El nuevo acaparamiento de tierra por parte de corporaciones internacionales en América Latina
REDACCIÓN NOTI-AMÉRICA (ECUADOR)
En días anterior publicamos la primera parte de este artículo en donde hablamos del nuevo acaparamiento de tierras en en América Latina por parte de las grandes corporaciones, seguimos con la segunda parte esperando sirva de reflexión para tomar decisiones que nos ayuden a controlar y exigir políticas publicas de Estado y no de los gobiernos de turno.
Cosan, la compañía más grande de Brasil, cuenta con un fondo de inversiones especializado en tierras de cultivo, Radar Propiedades, que compra tierra de agrícola brasileña a nombre de clientes tales como la Teachers’ Insurance and Annuity Association-College RetirementEquities Fund (un fondo de inversiones de retiro y seguridad del profesorado) en Estados Unidos. El grupo Louis Dreyfus, una de las multinacionales más grande del mundo en el comercio de granos, cuenta con un fondo semejante en el cual el American International Group (AIG) ha invertido 65 millones de dólares.
China pone el punto de mira a varios países del sudeste asiático, África y América Latina, según Land Matrix, una base de datos independiente de un grupo de investigadores. Desde el 2010 totalizan 94.000 millones de dólares, según los organismos estadounidenses Heritage Foundation y American Enterprise Institute. Desde 2012, investigadores recopilaron proyectos chinos por un total de nueve millones de hectáreas en países en desarrollo.
Mientras la atención de los medios está puesta en negocios agrarios en África, cuando menos la misma cantidad de proyectos (e incluso más) comienzan a funcionar en América Latina, donde los inversionistas proclaman que sus inversiones en tierras agrícolas son más seguras y menos controvertidas, pasando por alto las prolongadas luchas agrarias vigentes en prácticamente todos los países del continente. Así, más y más inversionistas y gobiernos de asia y el Golfo Pérsico enfocan sus esfuerzos en América Latina, y la consideran un lugar para dislocar su producción alimentaria.
La mayoría de los gobiernos en América Latina están dispuestos a estos nuevos negocios, como ejemplo, en Ecuador duran los últimos 12 años poco se ha hecho en este sector, Correa solo pidió disculpas y Moreno ya va por el tercer ministro de agricultura, en este sentido las misiones diplomáticas al extranjero a vender las ventajas de invertir en las tierras agrícolas de sus países. En el gobierno de Lula el ministro de desarrollo Miguel Jorge, le dijo a los reporteros: “algunos príncipes saudíes con quienes nos reunimos el año pasado […] le dijeron al presidente que no querían invertir en agricultura en Brasil para vender aquí en el país, si no que quieren fuentes de abastecimientos de alimentos. Necesitan comida. Así que podría ser más efectivo que invirtieran en la agricultura de Brasil para que nosotros fuéramos los abastecedores directos de esos países.
Pero Brasil no es sólo un objetivo de los nuevos acaparadores de tierra, es también un promotor de acaparamientos. Los inversionistas brasileños, con respaldo de su gobierno, están comprando tierras para producir alimentos y agrocombustibles en un número creciente de países de América Latina y África. El gobierno Brasileño, por ejemplo, ha financiado la construcción caminos, puentes y otras infraestructuras en la vecina Guyana para abrir la sabana Rupununi, zona muy frágil ecológicamente, a proyectos agrícolas de gran escala de donde se exportarán cultivos a Brasil. la compañía semillera multinacional RiceTec se acercó al gobierno de Guyana interesada en 2 mil hectáreas de tierras en la misma región, un ecosistema diverso y frágil, que es la casa de varios pueblos indígenas.
Algunos productores brasileños de arroz que ahora negocian con el gobierno de Guyana contratos de arrendamientos por 99 años en tierras indígenas de la saban Rupunini, se habían se habían vistos forzados por resoluciones de la Suprema Crte de Brasil a abandonar tierras que le habían arrebatados ilegalmente a comunidades indígenas en el lado brasileño, en Reposa Serra Sol.
Con esta manera de hacer negocios, los antiguos invasores y terratenientes logran nuevas oportunidades de acaparar tierras, con menos riesgos políticos y económicos, y un nuevo aire respetable de inversionistas extranjeros.
Evadir responsabilidades
Mucho está en juego en esta nueva ola de acaparamiento de tierras a gran escala. Cualquier país que venda, o arriende a largo plazo, grandes extensiones de tierra de cultivo a otros gobiernos o compañías extranjeras está poniendo en riesgo su propia soberanía nacional. Tales arreglos contribuyen al desmantelamiento general del Estado y sus aparatos, o éstas se privatizan y se transforman para corresponder con los intereses de los grandes negocios, con lo que ocurre una desterriotorialización mayor de muchos pueblos y comunidades. Y por ende hay un incremento de la migración, un dislocamiento de mano de obra, y una dislocación de los cultivos, dado que los gobiernos y los inversionistas privados se apoderan de tierra para producir alimentos para exportarlos.
