Guayaquil celebra el VIII Sínodo Arquidiocesano
NOTI-AMERICA.COM | ECUADOR.
Con una eucaristía, presidida por el Nuncio Apostólico en Ecuador, Mons. Andrés Carrascosa, inauguró el VIII Sínodo Arquidiocesano de Guayaquil, bajo el lema “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”.
Después de 27 años, este acontecimiento marca un hito en la vida eclesial y social de la ciudad. El Sínodo no solo convoca a los fieles católicos, sino que también se convierte en un espacio de reflexión y diálogo con la sociedad en su conjunto, en un momento en que Guayaquil y el país demandan unidad, esperanza y compromiso frente a la pobreza, la violencia y la exclusión social.
El Sínodo involucra a laicos, diáconos, sacerdotes y consagrados, en corresponsabilidad con los obispos. De esta manera, la voz de familias, jóvenes, profesionales y agentes pastorales se une a la de ministros ordenados, expresando la riqueza de vocaciones y carismas presentes en la Iglesia local.
En la sesión inaugural, el Cardenal Luis Cabrera, arzobispo de Guayaquil, recordó que la tarea más importante de esta etapa del Sínodo será transformar en acciones y recomendaciones concretas las respuestas recogidas en la primera fase.
“Nos aprestamos a vivir un nuevo Kairós en y para nuestra Iglesia guayaquileña. Jesús nos recuerda: el tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios está cerca (Mc 1,15). De nosotros depende ser canales de gracia o muros de obstáculo, puentes de salvación o barreras que oscurecen el camino. Es hora de decir a los pesimistas y apáticos que Dios sigue obrando de una manera sencilla, a través de quienes creen, esperan y aman con todo su corazón”, expresó.
El Cardenal concluyó invitando a los sinodales a recorrer esta etapa “con mente y corazón abiertos a las mociones del Espíritu Santo, y a responder, con alegría, valentía y generosidad a lo que Él nos pida para el bien de la Iglesia y de la sociedad”.
La Iglesia en Guayaquil reafirma que no está fuera ni por encima de la sociedad, sino dentro de ella como fermento, luz y sal está presente en la familia, la educación, la salud, la política y la economía. Su compromiso, a la luz de la Doctrina Social de la Iglesia, es seguir anunciando el evangelio de la vida, la equidad y la libertad, ofreciendo alternativas de esperanza en medio de los grandes retos del país.
