Educacíón financiera y ahorro; Lecciones aprendidas
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Educacíón financiera y ahorro; Lecciones aprendidas
Dr. Juan Diego Sánchez Sánchez, Ph.D
Asesor financiero, abogado y profesor universitario
La educación financiera suele ser un tema que parece ser de interés en términos generales, y difícilmente puede encontrarse persona alguna que esté en contra de ella, no obstante, cuando se analiza su aplicación, así como los hábitos financieros de las personas, suelen haber discrepancias. El tema no es ajeno a la situación vivida en tiempos recientes, donde la pandemia, más bien ha hecho ver las falencias que se tienen en esta área. Aunque han pasado varios meses desde la declaración de la situación pandémica, y aunque sus efectos en la salud en general han logrado mitigarse, sin duda las afectaciones económicas y financieras han sido evidentes, no solamente a nivel país, sino también en las finanzas personales y familiares.
Esta situación ha dejado en evidencia la importancia de implementar un hábito de ahorro en las personas, pues se he evidenciado como muchos individuos viven el día a día con el ingreso por concepto de salario o bien derivado de la prestación de un determinado servicio, más sin embargo, este ingreso, no solamente representa la única fuente de efectivo, sino que a la vez, parece ser insuficiente, o bien solo pertinente para afrontar los pagos y obligaciones del diario vivir, demostrando a su vez que cualquier variación en este flujo de ingresos afecta de forma directa el presupuesto financiero de la persona, su nivel de efectivo, e incluso puede ocasionar un incumplimiento de las obligaciones de la persona, que incluso pueden representar la pérdida de bienes adquiridos.
Con base en el punto antes señalado, ha podido observarse, lo que quizás pudiese llamarse como una falencia en materia de la educación financiera ligada al ahorro o bien la inversión, pues sin duda, el hecho de vivir el día a día con un ingreso, que muchas veces se encuentra comprometido, claramente puede ocasionar problemas en el flujo de caja de la persona.
Lo anterior denota la relevancia del ahorro, en especial al considerar este como un remanente generado a lo largo del tiempo, es decir, puede definirse el ahorro como la precisión de una reserva de dinero, la cual no debe utilizarse mas que para generar alguna otra inversión o bien para situaciones de urgencia, es decir, en palabras sencillas consiste en tomar una parte de los ingresos y destinarla como una reserva guardada en el banco, o incluso mejor en certificados o depósitos a plazo, con la salvedad que no debe utilizarse para gastos superfluos.
Aunque esto parece ser simple de entender, lamentablemente en la práctica no suele darse, pues el ahorro suele verse opacado por el gasto, a lo que es relevante indicar que no todo gasto es malo, pues claramente el gasto necesario es relevante, entiéndase la alimentación, vestido, vivienda, entre otros, no obstante, el problema radica cuando la persona en lugar de destinar el remanente libre de sus ingresos a un contingente de ahorros, decide gastarlo, muchas veces en bienes o servicios innecesarios, los cuales anquen sin duda agradables, no son necesarios para el sustento diario.
Aquí puede resaltarse lo que se conoce como el denominado sesgo de validación, en el cual una persona, a pesar de estar consciente de que un determinado acto (en este caso, un gasto en particular) no es correcto, suele auto-justificarse en función de validar dicho gasto, donde es común escuchar frases tales como “para eso trabajo”, “de todos modos el dinero es para gastarlo”, entre otras. Esto no debe malinterpretarse, en efecto, los gustos no están mal, pero el abuso de ellos, sin poder adquisitivo que los respalde, puede repercutir en hábitos que imposibilitan el ahorro.
Ahora bien, es importante señalar que el ahorro como hábito no requiere precisamente montos dinerarios altos, ni tampoco implica guardar semanal, mensual o en otro periodo, sumas altas de dinero. El ahorro como tal empieza desde lo más básico, aunque esto parezca ser insignificante, esto pues, así como el gasto hormiga (mínimos pagos) al final representan cantidades importantes, de igual forma el ahora en cantidades pequeñas va sumando, y permite obtener sumas relevantes en el mediano o el largo plazo. Este ahorro debe tener el objetivo de no ser utilizado para gastos dados para mantener un estatus, apariencia o simple disfrute cortoplacista, sino más bien para su uso en situaciones de urgencia, o bien para generar inversiones posteriores.
