La salida de Zinedine Zidane del Real Madrid estaba cantada desde el mismo instante en el que Florentino Pérez le suplicó que retomase las riendas del equipo. Aquel favor del mes de marzo de 2019 tenía fecha de caducidad porque así lo quería el entrenador francés. Su regreso fue un favor al presidente que le llevó al Real Madrid en 2001 y que le dio la oportunidad de dirigir al equipo en 2016. Las tres Champions no pagaron del todo la deuda y Zidane tuvo que volver a regañadientes.
Florentino Pérez ha convertido al Real Madrid en un club caprichoso. Una plantilla de estrellas mundiales a la que no le vale cualquier entrenador. Futbolistas que pasan de vivir en la euforia a hundirse en la más profunda depresión. Que arrastran por esos vericuetos al aficionado que pasa de jurarles amor eterno a pedir que los vendan en cuestión de minutos. No debe ser fácil presidir a cientos de miles de almas ciclotímicas ni dirigir a un vestuario de egos acomodados al calor de un opulento contrato.
Zidane es el entrenador de este Real Madrid. El de Ramos, Marcelo, Isco, Modric, Kroos, Varane, Benzema… porque si la mayoría de esos jugadores va a seguir de blanco en la 21-22, Zidane es su entrenador. Las vacas sagradas del francés no van a dejar de serlo nunca. Con ellas ganó la Liga la temporada pasada, ha ganado la Supercopa, ha llegado a la semifinal de Champions y peleará por la Liga. Ramos jugó en Stamford Bridge ante el Chelsea porque Zidane no podía sentar al capitán. Marcelo ha tenido minutos cuando su estado de forma clamaba a gritos un cambio. La confianza en Benzema ha limitado la capacidad goleadora de Mariano.
Zidane pasará a la historia con estos jugadores. Una simbiosis de tres Champions que será difícil de repetir. Sin un fútbol brillante, pero apelando a la épica, a la experiencia, a no rendirse, a luchar, a intimidar a su rival… a ganar con el escudo. Zidane ha cuidado los laureles desde la más absoluta pasión. La capacidad de mirar cara a cara a Cristiano Ronaldo y a Miguel Gutiérrez y transmitirles las mismas ganas de ganar. Solo eso.
Florentino Pérez tiene motivos para hacer limpieza en el vestuario. Los jugadores se agarran a los contratos, pero el tiempo pasa y el club no llama. El caso de Ramos es el más evidente. Con la marcha de Zidane, el central sevillano es un problema para el próximo entrenador. Ya vetó la llegada de Conte cuando se hablaba de Mourinho. Modric y Kroos tocan al son del francés. Jugar en el centro del campo une porque no hay otra explicación para que Kroos siga a ese ritmo y Modric haya recuperado la forma. Benzema también será otro problema si el Real Madrid ficha un nueve con el que tenga que compartir área.
El futuro del Real Madrid existe. Mientras la Superliga nos deja la duda de si de verdad el fútbol esta arruinado, el club blanco tiene potencial para unos cuantos años. El medio plazo estaría asegurado, pero de aquí a una temporada el equipo tendría carencias serías de cara al gol. Como las tiene ahora. La cantera pide paso y a los brasileños no les queda tan grande la camiseta del Real Madrid. Un técnico que trabajase esos mimbres y devolviera a Hazard a su estado natural sería perfecto. Mejor aún si ese trabajo lo hace con Mbappé o Haaland metiendo goles.
Zidane cierra un ciclo. Una plantilla hecha a sí misma que nadie más puede dirigir. Si alguien va a romper esa pareja que sea por los dos lados. Una nueva etapa blanca necesita un nombre propio. Si no son los goleadores del momento ni la vuelta de Cristiano, lo mejor sería un entrenador. Florentino Pérez ha aprendido de los descubrimientos como Queiroz o Luxemburgo. También de las modas como Lopetegui o Benítez. Al sustituto de Zidane lo tiene en casa y se llama Raúl González… Blanco. Muy blanco.