Conoce a la fuerza laboral del desarrollo infantil
REDACCIÓN NOTI AMÉRICA (ECUADOR) por María Caridad Araujo
Con frecuencia en este blog hemos escrito sobre la calidad de los servicios de desarrollo infantil como una variable crítica para que éstos no solo tengan impactos positivos sobre los niños sino, incluso, para que no perjudiquen aspectos específicos de su seguridad, bienestar y desarrollo. Dentro de la conversación sobre calidad de este tipo de servicios, hemos enfatizado lo importante que es la calidad de los procesos, es decir la calidad de las interacciones entre adulto y niño. Una interacción de calidad se caracteriza por ser frecuente, cálida, rica en lenguaje, receptiva y sensible a los intereses y necesidades de los niños.
Las interacciones entre las personas son una condición necesaria para que los servicios sociales operen con calidad. Por ejemplo, un trabajador social que genera una relación de confianza y empatía con la familia a la cual atiende podrá ser más efectivo en los apoyos que brinda. Un cuidador de un jardín infantil que conoce las personalidades, rutinas e intereses de los niños a quienes atiende tendrá mayor capacidad de anticipar sus necesidades y responder a ellas, construyendo un ambiente que brinde seguridad afectiva a los menores.
Los recursos humanos en los servicios para la infancia
Si los servicios de desarrollo infantil son intensivos en recursos humanos y su calidad descansa principalmente en ellos, ¿por qué conocemos tan poco sobre las personas que trabajan en este sector y sobre sus condiciones de trabajo en América Latina y el Caribe?
La fuerza laboral del desarrollo infantil comprende tanto a los maestros de prescolar, como a cuidadores que trabajan bajo esquemas de voluntariado en jardines de cuidado, operados en espacios comunitarios o en sus propios hogares. Incluye también a promotores y facilitadores que trabajan con las familias, sea a través de visitas domiciliarias o de modalidades grupales.
Este grupo de personas enfrenta múltiples desafíos; entre ellos, salarios comparativamente menores a los de otros empleados con calificaciones o experiencia similares, jornadas largas y elevada carga de trabajo, desplazamientos frecuentes, contratos de muy corto plazo y de renovación incierta, escasas perspectivas de desarrollo profesional, y pocos incentivos o reconocimiento.
Una fuerza mayoritariamente femenina
Hace unos meses exploramos las encuestas de empleo de varios países de la región para caracterizar empíricamente a la fuerza laboral del desarrollo infantil temprano (DIT). Un primer esfuerzo nos permitió hacerlo apenas en tres países: Brasil, Ecuador y México. Encontramos que, al igual que en el resto del mundo, esta es un área en la cual la fuerza laboral es mayoritariamente femenina. En estos tres países, más del 95% de los proveedores de servicios de DIT son mujeres. Su edad promedio es cercana a los 35 años.
Estos datos llaman la atención a una realidad que no puede desconocerse. La rápida expansión de la cobertura de servicios de desarrollo infantil en contextos en los cuales sus proveedores trabajan en condiciones de empleo informal e inestable (por ejemplo, bajo esquemas de voluntariado), puede tener una consecuencia no intencionada: la precarización del empleo femenino. Su trabajo transcurre en diversos entornos (hogar, centros) y en la economía formal e informal, remunerada o no.
Condiciones laborales
El personal que trabaja en el sector educativo tiene, en términos relativos, mejores condiciones de empleo que otros grupos de proveedores de servicios de DIT. Por ejemplo, las maestras del nivel inicial poseen, en promedio, entre 15 y 16 años de educación y perciben salarios que representan entre 1,8 y 3,5 salarios mínimos. En cambio, las cuidadoras, se encuentran en las peores condiciones en el espectro de la calidad del empleo. En los tres países para los cuales pudimos sistematizar estos datos encontramos que las cuidadoras, en promedio, tienen entre 9 y 10 años de educación y sus remuneraciones representan entre un 0,8 y 1 salario mínimo.
Estudios internacionales revelan que los trabajadores del cuidado tienen bajos niveles salariales y peores condiciones laborales en comparación con otros trabajadores sociales, lo que repercute en la calidad de los cuidados que proveen. El personal de los servicios de DIT rota con mucha frecuencia debido a estas condiciones y, en consecuencia, los programas pierden continuamente la inversión realizada en capacitación y formación. Perú es uno de los pocos países que ha cuantificado este problema, y ha encontrado que alrededor del 50% del personal del Programa Nacional Cuna Más rota anualmente. Estas tendencias constituyen obstáculos estructurales al fortalecimiento de la calidad.
Pasos hacia adelante
Para intentar analizar cómo opera la economía de la fuerza laboral en el sector público y por qué es diferente a aquella del sector privado, un artículo indagó sobre cómo el diseño de tres aspectos específicos puede resultar en servicios públicos de mejor calidad: la selección del personal, los esquemas de incentivos y los procesos de supervisión y monitoreo. También identificó algunas áreas en las cuales la tecnología puede mejorar la eficiencia y la rendición de cuentas y reducir espacios de discrecionalidad.
El estudio concluye con una reflexión con la cual coincido: hay mucho que aprender sobre cómo se pueden organizar mejor los procesos de selección, los esquemas de compensación y la supervisión y monitoreo en los servicios públicos para lograr mejores resultados que beneficien a los ciudadanos. Yo añadiría que los servicios sociales, y entre ellos los servicios de desarrollo infantil, son un excelente laboratorio para probar diferentes esquemas y sistematizar aprendizajes, no solo porque se trata de un sector que requiere urgentes cambios en sus políticas de recursos humanos, sino también porque es uno cuya calidad descansa, sobre todo, en las personas.
Fuente: BID.