¿Menosprecio o desconocimiento?
REDACCIÓN NOTI AMÉRICA (ECUADOR)
La crisis del sector agropecuario sigue agravándose sin que existan señales de esperanza, porque el gobierno no plantea ninguna propuesta para corregir la problemática, es más, ni siquiera han podido identificar las causas que generan el problema, y se han dedicado a disfrazarlo con acciones anodinas que solo constituyen un velo para engañar al angustiado productor que volverá a sufrir la frustración en la próxima cosecha, porque aunque escondido, el problema persistirá si no se combaten los errores que lo causan.
Es inaudito que a pesar de las muchas voces calificadas que aconsejan al gobierno con propuestas y alternativas de solución, el presidente y el ministro de agricultura elijan distraer su atención en necedades sin sustento técnico ni posibilidades de aplicación: “Obligaremos a que se pague el precio oficial a los arroceros” “Les entregaremos en comodato la Unidad Nacional de Almacenamiento”. Pero ¡por favor señores! ¿Para qué? El problema no es el precio ni el almacenaje, ¡es la falta de rentabilidad! Se entiende que esto no lo sepa el presidente pero es inadmisible que lo ignore el ministro. No sirve esconder la llama dejando viva la brasa. Esquivar el problema es perder un tiempo que ya no tenemos porque el sector agropecuario realmente agoniza, y no queda espacio para la espera ni para más equívocos.
Ni el arroz ni la papa, ni el maíz ni la leche, ni la caña ni las frutas, ni los cárnicos ni las hortalizas; ninguna de estas actividades productivas podrán corregir sus errores si no tienen un marco adecuado para enderezar sus desvíos. Se necesita trabajar primero el factor macro y su estructura para que una vez ordenado el sistema y andamiaje del sector, tengamos el camino expedito para corregir cada actividad y producto.
Pero tenemos un problema mayor y es la incapacidad del gobierno para elegir sus dignatarios, los mismos que se cambian con rapidez inaudita, algunos porque claramente no dieron la talla y otros nadie sabe por qué; pero seguimos perdiendo tiempo impunemente, no sabemos si por menosprecio o desconocimiento.
Señor presidente, la afinidad profesional y la experiencia con la actividad designada es lo que confiere competencia, por eso el nombramiento de los altos funcionarios de gobierno debe ceñirse a esta premisa, que confiere mayor posibilidad de alcanzar eficiencia. La idoneidad además, debe ser más importante incluso que la exigida en la empresa privada, pues el funcionario público comparte con el presidente la responsabilidad de manejar el patrimonio tangible e intangible de todo un pueblo; por eso no basta con ostentar un título superior, sino que la experticia que supone ese título sea afín a la responsabilidad asignada. Si no se cumple este requerimiento, no importará la voluntad ni el ahínco que aporte el funcionario, su ineptitud lo arrastrará a la ineficiencia y eventualmente a la corrupción, aunque en realidad, la primera acción corrupta de un servidor público es aceptar un cargo para el que no está preparado, ¿no lo cree usted?