Cuando la desigualdad se arraiga en el sistema: ¿Democracia secuestrada por élites políticas y económicas?
REDACCIÓN NOTI AMÉRICA (ECUADOR) por Carlos Scartascini
Cientos de miles de manifestantes se han lanzado a las calles en las últimas semanas en distintos países, desde Chile y Colombia hasta el Líbano e Irak. Se ha registrado destrucción en centros de transporte, saqueos en tiendas y ataques en varias instituciones gubernamentales. En todo esto, docenas de personas han perdido la vida.
Las causas inmediatas de las protestas han sido diversas, desde aumentos en los precios hasta rumores de reformas legales que afectarían los derechos y beneficios de los ciudadanos. Pero a todas ellas subyace un profundo sentimiento de que los sistemas democráticos han sido secuestrados por las élites políticas y económicas, de que los niveles de vida se han estancado y de que la brecha entre ricos y pobres es demasiado grande. Las personas están enojadas, y no están del todo equivocadas si sienten que el sistema no las representa adecuadamente.
En un estudio que realizamos Martin Ardanaz y yo, analizamos un elemento de este problema complejo. Los modelos tradicionales de la economía política predicen que las transiciones a la democracia, cuando existe desigualdad, conducirán a una mayor redistribución económica. Pero en muchos países, los impuestos a los más ricos no han aumentado y la desigualdad no ha disminuido lo suficiente para satisfacer las expectativas.
El fracaso a la hora de aumentar los impuestos sobre la renta
Las razones son muy variadas y complejas. Pero nosotros nos centramos en un elemento importante: la política fiscal. Encontramos que, incluso los países en desarrollo que disfrutan de un largo período de progreso y crecimiento económico no han logrado aumentar lo suficiente los impuestos sobre la renta de las personas físicas.
Los electores de clase media y baja pueden votar. Entonces la pregunta es, si ellos pueden expresar en las urnas sus deseos de tener sociedades más justas, ¿cómo es que puede persistir esa percepción de injusticia en la política fiscal?
Una razón fundamental es el sesgo incorporado a favor de las élites en la representación política. Este sesgo, a menudo arraigado en las constituciones democráticas, se conoce como mala distribución legislativa (malapportionmenten su original en inglés). Se refiere al diseño de las circunscripciones electorales de tal forma que se da mayor peso relativo a circunscripciones con menor población y, según nuestro análisis, en muchos casos a aquellas habitadas por quienes no generan una amenaza para la elite. Esto, en última instancia, da a esas fuerzas una mayor influencia en el proceso de formulación de políticas. Y lleva a un círculo vicioso en el que aquellos que se oponen al aumento de impuestos y a la redistribución conservan su poder.
Realizamos un análisis de series de tiempo de corte transversal de la representación política y de los impuestos sobre la renta de las personas físicas en más de 50 países entre 1990 y 2007. Los resultados son claros. En los países en los que los sesgos electorales a favor de las élites son mayores, los impuestos sobre la renta de las personas físicas tienden a ser más bajos.
Creando sesgos en el sistema
A menudo, dicho sesgo apareció en las constituciones aprobadas en momentos críticos de la historia de los países. Estas constituciones favorecían a las zonas rurales, habitadas por grandes terratenientes ricos, frente a las zonas urbanas habitadas por obreros y comerciantes de clase media. Y, a veces, también favorecían a las zonas no rurales conservadoras.
En América Latina, el período inmediatamente anterior a la transición democrática fue un momento crucial en el diseño de dichos sistemas. Sin embargo, se pueden ver ejemplos de este tipo de sesgo tanto en el mundo desarrollado como en el mundo en desarrollo. En Australia, por ejemplo, la constitución estableció no solo que cada estado tendría el mismo número de senadores, sino que además tendría por lo menos cinco miembros en la cámara de representantes, creando lo que el académico John May denominó una “sobrerrepresentación” o “tolerancia” pro-rural”. Mientras que en Sudáfrica, la transición democrática del apartheid estuvo acompañada por la constitución de 1996, que preservaba la representación de las minorías blancas a nivel estatal. Lo cual, dado el carácter federal del sistema, también impidió que se aplicaran políticas fiscales plenamente distributivas.
Perpetuando el vínculo entre los impuestos y la desigualdad
Nuestro estudio revela que esta dinámica a menudo es autoperpetuante: los impuestos sobre la renta tienden a ser más bajos en países con niveles de desigualdad históricamente altos.
Esto lógicamente no significa que esta sea la única razón detrás del bastante complejo problema de la desigualdad. Tampoco es para decir que los impuestos más altos sean siempre la respuesta. Los países pueden resultar claramente perjudicados por el aumento desmesurado de los impuestos sobre el valor agregado o sobre la renta corporativa, creando distorsiones que entorpecen el empleo y la actividad económica. Y las políticas sociales mal diseñadas pueden reducir la contratación de empleados (usualmente de los más jóvenes) y avivar los problemas de marginación y pobreza.
Tampoco significa que los países deban considerar de inmediato la posibilidad de reformar su constitución. Como lo hemos afirmado en el pasado, modificar una constitución puede ser como abrir una caja de Pandora. Pero cuando los sistemas políticos están diseñados para que algunos grupos tengan mayor representación que otros y, por lo tanto, mayor influencia en la mesa de negociaciones, las políticas críticas pueden no servir a los intereses de la mayoría. Y esto puede generar no solo insatisfacción y apatía. Sino también protestas y levantamientos.
Fuente: BID.