitario.