Fuente: https://www.swissinfo.ch
El punto culminante de la semana será el viaje, el jueves y viernes a la capital china, de los funcionarios estadounidenses Robert Lighthizer, representante comercial, y Steven Mnuchin, secretario del Tesoro.
Ambos deberían reunirse con sus homólogos chinos, incluido el viceprimer ministro Liu He y el gobernador del banco central de China, Yi Gang.
Estos encuentros cumbre estarán precedidos desde el lunes de reuniones preparatorias dirigidas, del lado estadounidense, por el representante comercial adjunto Jeffrey Gerrish, precisó la Casa Blanca.
Esta vez, el ejecutivo estadounidense no mencionó la presencia de Peter Navarro, asesor económico del presidente Donald Trump, conocido por sus posturas intransigentes con China.
Es posible que Washington quiera tranquilizar a los chinos para preservar sus posibilidades de alcanzar un consenso después de más de un año de conflicto.
Un fracaso de las negociaciones significaría un empeoramiento de la guerra de aranceles que amenaza no solo a las economías china y estadounidense, sino también al crecimiento global.
Los economistas de todo el mundo han estado alzando la voz durante meses para evitar el impacto negativo de las tensiones chino-estadounidenses, ya que la economía mundial se alimenta del comercio de bienes y servicios.
– Salvaguardia –
Después de echar una mano de cal a fines de enero tras las conversaciones en Washington, la administración Trump echó otra de arena esta semana, repitiendo que «todavía había mucho trabajo» antes de que las dos principales potencias económicas del mundo logren superar sus múltiples diferencias.
Trump, quien había anunciado una reunión con Xi Jinping «en un futuro cercano», aclaró esta semana que no tiene planeado reunirse con su homólogo chino antes de la fecha límite del 1 de marzo.
Dejando entender no se llegará a un acuerdo para entonces, el presidente republicano acentuó la presión sobre la administración china, que tiene que lidiar con una realidad: la economía del país se está debilitando. El crecimiento registrado por el gigante asiático en 2018 fue incluso el más bajo en casi tres décadas.
La Casa Blanca ha sido clara: si no se llega a un acuerdo antes del 1 de marzo, los aranceles aduaneros sobre el equivalente a 200.000 millones de dólares en importaciones anuales chinas aumentarán del 10% al 25%.
No obstante, el presidente estadounidense también podría decidir retrasar el plazo dado lo que está en juego.
La hoja de ruta de los estadounidenses es ambiciosa: China debe poner fin a prácticas consideradas injustas, como la transferencia forzada de tecnologías estadounidenses, el «robo» de propiedad intelectual estadounidense, la piratería y los subsidios masivos a empresas estatales chinas para hacerlas líderes nacionales.
Es que en este conflicto se juega la posición dominante de los dos países en las tecnologías del futuro.
«La tecnología es la ventaja más importante que tenemos los estadounidenses. Somos innovadores, somos excelentes» en esa área, dijo Lighthizer a principios de diciembre en una entrevista televisiva.
Por su parte, Mnuchin, que prefiere «no especular» sobre el resultado de estas nuevas negociaciones, se hizo eco de una postura constante en las últimas semanas entre ministros y asesores de Trump: cualquier acuerdo debe ir acompañado de salvaguardias para asegurar su implementación, dado que a los chinos a menudo se les reprocha no cumplir con sus compromisos.
Otro asesor económico de la Casa Blanca, Larry Kudlow, aseguró que Lighthizer aplicará el principio de prudencia que Ronald Reagan hizo famoso durante las negociaciones de desarme nuclear con la Unión Soviética: «Confía pero verifica».