Reducir el estado señor presidente, no su credibilidad
REDACCIÓN NOTI AMÉRICA (ECUADOR)
El gobierno ha anunciado con total desparpajo que aumentará el total del rubro sueldos sin que le cueste más al Estado. Según la versión del gobierno, la consigna es incrementar la cantidad de servidores públicos y el consecuente costo, porque el PIB (Producto Interno Bruto) crecerá en mayor proporción. Así, la relación entre el gasto por sueldos y el valor del Producto Interno Bruto, simulará un menor costo salarial, mientras crezca el PIB. A pesar de ser un resultado ficticio, el gobierno decidió no reducir el tamaño del estado como prometió, y asumir esta antojadiza engañifa.
Pero para corregir el descalabro fiscal es imprescindible reducir el tamaño del estado, y no encubrir el concepto con relaciones porcentuales comparativas que solo esconderían el problema, manteniéndolo vigente y carcomiendo la economía del estado. Y es que reducir significa disminuir, aminorar, rebajar, restar, decrecer; por eso, reducir el tamaño del Estado implicaría disminuir la cantidad de asalariados que lo conforman, puesto que la afectación no es solo la carga económica derivada, sino especialmente la ineficiencia que genera el exceso de funcionarios dividiéndose una misma tarea para encubrir su injustificada contratación. La superabundancia de personal ha entorpecido el servicio público convirtiéndolo en una perniciosa y aborrecible maraña burocrática.
Acoger esta maniobra desatinada sería condenar al gobierno a la ineficiencia y a la dilapidación de los recursos económicos del Estado, desperdiciando el beneficio que supone para el pueblo una mejor redistribución de la riqueza. Me resisto a creer que un insigne Banquero, que construyó un imperio financiero a golpe de inteligencia, creatividad, determinación y sentido común, sea capaz de aprobar semejante disparate.
Reducir el tamaño del Estado no es provocar un problema social por los despidos implícitos; es hacer justicia para más de diecisiete millones de ecuatorianos que no pueden conseguir empleo porque una jauría de pipones consumen el dinero que el estado debería reinvertir para rescatar la economía.
Reducir el tamaño del Estado no es trastocar la funcionabilidad del sistema público, por el contrario, es recuperar la eficiencia perdida por ocultar la inutilidad de un personal sin funciones.
Reducir el tamaño del Estado es disminuir la cantidad de elementos nocivos que se cobijan bajo su protección, a costa de desamparar a todo un pueblo que además tiene que pagar el sueldo de aquellos que impiden que el Estado pueda generar empleo para todos.
Reducir el tamaño del Estado es permitir el abastecimiento de medicina para los hospitales, reactivar los centros de diálisis, los de enfermedades catastróficas y de trasplantes; readecuar y equipar las escuelas rurales, cubrir las obligaciones con el Seguro Social y los jubilados; asignar recursos suficientes al Ministerio de Agricultura para rehabilitar el agro; y tantas otras urgencias.
Finalmente señor presidente, reducir el tamaño del Estado sería recobrar su credibilidad, aquella que comprometió con los ecuatorianos cuando aseguró que velaría por el bienestar de todo el pueblo, y no solo de unos pocos privilegiados.