América Latina y el Caribe es la segunda región más propensa a desastres asociados a fenómenos naturales en el mundo. De hecho, uno de cada cuatro desastres registrados en los últimos 10 años, ocurrió en nuestra región (UNDRR, 2021), y los estudios prevén que la frecuencia y la intensidad de las amenazas naturales seguirán aumentando debido al cambio climático.
Sin embargo, estos eventos no golpean a todas las personas por igual. Las mujeres son desproporcionadamente más afectadas por desastres que los hombres, especialmente aquellas que viven en situación de vulnerabilidad. Según un informe del PNUD de 2019, al menos el 60% de las muertes en los últimos 20 años causadas por fenómenos climáticos extremos correspondió a mujeres. En tanto, la OCDE estima que las mujeres y los niños tienen 14 veces más probabilidades de morir por un desastre que los hombres.
¿A qué se debe esta alarmante disparidad? Varios factores influyen en este escenario, siendo uno de los principales la prevalencia de las mujeres en situación de pobreza. En 2022, por cada 100 hombres viviendo en hogares pobres en la región, había 118 mujeres (CEPAL). La alta fragilidad económica limita contar con recursos que facilitarían la posibilidad de escape o sobrevivencia cuando ocurre un desastre. Adicionalmente, las mujeres cabeza de familia en situación de pobreza tienen mayor probabilidad de asentarse en superficies más expuestas a amenazas naturales como, por ejemplo, suelos susceptibles a deslizamientos, ya que suelen ser terrenos de bajo costo. En el contexto rural, muy pocas mujeres logran acceder a recursos y financiamientos necesarios para adaptarse al cambio climático por no ser dueñas de la tierra, lo que restringe su capacidad para responder y afrontar los peligros naturales (UNDRR).
Debido a los roles de género prevalentes, las mujeres suelen asumir la responsabilidad del cuidado de menores de edad, ancianos y personas con discapacidad, por lo que pasan un mayor tiempo en las viviendas particulares, las cuales generalmente son más precarias que los edificios públicos o comerciales. En el caso de mujeres embarazadas o que hayan tenido un parto reciente, experimentan una movilidad reducida que aumenta las dificultades para trasladarse hacia una zona segura (IWPR).
Además, durante y después de los desastres incrementan los casos de violencia doméstica y sexual en mujeres. Incluso, muchas evitan usar los refugios por el temor de ser asaltadas sexualmente. Asimismo, la evidencia muestra que las mujeres y las niñas están expuestas a mayores riesgos que los hombres en los campos de refugiados que se levantan tras ocurrido un desastre (IUCN).
Reducción del riesgo de desastre con enfoque de género
El Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres (aprobado en 2015 por la Asamblea General de las Naciones Unidas) establece un plan de acción con cuatro ejes estratégicos para prevenir nuevos riesgos de desastres y reducir los ya existentes: (i) Comprender el riesgo de desastres; (ii) Fortalecer la gobernanza del riesgo de desastres; (iii) Invertir en la reducción de desastres para una mayor resiliencia; (iv) Mejorar la preparación para entregar una respuesta eficaz y para “reconstruir mejor” en la recuperación, rehabilitación y reconstrucción.
Aunque el Marco de Sendai no es explícito en cómo abordar la reducción del riesgo de desastres para diferentes grupos (por ejemplo, mujeres, niños o ancianos, o personas con discapacidad), es una guía marco de política pública que incentiva la participación integrada e inclusiva de todos los actores claves de la sociedad (UNDRR). Existen claras oportunidades de integrar el enfoque de género en cada uno de los ejes del plan de acción del marco de Sendai. Por ejemplo, (i) desagregar los resultados de las evaluaciones e indicadores de monitoreo de riesgo por género; (ii) realizar un diagnóstico de la participación de las mujeres en los procesos de toma de decisiones e incentivar acciones para asegurar su inclusión, (iii) integrar a las mujeres en el proceso de diseño de medidas estructurales y no estructurales para la reducción de riesgo y generar información sobre financiamiento con perspectiva de género; (iv) promover estándares internacionales con enfoque de género para la respuesta a los desastres, la recuperación y la reconstrucción con transformación.
En el BID estamos comprometidos a integrar a todos los grupos vulnerables en las iniciativas de reducción de riesgo de desastres en la región. En Brasil, por ejemplo, se ha llevado adelante una iniciativa para capacitar y empoderar a las mujeres en la gestión del riesgo, transformándolas en lideresas climáticas de sus comunidades y contribuyendo así a reducir la vulnerabilidad y fortalecer la respuesta a los desastres. En otro ejemplo, en Bahamas se apoyó un proceso de reforma de política que condujo a la incorporación en el texto de la Ley de Gestión del Riesgo de Desastres, recientemente promulgada por su Parlamento, la adopción de estándares humanitarios que consideren las necesidades de aquellas personas que son vulnerables debido a su género, edad, discapacidad, pobreza o desplazamiento.
Recordemos que no todos experimentamos el riesgo y los desastres de la misma forma, por lo que tomar acciones con enfoque de género es imprescindible para fortalecer la resiliencia a los desastres.
Fuente: BID