Aunque la literatura existente, y las opiniones de expertos son variadas, al menos en materia de ahorro, si parece haber alguna concordancia en términos de la cuantía del monto a hora, el cual usualmente se define entre un 15% a un 30% del ingreso de la persona, no obstante, el rango parece ser muy amplio, más sin embargo, establece un monto inicial sobre el cual puede precisarse este valor.
Es relevante en este punto establecer la diferencia entre ahorro e inversión, donde el primero implica el hábito de guardar dinero con el objeto de no utilizarlo para actividades de corto plazo o pasajeras, mientras que el segundo, no solamente implica el ahorro en cuestión, sino además el poner a trabajar ese dinero, es decir el lograr obtener un retorno derivado de esa misma suma dineraria. El ejemplo más simple acá es un certificado a plazo, donde simplemente se deposita el dinero en el banco, este no puede utilizarse por el tiempo que el depósito tarde, y al final el dinero se recupera integro, más el interés ganado por dicha inversión, claramente sin su correspondiente impuesto.
Siendo entonces que para generar el hábito del ahorro, primero, no es necesario iniciar con cantidades grandes de dinero, segundo, el monto destinado a su generación debe ser considerado como una obligación semanal, quincenal, mensual, o bien en un periodo específico, y tercero, el hecho de tener dinero ahorrado o invertido, no debe considerarse como un permiso para su gasto impulsivo, sino más bien como una reserva para tiempos de urgencia y necesidad. De forma que, y en caso de tener que afrontarse una situación donde el flujo de ingresos se vea disminuido, pueda contarse con este contingente o reserva que permita hacer frente a los días difíciles. Precisamente derivado de este concepto del contingente o reserva, y en función de lo acaecido con la pandemia, es que logra precisarse la relevancia de establecer hábitos de ahorro pertinentes.
Es así que puede señalarse que la pandemia ha dejado lecciones de relevancia, donde la primera es quizás a la vez la más preocupante, y detalla que muchas personas al no contar con el hábito del ahorro, tienden a vivir el día a día con el único ingreso que tienen, lo cual es complejo, pues al verse este reducido, toda su estructura de vida puede verse afectada. Segundo, el ahorro gestionado en el mediano o largo plazo permite contar con fondos adicionales que permitan al menos solventar y alivianar la carga financiera en tiempos de crisis. Tercero, con un ahorro sostenido en el tiempo, pueden generarse fuentes alternativas de ingresos, tales como inversiones, las cuales, aunque no necesariamente son generadoras de riqueza en demasía, sí pueden significar una buena forma de guardar el dinero y generar un interés mayor que el simple hecho de tener los fondos en cuenta corriente. Finalmente, el primer paso para llegar a una solidez financiera basada en un ahorro sostenido, empieza por una decisión, no es necesario esperar a que se incrementen los ingresos, sino con el simple hecho de guardar lo no gastado, ya es ganancia.
Si bien es cierto, el dinero suele ser visto como un bien únicamente, o incluso, dependiendo del enfoque, como un instrumento, lo cierto del caso es que su mal uso, y una mala o escaza educación financiera, repercuten en situaciones de vivencia lesivas para la persona, de acá resalta la relevancia de que temas tan simple como el concepto del dinero, su valor en el tiempo, y su buen manejo sean incluidos desde niveles escolares, esto como parte de la educación fundamental de las personas, permitiendo así una mejor concepción del efectivo y su asociación a hábitos correctos en su manejo.
Al final la disciplina genera el hábito, y una serie de hábitos permiten crear la cultura financiera saludable que se desea, donde el orden y la correcta gestión de los ingresos son las herramientas necesarias, pues al final la primera regla del dinero se encuentra en la misma Biblia “dar para recibir”, lo cual puede extrapolarse al ahorro e inversiones de igual forma, temas que de una u otra manera, repercuten en el beneficio financiero de la persona, que en esencia implicaría poder afrontar sus gastos de manera racional y congruente, en términos de la magnitud de sus ingresos, donde siempre debe respetarse la simple ecuación, en la cual los pagos nunca deben ser mayores a los recursos recibidos.