Necesitamos creer en nuestra agricultura
REDACCIÓN NOTI AMÉRICA (ECUADOR)
Uno de los problemas del sector agropecuario es que no es identificado adecuadamente ni por los políticos, ni por los medios de comunicación, ni por los gobiernos de turno, ni por algunos de los mismos profesionales del ramo. Esto podemos advertirlo cuando se habla sobre la agricultura del país, pues indefectiblemente los interlocutores refieren con propiedad sobre la producción bananera, cacaotera, camaronera, la floricultura y algunos productos nuevos en nuestra cultura exportadora, como la pitahaya, el aguacate y algunas legumbres que están ganando espacio en el mercado internacional.
Pero la agricultura no es solo exportación, también está el subsector dedicado a la producción para consumo interno de cuya existencia parece que nadie se da por enterado, a pesar que está conformado por una mayor cantidad de unidades productivas que las dedicadas a la exportación, y que engloba aproximadamente el 70 % de la fuerza campesina, y en consecuencia genera la mayor cantidad de puestos de trabajo, como empleos formales y también como oportunidades laborales; estas últimas aunque en la informalidad, sostienen el equilibrio de la oferta y demanda de mano de obra especializada, que son la estructura central de las actividades de campo.
Y es que se desestima tanto el sector agropecuario, que no se toma en cuenta ni para los debates presidenciales, ni en los foros de desarrollo económico, ni como alternativa para generar empleo, ni siquiera se lo considera como herramienta para la diversificación de la matriz productiva. Esto suena inverosímil pero lamentablemente es real; tal vez como consecuencia de que los últimos gobiernos no tomaron en serio esta actividad y nombraron como ministros del ramo a gente sin la preparación, ni competencia, ni experiencia adecuada.
Lo que se espera del nuevo gobierno y de su nuevo ministro de agricultura, es que se reconozca al sector como uno de las pilares fundamentales del aparato productivo nacional, y que se lo valore no solo por su valioso aporte al Producto Interno Bruto, sino también y principalmente porque representa a las dos terceras partes de la población económicamente activa, cuya reactivación disminuiría drásticamente los niveles de desempleo y se constituiría en un capital político incondicional para el gobierno que logre su ansiada rehabilitación.
Pero el campesino ha abandonado los campos porque la producción para consumo interno dejó de ser rentable, y la única posibilidad de que regrese es que vuelva a confiar en la actividad, porque esta recobre la rentabilidad, porque exista un sistema de comercialización justo, porque alcancen acceso al financiamiento Bancario del que hoy son discriminados, porque el campesino advierta que sus terruños les permitirán criar a sus hijos en igualdad y con los mismos derechos que los citadinos, con servicios de agua, electricidad, conectividad, educación, salud y seguridad.
Cuando el gobierno le devuelva al campesinado su dignidad, y a la agricultura su viabilidad, entonces regresará porque lo lleva en la sangre, porque el campo es su patrimonio ancestral y la agricultura su vida mismo.