La crisis climática podría impulsar desplazamientos masivos en América Latina y el Caribe
REDACCIÓN NOTI AMÉRICA (ECUADOR)
Los desastres naturales como incendios forestales y huracanes que han afectado la región en los últimos años, sumada a la creciente degradación ambiental, llevan a que cientos de miles de personas se vean forzadas a abandonar sus lugares de origen.
Al mismo tiempo, las migraciones añaden presiones sobre los servicios públicos y exacerban los riesgos asociados a desastres naturales y cambio climático. Ante un clima global cambiante, ¿cuál es la relación entre la crisis climática y los desplazamientos en América Latina y el Caribe?
El cambio climático está impulsando desplazamientos en el mundo
Hace unos meses se reportaba una ola de calor alarmante en Siberia, seguida de un récord de temperatura de 54 °C en el Valle de la Muerte en California, reafirmando la proyección de que el periodo de 2016 a 2020 será el más cálido registrado.
Los desastres naturales están relacionados con los desplazamientos humanos. Hace algunas semanas, la llegada del Huracán Laura puso a más de 1,5 millones de personas bajo orden de evacuación en Texas y Luisiana. En los primeros nueve meses del 2020, 16 desastres climáticos han impactado los Estados Unidos con daños que superarían los US$ 1,000 millones por cada uno de estos eventos.
La comunidad científica prevé un incremento en la intensidad y la frecuencia en las próximas décadas de fenómenos extremos como tormentas tropicales, incendios forestales, inundaciones, sequías y olas de calor que afectan la salud humana, los medios de vida y los ecosistemas.
Asimismo, los efectos del cambio climático de avance lento como el retroceso glacial que afecta la disponibilidad de agua o la erosión costera por el aumento del nivel del mar, sumado a vulnerabilidades preexistentes, influyen en los patrones migratorios.
En la actualidad, se estima que el 1% del planeta es una zona caliente apenas habitable. Para 2070, esta cifra podría llegar a 19%, con lo que podríamos estar frente a un escenario de movimientos migratorios masivos alrededor del mundo.
¿Quiénes y cuántos son los migrantes climáticos?
Cuantificar el número de desplazados por el cambio climático en las próximas décadas resulta un ejercicio complejo dado que los modelos climáticos han ido evolucionando y las motivaciones para emigrar son múltiples.
En 2018, el informe Groundswell proyectó que para 2050, solo en África subsahariana, el Sudeste Asiático y América Latina, 143 millones de personas podrían desplazarse dentro de sus países por efectos del cambio climático siendo además las zonas más pobres y vulnerables al clima las más afectadas.
Mientras que en 1990 el IPCC estimaba que los migrantes climáticos alcanzarían los 200 millones para 2050, un informe reciente advierte que el estrés hídrico, la seguridad alimentaria y los desastres naturales podrían desplazar a 1,200 millones de personas para 2050. Solo en 2019, se registraron cerca de 1.900 desastres naturales que causaron 24,9 millones de nuevos desplazamientos internos en 140 países.
En el Caribe, el Huracán Dorian ocasionó 465.000 nuevos desplazamientos en siete países, mientras que en Brasil, inundaciones y deslizamientos desplazaron a 295.000 personas en 2019.
En Centroamérica, los habitantes de Guatemala migran tras las sequías e inundaciones que afectan la producción de sus cultivos generando escasez de alimentos y pobreza. Este proceso es gradual y puede entenderse también como una migración económica; es decir, en búsqueda de oportunidades laborales y medios de vida.
Se estima que para 2050, el número de personas que se verían desplazadas desde Centroamérica hacia los Estados Unidos podría alcanzar los 30 millones, principalmente a raíz de inseguridad alimentaria por los efectos de la crisis climática.
Las migraciones exacerban los riesgos asociados a desastres naturales y cambio climático
ALC es una región vulnerable a los efectos del cambio climático. Para 2050, los daños causados por el cambio climático podrían costarle US$100 mil millones anuales a la región. Al 2030, podrían perderse 2,5 millones de puestos de trabajo en ALC a causa de las olas de calor que afectan particularmente a las personas que trabajan al aire libre.
La situación se torna aún más compleja dado que ALC se enfrenta a una emergencia sanitaria que podría sumar más de 45 millones de personas en situación de pobreza.
Los daños económicos asociados a la pandemia podrían acelerar los desplazamientos de poblaciones afectadas, como en el caso de Perú donde se registraron migraciones de la ciudad al campo a inicios del confinamiento.
Estos movimientos representan presiones adicionales sobre los servicios públicos y contribuyen a exacerbar los riesgos de desastres naturales y cambio climático; por ejemplo, cuando poblaciones se asientan sobre territorios vulnerables a deslizamientos e inundaciones.
La necesidad de acceder a recursos monetarios rápidos, podría llevar a un aumento en la tala y minería ilegal, la caza furtiva y el tráfico ilegal de animales salvajes. Dichas prácticas, sumadas a prácticas agrícolas no sostenibles, pueden contribuir a incrementar la degradación ambiental y la deforestación. Por ello, es urgente entender y mitigar los efectos que la migración ocasiona en ciertos territorios, para reducirlos y trabajar con dichas comunidades para fortalecer su resiliencia.
Se requiere abordar simultáneamente las migraciones y el cambio climático
Los desastres naturales, la degradación ambiental y las desigualdades persistentes en la región expuestas por la pandemia hacen más evidente la necesidad de contar con políticas públicas con un enfoque inclusivo que aborden simultáneamente las causas y los efectos de las migraciones y el cambio climático.
En ALC, algunos países están avanzando en incorporar el componente de migración en sus estrategias climáticas como en el caso de la Ley marco sobre cambio climático del Perú que hace un llamado a atender la migración forzosa por efectos del cambio climático, y en la Estrategia Nacional de cambio climático de Honduras que propone establecer un marco legal e institucional para las migraciones de origen climático como parte de las estrategias de adaptación.
A fin de garantizar la seguridad alimentaria, será crucial impulsar medidas de adaptación en el sector agrícola para reducir su vulnerabilidad al cambio climático. Asimismo, se requieren más estrategias de adaptación y resiliencia para apoyar a las comunidades vulnerables.
Por ejemplo, en el Corredor Seco de Guatemala, el BID ha apoyado una experiencia exitosa para fortalecer la resiliencia climática en comunidades indígenas a través de conocimientos ancestrales que promueven medios de vida. En Brasil, un proyecto apoya a la productividad y la mejora de ingresos de los agricultores pequeños y medianos a través de tecnologías de agricultura baja en carbono, al tiempo que afrontan la deforestación.
Para limitar el calentamiento global a 1.5° será clave promover estrategias de descarbonización a largo plazo para lograr una transición justa hacia economías de cero emisiones netas, con sistemas públicos de transporte limpio, prácticas sostenibles de manejo de la tierra que generen empleos en el proceso de recuperación sostenible tras la pandemia, así como soluciones basadas en la naturaleza que ayuden a proteger ecosistemas y a reforzar la resiliencia climática.
Al momento de gestionar tanto el cambio climático como las migraciones, es clave abordar ambos frentes en simultáneo. Por ello, la División de Cambio Climático y Sostenibilidad del BID y la recientemente creada Unidad de Migraciones trabajarán de la mano a nivel operativo y de conocimiento, reconociendo la relación entre estos dos temas, así como sus efectos para migrantes y comunidades receptoras para, de esta manera, apoyar a los países a manejarlos. Impulsar una gestión integral ahora nos ayudará a prevenir una crisis migratoria y climática en la región en las próximas décadas.
Fuente: Blog del BID