Once arrocero, ya tiene su escuela de fútbol
REDACCIÓN NOTI AMÉRICA (ECUADOR)
No son los mellizos Guillermo y Gustavo Barros Schelotto de Argentina. Tampoco los gemelos Julio y Jorge Dely Valdés, dos de las figuras más destacadas del fútbol de Panamá. Y, nada que ver con hermanos Van der Kerkhof. René jugaba en la posición de extremo derecho, mientras que Willy lo hacía como mediocentro. Los dos hermanos internacionales por Holanda jugaron casi toda su carrera juntos, empezando en el modesto Twente en 1970.
No. Y, nada que ver. Ellos son los mellizos Xavier y Joel Cedeño Morán (ecuatorianos y guayaquileños) quienes, en sus años mozos, practicaron el fútbol con acrisolada categoría, pero hoy y específicamente en Santa Lucía, recinto El Tamarindo, están inmerso con la redonda, pero en otra faceta … es decir, como directivos.
Tienen, en la cabeza, llevar a ese sector a la serie de privilegio y darles la oportunidad a miles de chicos para que se involucren en el quehacer deportivo. Su gestión altruista va más allá de una redonda. Ellos, apuntan a que los pequeños, primero tengan su espacio, que sean buenos estudiantes y que busquen un futuro halagador con la número cinco.
“Estamos decididos en fortalecer una idea dedicada a los chicos. Ellos son una esponja y receptan todo. Por eso, con mi hermano, tratamos de apoyar a un sector que requiere ayuda y no nos equivocamos. Aquí, existe gente muy linda y dinámica que aceptó nuestro proyecto y esperamos, muy pronto, ver los resultados”, señala Xavier, uno de los directivos.
Pero interrumpe Joel e indica que el trabajo es por y para ellos. Los mellizos se sienten comprometidos y sueñan con un Once Arrocero en la cúspide. “El grupo humano existe. Nuestro deseo de formar deportistas está. Incluso, el apoyo de sus representantes. Estamos golpeando las puertas a diferentes entidades para que se sumen a nuestro proyecto, que, en un futuro no muy lejano, vamos a obtener un representante dentro de la selección”, argumenta Joel.
La gestión de los mellizos Cedeño Morán es emblemática. De calidad. Noble y entregada a la causa. El apoyo es espontáneo. No necesitan lisonjas porque fuera de casa reconocen su aporte. Único, sincero y entregado por y para los chicos.
Incluso, cita una anécdota: “Antes, los padres sacaban a los hijos a palos de una cancha de fútbol. Hoy, los traen a palo”.
El tiempo sigue su marcha y ellos siguen derrochando carisma. Aceptación. Reciprocidad. Están claros que Once Arrocero, llegará lejos. Más lejos de lo que ellos al principio pronosticaban.
En cuanto al engranaje futbolístico y formación, de la naciente cantera, hay que señalar que está en buenas manos. Obviamente se trata del profesor Julio Vernaza Valencia quien tiene una trayectoria privilegiada y dotada de capacidad, talento al servicio de todos los jóvenes deportistas que tratan de emular sus pasos.
Es que Vernaza no es un improvisado en la materia. En sus años de futbolista la ofició de delantero. De esos nueve que ya no existen. Jugaban a la antigua, es decir, mordiendo las 18 yardas. Entrador y aguerrido como nadie y con olfato de gol.
Dice que se siente a gusto en con el proyecto Once Arrocero. “Es un plan muy serio. Con dos grandes dirigentes, como son los mellizos Cedeño Morán, y que, a no dudarlo, con su apoyo, muy pronto tendremos un equipo de quilates y competitivo”.
Manifiesta que el trabajo es arduo pero lo que más le gusta es la entrega de los muchachos: “Existe la motivación de los chicos. Los padres de familia colaboran para que estén en las prácticas y lo más importante, que tenemos un enorme grupo de chicos y jóvenes que tienen noción para jugar al fútbol”, argumenta el profesor.
En cuanto al tiempo para lograr los resultados fue enfático en señalar: “Cuando fui deportista, de equipos profesionales y de trayectoria, lo más importante era la disciplina y entrega. Hoy estos chicos emulan mis inicios. Ojalá, que, en un futuro no muy lejano, el Once Arrocero determine al nuevo 10 de la selección del Ecuador”.
La jornada se inicia con las palabras de bienvenida de los dirigentes del club. Joviales y entregados. Dinámicos y predispuestos. Fortalecidos de esa dosis que se llama deseos por ayudar a estos integrantes en un sector donde hace falta este tipo de recreación.
En Santa Lucía, recinto El Tamarindo, se come, sueña y respira fútbol. Así demandan las jornadas donde más de 60 deportistas entre niños y niñas buscan ganar su mejor forma e ingresar en este apasionante campo como es el fútbol.
El buen toque. La finta. El lleve y trae es a pedir de boca en el gramado que no le pide favores a nadie. Cada uno de sus puntos generan una grata tarea que recién empieza y que se espera frutos halagadores.
Once, Once, Once…Arrocero, es la barra y euforia que ponen los padres de familia, dirigentes, cuerpo técnico y de jugadores que ya sueñan con vestir la tricolor. Que este sueño, no acabe nunca.