Los inversionistas extranjeros llegan al país huésped con sus semillas y sus tractores, incluso con sus trabajadores, aprovechan el agua, le extraen los frutos a la tierra y luego los embarcan a sus países de origen a la mercado global de mercancías de exportación.
Esos países “huéspedes” no pueden ser considerados exportadores en el sentido tradicional, dado que tales países, o incluso su gente, realmente no están involucrados en estos proyectos, es sólo la tierra (vista como mercancía) que las corporaciones explotan para sus propias ganancias, sin restricción alguna. Esto implica entonces un desfasamiento general de la economía.
Entonces el actual acaparamiento agrario nos fuerza una pregunta vital: ¿de quién son las tierras/territorios que están siendo acaparadas, controladas?, ¿mediante qué mecanismos legales es que los gobiernos de turno o los particulares ponen a disposición de otros gobiernos o de empresas de todo tipo esas extensiones inmensas de tierras?, ¿tienen dueño o los gobiernos de turno las expropian para beneficiar sus intereses personales?
Se dice como excusa que en mucho casos las tierras no se venden si no que se rentan, pero qué propicia más la devastación sin miramientos de las tierras: ¿Qué se vendan o se renten por 50 o noventa y nueve años? Al final de tales contratos, los inquilinos regresarán una tierra agotada, erosionada, contaminada, a la cual será muy difícil recuperarle su fertilidad, y ellos simplemente se mudan a nuevas tierras “disponibles”. La consecuencia directa es que con estos acaparamientos se expande la agricultura industrial con su modelo destructivo.
Estos nuevos acaparamientos complican también las posibilidades de que los pueblos defiendan sus territorios. El invasor es más difícil de identificar. Los mecanismos jurídicos necesarios y el marco donde se pueden asentar los litigios por despojos, o los litigios por devastación o contaminación o contaminación directa o aledaña dejan de ser claros.
El nuevo corporativismo agrario es anónimo, o casi. Aun cuando identifiquemos a los inversionistas, están protegidos de las comunidades por la distancia y por las enmarañadas y densas estructuras legales. Cualquier “batalla” contra ellos están situadas en otro espacio y en otro tiempo que las comunidades u organizaciones afectadas no tienen potestad de definir.
Los gobiernos de turno en lugar de proteger su gente, protegen las inversiones de los gobiernos y compañías extranjeras, criminalizando y reprimiendo a las comunidades que defienden sus territorios. Las fronteras pierden sentido. Las estructuras del estado “huésped” sirven a patrones venidos de fuera, pero no como en el sistema colonial de tributación, si no en el esquema mercantil neoliberal cuyas regulaciones están en los Tratados de Libre Comercio y no en las Constituciones nacionales.
Pero el objetivo más profundo de los grandes capitales en esta nueva ola de acaparamiento agrario es controlar totalmente la producción de alimentos. Han estado sentando las bases ello durante los últimos 50 años y ahora intentan cosechar. El acaparamiento de tierra no es simple la última oportunidad de hacer inversiones especulativas con grandes ganancias y rápida: es parte de un largo proceso de toma de control de la agricultura por parte de las grandes corporaciones con intereses agroquímicos, farmacéuticos, de transporte y venta de alimentos. Por eso los autogobiernos comunitarios dispuestos a defender sus territorios, sus regímenes de bienes comunales y sus propios sistemas de manejo territorial, son un freno a todo este esquema.
Las organizaciones que impulsan la soberanía alimentaria desde abajo y desde el nivel comunitario,, entienden con mucha claridad que su lucha se vuelve imposible o se dificulta muchísimo en los regímenes o países que permitan el acaparamiento de tierra, porque sin tierra propia, cualquier producción se mediatiza. Entonces más y más comunidades y organizaciones insisten en que debemos propiciar un anclaje entre cosecha propia, semillas nativas y sus saberes locales libres, autogobiernos y territorios con control de agua, bosques, suelos, patrón de asentamientos y recorridos, e insisten en su autogobierno, y en que las decisiones se las tomen en asambleas.
En cambio los nuevos dueños de la tierra buscan volver a confinar los ámbitos comunes, pero ahora en el anonimato “neutro” de extranjeros que desde sus lejanos países controlan a distancias nuestros destinos. Ya no tienen que invadir; hacen tratos comerciales. Ya no tienen la carga de mantener esclavos; tienen peones hiper-precarizados. Ya no se responsabilizan por combatir a los insumisos, que eso lo hagan los gobiernos huésped o los sicarios, proporcionados por compañías internacionales que prestan ese servicio. Para remontar la corriente tenemos que basar nuestro futuro en la responsabilidad.
“Sólo cuando el último árbol esté muerto, el último río envenenado, y el último pez atrapado, te darás cuenta que no puedes comer dinero.” – Sabiduría indoamericana.
Fuente: GRAIN y otras