Las mujeres en la agricultura y la seguridad alimentaria. La importancia de cerrar la brecha de género.
REDACCIÓN NOTI-AMÉRICA (ECUADOR)
Las mujeres representan el 70% de las personas que padecen hambre en el mundo, y resultan desproporcionadamente afectadas por la malnutrición y la inseguridad alimentaria, esta desigualdad alcanza proporciones mayores en países en desarrollo. El número de mujeres excluidas de la sociedad a nivel mundial a causa de deficiencias en su nutrición, atención médica o protección social, así como por la escasez de oportunidades económicas y la indiferencia generalizada supera la cifra total de hombres que perdieron la vida en las guerras del siglo XX (Pisciotta, 2015).
Las mujeres en su mayoría se dedican a la agricultura de subsistencia, más del 50% de la labranza y cosecha de alimentos a nivel mundial recae en las mujeres agricultoras.
Por ejemplo, en el Caribe las mujeres producen hasta el 80% de los alimentos básicos. La contribución socio-económica de las trabajadoras de la agricultura familiar para erradicar el hambre y la pobreza, así como para el bienestar de sus familias y comunidades es inmensa. Sin embargo, el nivel de reconocimiento social a su trabajo, tanto productivo como reproductivo es bajo.
Sus actividades son consideradas de menor valor social y económico por el actual modelo de desarrollo, y entre las principales problemáticas que las aquejan se observan muy bajos niveles educativos, altas cargas de trabajo de cuidado de adultos mayores, alta dependencia infantil, restricciones al acceso de la tierra e insumos, el crédito y la asistencia técnica.
En el ámbito laboral existen importantes brechas de género:
- Según datos de la CEPAL y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) (2016), las mujeres rurales aumentaron su participación laboral en varios países de la región entre 2005 y 2014. Los países que registraron incrementos importantes son Honduras, República Dominicana y Uruguay con 8,4; 6,8 y 6,6 puntos porcentuales respectivamente. Sin embargo, aún existen grandes diferencias entre hombres y mujeres en el mercado laboral a nivel urbano y rural.
- Las mujeres realizan contribuciones esenciales a la economía rural de todas las regiones de los países en desarrollo, sin embargo, hay una constante que se repite de manera sorprendentemente uniforme en todos los países y contextos: las mujeres tienen menor acceso, que los hombres, a los activos, insumos y servicios agrícolas así como menos oportunidades de empleo rural.
Un análisis de la FAO (2015a) realizado con datos de 12 países de la región muestra que el 52% de las mujeres mayores de 15 años, de la población rural son consideradas como económicamente inactivas, a comparación del 16% de los hombres en esa categoría. Más aún, la misma investigación muestra que existe una diferencia significativa entre el porcentaje de mujeres y hombres ocupados en actividades agrícolas familiares no remuneradas: 37% y 11%, respectivamente (FAO, 2015b).
Las mujeres tienden a trabajar en mayor medida en empleos temporales y familiares no remunerados que los hombres y tienen ingresos promedio inferiores a los hombres. Debido a las fuertes desigualdades de género una parte importante de las tareas que las mujeres desempeñan en su vida cotidiana no son consideradas como trabajo y no son socialmente valoradas ni remuneradas. La escasa remuneración económica por sus actividades laborales puede afectar directamente a su capacidad de acceder a alimentos.
En promedio, las mujeres ganan un 24% menos que los hombres, si se extrapola estos datos a lo largo de la vida, se traduce en una reducción de ingresos entre 31 y 75% (OIT, 2015). Un estudio realizado en Nicaragua demuestra que las probabilidades de la inseguridad alimentaria disminuirían en un 34% si las madres contribuían considerablemente a los ingresos familiares, y que esta disminución alcanzaría el 60% si la adopción de las decisiones relativas a los ingresos familiares recaería fundamentalmente en las madres (Schmeer et al, 2015).
Entre los factores que limitan el acceso de las mujeres a los ingresos laborales, pueden destacarse cuatro elementos fundamentales:
- Mujeres rurales. Las mujeres rurales dedican un tiempo significativo a actividades domésticas y de cuidado, vale decir, al trabajo reproductivo no remunerado, sin el cual el trabajo remunerado de otros miembros del hogar, en general de los hombres, no sería posible. Es lo que ocurre especialmente en el caso de las trabajadoras agrícolas no remuneradas que en una alta proporción tienen niños menores de seis años a su cargo. (FAO, 2013).
- Embarazo adolescente. El embarazo adolescente es más frecuente en la población rural que en la urbana, un fenómeno que se explica posiblemente por una combinación de déficits en acceso a servicios educativos, expectativas laborales y ausencia o mayor debilidad de políticas de salud sexual y reproductiva.
