Duérmete, niño chiquito
REDACCIÓN NOTI AMÉRICA (ECUADOR) por Andrea Proaño Calderon
Los humanos pasamos un tercio de nuestra vida durmiendo, según Paul Franken, biólogo de la Universidad de Lausana (Suiza). En la vida de los bebés y niños pequeños, el papel del sueño es aún más predominante e importante. La falta de sueño no solo impacta sobre el bienestar de los pequeños y sus familias, sino que hasta podría causar enfermedades e influir sobre el desarrollo y el desempeño.
Por ejemplo, no dormir suficiente puede afectar el metabolismo y hasta conlleva un mayor riesgo de padecer obesidad, una epidemia preocupante para toda la población, incluyendo la infancia, y diabetes, así como enfermedades mentales. En los más pequeños, el horario, la duración y la calidad del sueño pueden estar íntimamente ligados a fenómenos que afectan el desarrollo cognitivo y las emociones.
Desórdenes del sueño y otros trastornos
Un ejemplo es el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH). Según la Federación Española de Asociaciones de Ayuda al Déficit de Atención e Hiperactividad, entre un 2 y un 5% de la población infantil padece esta patología psiquiátrica. Se trata de uno de los trastornos crónicos que más afecta a niños y jóvenes y en mayor medida a los niños que a las niñas, en una proporción de 4 a 1. La Asociación Americana de Psiquiatría, por su parte, asegura que el 5% de los niños estadounidenses padece TDAH.
Numerosos estudios indican que el porcentaje de niños afectados no deja de crecer: 7,8% en 2003, 9,5% en 2007 y 11% en 2011-2012, lo que ha hecho sonar las alarmas. De hecho, se estima que el 80% de los niños con este trastorno continuarán presentando problemas en la adolescencia y, entre el 30 y el 65%, en la edad adulta. Cobra mayor relevancia, entonces, que el TDAH, a pesar de que comienza a revelarse antes de los 7 años, tiende a ser infra-diagnosticado y tratado insuficientemente.
Sin embargo, hay creciente evidencia de que un importante número de niños con este trastorno puede haber sido diagnosticado erróneamente y de que lo que padecen, realmente, es sueño insuficiente, insomnio, problemas respiratorios u otros desórdenes que afectan la calidad del descanso. Y, lo más provocador de todo, es la idea de que el TDAH pueda ser, en sí mismo, un desorden del sueño.
¿Cuánto deben dormir los niños?
Los menores de todas las edades se benefician física, mental y emocionalmente de una cantidad adecuada de horas de sueño. Por ello, la Academia Americana de Pediatría de Estados Unidos ofrece guías para el tiempo sugerido de sueño en los niños:
- En los primeros dos años de vida, de 11 a 14 horas diarias;
- Entre los 3 y los 5 años, de 10 a 13 horas;
- Entre los 6 y los 12 años, de 9 a 12 horas diarias
- Entre los 13 y los 18, de 8 a 10 horas.
No subestimar la importancia del sueño
Son cada vez menos los niños que duermen una cantidad adecuada de horas. El Instituto del Sueño asegura que el 60% de los niños españoles no duerme las horas recomendadas. Eso, además de predisponer a condiciones como el sobrepeso, afecta en muchas esferas del desarrollo infantil, como la conducta, el desarrollo escolar y el rendimiento. Al dormir menos horas durante el día, el niño está más “disperso”, aprende “peor”, es más “irritable” y experimenta dificultades a la hora de relacionarse con los demás. Síntomas, todos ellos, indicativos de un posible diagnóstico de TDAH.
Tal es el impacto de la falta de sueño en los menores, que la pedagogía y otras disciplinas han empezado a tomar medidas. El distrito escolar de Seattle en Washington, EEUU, por ejemplo, realizó un experimento para aumentar las horas de sueños de los estudiantes de secundaria. Se movió la hora de inicio de las escuelas públicas de 7:50 am a 8:45 am, lo cual significó una ganancia de 35 minutos más de sueño por noche. Como resultado, mejoraron significativamente los resultados académicos en un 4,5%, en promedio, además de la asistencia escolar y la puntualidad, especialmente entre los estudiantes de más bajos recursos. También aumentó la participación y proactividad de los chicos durante las clases.
¿Cómo fomentar buenos hábitos de sueño?
Para evitar estos síntomas, es fundamental seguir una higiene del sueño que sólo se consigue a través de buenos hábitos. Acostarse y levantarse a la misma hora es la más básica. Pero hay otras igualmente fundamentales, como apagar computadoras y pantallas como mínimo media hora antes de irse a dormir y no permitir que los hijos tengan esos aparatos en los dormitorios, reemplazando pantallas por cuentos o canciones y un momento más íntimo entre padres e hijos. Asimismo, utilizar luz natural en la medida de lo posible, apagar las luces innecesarias y evitar focos de luz en los ojos favorece la secreción de melatonina, una sustancia que se libera en el cerebro y que fomenta el sueño. Y por supuesto, que no termine el día sin que los niños hayan jugado y las aventuras de sus actividades físicas se cuelen entre sus sueños.