¿Qué factores impulsan la migración rural en América Latina y el Caribe?
REDACCIÓN NOTI AMÉRICA (ECUADOR)
La historia de la migración en América Latina y el Caribe en el siglo XX y principios del XXI es la de un éxodo masivo de las zonas rurales a las ciudades. En 1960, menos de la mitad de la población de la región vivía en las ciudades. Para 2016 esa proporción se elevó por encima del 80%.
Es importante entender las motivaciones de este movimiento de masas. Mientras que algunas migraciones rurales son forzadas, impulsadas por eventos extremos como catástrofes climáticas o conflictos armados, hay un gran número de personas que abandonan sus hogares rurales por otros motivos. De hecho, siguen llegando en masas a las ciudades a pesar de que allí encuentran condiciones de trabajo y de vida a menudo muy deficientes. Pero, ¿qué les impulsa a emigrar? ¿Se trata acaso de la diferencia salarial entre el campo y los centros urbanos, incluyendo la posibilidad de tener un mejor sustento para sí mismos y sus familias? ¿O acaso se sienten más atraídos por factores no monetarios, como mejores servicios de salud y educación?
Migración rural en Brasil
En un estudio reciente analizamos estas cuestiones, examinando las ciudades de Brasil entre 1991 y 2010. Entre 2000 y 2010, 2.8 millones de personas en Brasil emigraron de municipios rurales a zonas urbanas (Gráfico 1). Esto equivale a casi el 30% de la migración interna a las ciudades, y al 9,7% de la población rural. Queríamos ver qué motivos impulsaban esta migración, ya que esto tiene importantes repercusiones para el diseño de políticas públicas, desde la creación de empleo urbano hasta las políticas de vivienda.
Gráfico 1: Migración interna de individuos en edad de trabajar
Brasil, 1970-2010
Una mayor concentración de personas en las áreas metropolitanas tiene efectos positivos sobre la productividad y el desarrollo. Pero también puede generar condiciones socioeconómicas difíciles para los migrantes, incluyendo altos niveles de subempleo e informalidad, mayor desigualdad, acceso limitado a los servicios públicos y mala salud. Estos inconvenientes, a su vez, pueden provocar más conflictos sociales y delincuencia. Entender las motivaciones de los migrantes puede ayudar a mitigar esos problemas y a garantizar que los migrantes logren integrarse con éxito en el tejido urbano, tanto en beneficio propio como en el de la sociedad en general.
Un punto de partida clave es una influyente teoría elaborada en los años 70 por John Harris y Michael Todaro. Estos economistas sostienen que la migración del campo a la ciudad continuará, incluso si el riesgo de desempleo es alto, siempre que el salario esperado en la ciudad (incluyendo la posibilidad de desempleo) sea mayor que en el campo. Harris y Todaro escribían en otra época y tenían en mente sociedades que seguían siendo predominantemente rurales, con enormes diferencias de ingresos entre las zonas urbanas y las rurales. Pero a medida que avanza la urbanización, esas diferencias disminuyen. Es probable que otras explicaciones importen más, por ejemplo, el acceso a los servicios urbanos, como la salud y la educación públicas. Nuestro objetivo era ver si la explicación tradicional de lo que impulsa la migración del campo a la ciudad sigue resultando útil para entender así el flujo continuo de migrantes rurales hacia las ciudades en una región que ya está altamente urbanizada como América Latina y el Caribe.
Una mirada a la brecha salarial como factor impulsor de la migración rural
Nuestro análisis reveló que en el Brasil altamente urbanizado, la brecha salarial esperada sigue siendo un buen indicador de la migración del campo a la ciudad, siempre que el salario esperado incluya también los ingresos potenciales del sector informal. Esto se ilustra mediante la línea roja en el gráfico 2, que muestra la distribución de la brecha salarial urbana-rural esperada (medida como la relación entre el salario urbano esperado y el salario rural) en las 449 ciudades de nuestra muestra. En este caso, el salario urbano esperado se calcula teniendo en cuenta los ingresos potenciales de los migrantes, tanto en el sector formal como en el informal, y la probabilidad de que acaben trabajando en cualquiera de ellos. La mayoría de las ciudades tienen una proporción cercana a uno. La migración que pudimos observar, en otras palabras, coincidió con aquella prevista por la brecha salarial esperada.
Gráfico 2: Relación de salarios esperados (urbano-rural)
Algunos observadores consideran que el sector informal urbano es una fuente de subempleo con escasas oportunidades económicas. Por el contrario, encontramos que los salarios informales son frecuentemente mayores en las ciudades que en las zonas rurales, y la posibilidad de trabajar en empleos informales urbanos es más un incentivo que un factor disuasorio para los potenciales migrantes.
También nos fijamos en el costo de vida. En Brasil en 2010, el alquiler medio de vivienda en las ciudades era casi un 200% superior al de las zonas rurales de donde provienen los migrantes. Esto significa que la ventaja salarial de trasladarse a las ciudades puede no ser tan grande en términos reales para los migrantes rurales. Estimamos la brecha salarial esperada entre las zonas urbanas y las rurales incluyendo la diferencia en el costo de vida entre las zonas urbanas y las rurales, según el costo medio de alquiler de vivienda en ambos tipos de localidades. La distribución de esta brecha entre las 499 ciudades de la muestra de análisis se indica en la línea azul del gráfico 2. Nuestra conclusión es que, aunque los potenciales migrantes consideren el mayor costo de vida en la ciudad, eso no los desalienta. La diferencia salarial real entre las ciudades y el campo sigue siendo un poderoso predictor de la migración. Además, es un predictor especialmente bueno en las ciudades cercanas a las zonas rurales de las que atraen a los migrantes y que están mejor preparadas para absorber los flujos migratorios.
Garantizar la integración de los migrantes rurales en las ciudades
La migración del campo a la ciudad es un fenómeno complejo, y no hay una explicación única que pueda captar la multiplicidad de motivaciones que impulsan a las personas a desarraigarse del campo y trasladarse permanentemente a las ciudades. Pero si la diferencia salarial prevista entre el campo y la ciudad sigue siendo un factor primordial para predecir la migración, como hemos demostrado, es probable que las mejoras en las oportunidades de trabajo en las ciudades fomenten este movimiento. Esto, a su vez, podría crear una situación en la que algunas economías urbanas podrían ser incapaces de absorber la afluencia de nuevos trabajadores, y estos acabarían desempleados o subempleados.
Este riesgo, que a menudo se denomina “paradoja de Todaro”, debe servir de advertencia. Esto implica que los formuladores de las políticas urbanas que intentan crear y formalizar puestos de trabajo, así como fomentar el crecimiento de los ingresos en las ciudades de América Latina —en particular, aquellas que son destinos probables de los migrantes del campo a la ciudad— deben tener en cuenta los efectos indirectos que sus políticas pueden tener en la decisión de emigrar de los trabajadores rurales. Trasladarse a la ciudad puede suponer una mejora en el bienestar de una persona. Pero la migración intensa y continua también puede generar mayores tasas de informalidad laboral y desigualdad, así como otros problemas sociales. También es probable que aumente la demanda de viviendas y servicios públicos, y la falta de planificación e inversión en infraestructura puede dar lugar a la expansión de barrios marginales y de otros tipos de barrios informales. Es casi seguro que la migración del campo a las ciudades continuará en América Latina y el Caribe. Las políticas de fomento del empleo urbano deben estar diseñadas para ofrecer oportunidades tanto a los actuales residentes como a aquellos que vendrán en busca de mejores oportunidades.
Fuente: BID