Encuestas dentro de la cárcel: Una mirada al otro lado de las rejas.
REDACCIÓN NOTI-AMÉRICA (ECUADOR) por Nathalie Alvarado | Viviana Vélez-Grajales.
En América Latina y el Caribe hoy hay un millón y medio de personas encarceladas. Nuestras prisiones no sólo hacinan presos en poco espacio, también aglutinan entre sus paredes un microcosmos de desafíos que son la puerta para resolver el problema de inseguridad en nuestras calles. Las cárceles de nuestra región están repletas de presos en espera de su sentencia. No hay divisiones apropiadas entre delincuentes de diferentes niveles de peligrosidad. A veces faltan alimentos, agua potable y espacios para recibir visitas familiares y para realizar actividades educativas.
El problema, lejos de disminuir, cada vez se hace más grande. Desde el año 2000, la población reclusa en nuestra región ha aumentado su tamaño un 120% mientras en el resto del mundo lo hizo en un tímido 24%. El crecimiento alarmante de la población carcelaria ha colapsado los sistemas penitenciarios y está poniendo en riesgo el principal propósito de la cárcel: la reinserción social de los internos. En la última década, la tasa de encarcelamiento en la región de América Latina y el Caribe ha aumentado alrededor de un 28%, especialmente entre los grupos poblacionales de las mujeres y los jóvenes. En el caso particular de las mujeres, por ejemplo, la tasa de encarcelamiento se ha incrementado en un 52%.
Presos cada vez más jóvenes, más aislados, más violentos
El mayor obstáculo para comprender la problemática penitenciaria ha sido la falta de información estadística de calidad, pertinente y oportuna. Hoy sabemos que un millón y medio de personas están en la cárcel, pero no sabemos ni quiénes son ni cómo llegaron ahí. Y, sin duda, es muy complicado rehabilitar a una población que no conocemos.
Para apoyar a los países de la región en la mejora de los sistemas penitenciarios, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) ha impulsado la aplicación de encuestas penitenciarias en 14 países de la región: Argentina, Bahamas, Barbados, Brasil, Chile, Costa Rica, El Salvador, Guyana, Honduras, Jamaica, México, Perú, Suriname y Trinidad y Tobago. En total, se entrevistó a más de 11.000 reclusos, en el trabajo más ambicioso de encuestas dentro de la cárcel que se ha hecho en la región de América Latina y el Caribe hasta el momento.
Entrar a las cárceles nos ha permitido conocer con más detalle el funcionamiento real de los sistemas penitenciarios y comprender de manera más profunda el fenómeno criminal.
¿Qué hipótesis hemos confirmado? Que las cárceles latinoamericanas y caribeñas están llenas de gente joven. Que ha ido creciendo la cantidad de mujeres que cometen delitos, especialmente contra el patrimonio. Que el 75% de los reclusos son jefes de familia. Que la desesperación económica no es la causa principal del delito, ya que tres de cada cuatro presos tenía trabajo justo antes de ser arrestado. Que las drogas y el alcohol forman parte de la ecuación en muchos de los crímenes. Que el uso de armas agrava la duración de las penas. Y algo muy preocupante: que el ciclo de la violencia empieza en los hogares, ya que un 40% de los presos tuvieron padres que abusaban del alcohol y fueron víctimas de maltrato.
Encuestas dentro de la cárcel: Conocer un problema para resolverlo
Gracias a estas encuestas, ahora tenemos una mejor fotografía de cuáles son las condiciones de reclusión. Por ejemplo, sabemos que hay un elevado grado de aglomeración en las cárceles. Que el 42% de los presos duerme en el suelo o que el 20% no tiene acceso regular a agua potable. Que menos de la mitad de los presos participa en algún tipo de actividad educativa. Y todo esto en un entorno de gran aislamiento: sólo un tercio de los reclusos declara que ha podido realizar una llamada telefónica a sus familiares. Y un escaso 17% ha recibido visitas personales en alguna ocasión.
Gracias a estas encuestas dentro de la cárcel hemos construido una inédita y sólida base estadística que aporta información invaluable sobre quiénes son y cómo viven los privados de libertad.
Por un lado, hemos logrado tener un mejor diagnóstico sobre el que construir soluciones efectivas de rehabilitación y reinserción. Por otro lado, la nueva información estadística va a permitir detectar con mayor precisión posibles factores de riesgo asociados a conductas delictivas. Y, de esta manera, guiar qué medidas preventivas son las más adecuadas.
La información estadística de las encuestas dentro de la cárcel nos ayuda a conocer mejor el reto al que nos enfrentamos en nuestras prisiones. Trabajar en los sistemas penitenciarios es quizás la tarea más compleja de las muchas que deben asumir los sistemas de justicia criminal. Y lo es aún más por la falta de datos sobre quienes están en las cárceles y lo que sucede dentro de ellas. Por eso, es vital con más información que oriente nuestros programas y contribuya con evidencia a las políticas públicas de los países de nuestra región.
Porque para resolver un problema, antes es necesario conocerlo.
Fuente: BID