- Acceso a la tierra. Un factor importante que obstaculiza el desarrollo laboral de las mujeres rurales es su escaso acceso a la tierra y a los recursos productivos necesarios para explotarla. Esta exclusión de la administración de la tierra restringe sus posibilidades de autonomía económica y capacidad de negociación, así como las oportunidades de participación en las decisiones productivas y sobre los gastos del hogar.
- Acceso a recursos productivos. Además de los problemas para acceder a la tierra, las mujeres enfrentan mayores dificultades para el acceso a los insumos, el crédito y la asistencia técnica que requiere hacer producir la tierra que los que encuentran los hombres.
Las desigualdades entre hombres y mujeres en el acceso a recursos productivos, así como a servicios y diferentes oportunidades, son algunas de las principales causas del bajo rendimiento del sector agropecuario, lo que redunda en deficiencias de la seguridad alimentaria y nutricional, el crecimiento económico y el desarrollo en general.
El mejoramiento de la situación de las mujeres en este ámbito generaría varios beneficios para la sociedad en su conjunto. Si se facilita el acceso a la misma cantidad de recursos productivos entre hombres y mujeres, se estima el rendimiento de las tierras cultivadas por mujeres aumentaría entre 2,5 y 4% en los países en desarrollo, lo que podría reducir el número de personas subalimentadas hasta en 150 millones de personas (FAO, 2011).
Participación de las mujeres en la seguridad alimentaria y nutricional.
Las mujeres representan, en promedio, el 43 % de la fuerza laboral agrícola en los países en desarrollo.
- Desde el 20 % en América Latina hasta el 50 % en Asia oriental y el África subsahariana.
- Su contribución a las labores agrícolas varía aún más ampliamente dependiendo del cultivo y la actividad de que se trate.
Las mujeres en la agricultura y las áreas rurales tienen un menor acceso a los recursos productivos y menos oportunidades que los hombres.
- La brecha de género abarca muchos activos, insumos y servicios y supone un coste para el sector agrícola, la economía en general y la sociedad, así como las propias mujeres.
Las mujeres agricultoras producen menos que sus homólogos varones, pero no porque sean menos eficientes.
- Una gran cantidad de datos empíricos muestran que la diferencia de productividad entre los agricultores de sexo masculino y femenino se debe a diferencias en el uso de insumos.
El cierre de la brecha de género en la agricultura generaría beneficios considerables para el sector agrícola y la sociedad.
- Si las mujeres tuvieran el mismo acceso a los recursos productivos que los hombres podrían incrementar el rendimiento de sus explotaciones agrícolas en un 20-30%. De este modo, la producción agrícola total en los países en desarrollo podría aumentar entre un 2,5% y un 4 %.
Un aumento de la producción entre 2,5-4%. Permitiría reducir el número de personas hambrientas en el mundo entre un 12 y un 17%.
- Los posibles beneficios variarían según la región en función de cuántas mujeres se dedican actualmente a la agricultura, cuánta producción o tierras controlan, y la amplitud de la brecha de género a la que se enfrentan.
Estos aumentos potenciales de la productividad no son sino la primera serie de beneficios sociales que se derivarían del cierre de la brecha de género.
- Cuando las mujeres controlan más ingresos, gastan más que los hombres en alimentos, salud, vestido y educación para sus hijos. Esto tiene consecuencias positivas para el bienestar inmediato, así como para la formación de capital humano y el crecimiento económico.
En el informe de la Relatora Especial sobre el derecho a la alimentación de 2015, se formulan recomendaciones para combatir la discriminación contra la mujer y lograr igualdad de oportunidades laborales, entre estas se mencionan:
- Reconocer, reducir y redistribuir el trabajo no remunerado que realizan las mujeres en el hogar, con el fin de mejorar sus oportunidades para acceder al mercado laboral;
- Facilitar el acceso de las mujeres a: protección social básica, servicios e infraestructura, incluidas la atención de la salud y la prestación de servicios de atención a los niños, para que puedan realizar trabajos remunerados;
- Elaborar medidas amplias para luchar contra la discriminación y la violencia en el lugar de trabajo;
- Velar por el establecimiento de políticas racionales que generen un entorno propicio para corregir las disparidades entre los géneros en el sector de la agricultura, entre otras cosas, mediante la capacitación destinada a las mujeres y la debida consideración de sus necesidades específicas;
- Garantizar la igualdad de acceso a las mujeres ganaderas y pesqueras a las prestaciones, facilidades y servicios del Estado.
Fuente: ONU – FAO y Curso Políticas de Seguridad Alimentaria y Nutricional en América Latina y el Caribe y su proyección en Colombia.