Globalización y digitalización del comercio
REDACCIÓN NOTI-AMÉRICA (ECUADOR) por Fabrizio Opertti
Para un observador casual, el Banco Interamericano de Desarrollo es reconocido por sus préstamos para la infraestructura o sus programas de reforma de instituciones gubernamentales. Pero el BID también trabaja de manera activa para ayudar a los países de América Latina y el Caribe (ALC) a superar las barreras del comercio exterior. Lo hace brindando asistencia técnica para que las firmas comercien más entre sí y vendan más productos en los mercados internacionales.
En la economía globalizada y digitalizada de hoy, esto puede ser un reto. Un productor boliviano de galletas de quinua necesita materias primas del sur de su país y maquinaria del norte de Italia, así como minimizar sus costos para responder a las exigencias de sus consumidores y maximizar calidad.
Ayudar al proceso de internacionalización de las empresas de ALC es una de las labores primordiales del Sector de Integración y Comercio del BID. Lo hace a través del apoyo técnico y financiero que les brinda a los gobiernos de ALC en temas de facilitación comercial, en promoción de exportaciones y atracción de inversiones, y para la implementación y negociación de acuerdos comerciales.
Esto nos ha permitido aprender acerca de dos grandes tendencias que están cambiando la fisonomía del comercio en ALC y el mundo: la digitalización del comercio y la fragmentación de las cadenas globales de valor.
El comercio actual depende más de las tecnologías digitales…
Comencemos por los cambios en la digitalización.
Hace unas décadas, la región exportaba con éxito productos básicos y algunos bienes manufacturados, hasta que recibió duros embates de la era digital. En 2000, apenas uno de cada 20 latinoamericanos estaba en línea, comparado con más de la mitad hoy día. Posteriormente, entre 2000 y 2013, el comercio mundial de servicios en ALC se duplicó (de US$64 mil millones a 128 mil millones), impulsado por internet.
Las nuevas tecnologías digitales están transformando los modelos de negocios para permitir un incremento de las actividades transfronterizas que implican la gestión de cadenas de valor, un mayor acceso a los mercados mundiales, el monitoreo remoto, y más estrategias y operaciones comerciales. Este año se espera que las conexiones de máquina a máquina den cuenta de más del 40% de las comunicaciones y los dispositivos en todo el mundo. Las plataformas digitales, como Facebook, YouTube y WhatsApp, unen a miles de millones de personas.
Para 2020, se prevé que unos 940 millones de compradores en línea de todo el mundo gastarán casi US$ 1 millón de millones (US$ 1 trillion) en transacciones de comercio electrónico y transfronterizas. Plataformas como eBay y Mercado Libre permiten que las pequeñas y medianas empresas lleguen a nuevos mercados. Datos de eBay muestran que casi el 100% de los vendedores chilenos que están en línea exportan, en promedio, a 28 mercados distintos, mientras que el 18% de las empresas exportadoras del mismo país que no comercian en línea exportan, en promedio, a tan solo dos o tres mercados.
No obstante, todavía queda un largo camino por recorrer: apenas el 2% del comercio minorista total se realiza por vía electrónica en ALC, muchísimo menos de lo que ocurre en otras regiones, como Europa y América del Norte donde el promedio fluctúa entre el 7% y el 8.7%. Esto obstaculiza nuestra capacidad de abrir nuevos mercados.
La región necesita entender los fundamentos detrás de este fenómeno para aprovechar la revolución digital del comercio. Necesita más inversiones en infraestructura de telecomunicaciones, gobiernos más transparentes y digitales, mejores marcos regulatorios y de políticas, e invertir más en talento humano.
Estamos avanzando en la dirección correcta. Un mayor número de administraciones de aduanas funciona ahora en plataformas digitales; nuestros puertos están empezando a explotar los macrodatos para reducir sus costos; y los exportadores e importadores pueden realizar sus trámites de exportación a través de ventanillas únicas electrónicas de comercio exterior.
… y está más fragmentado (pero es más global)
La segunda gran tendencia, relacionada con la digitalización, es la fragmentación de los procesos productivos, tanto horizontal como verticalmente. Hace algunas décadas, una empresa automotriz podía ser dueña de todos los insumos, desde las plantaciones de caucho hasta las ensambladoras de asientos. Probablemente, también manejaba la cadena de logística desde el punto de producción hasta el de distribución e, incluso, la venta minorista. Esto ya no es así.
Hoy en día, es más probable que los ingenieros trabajen en cubículos, coordinando una red inmensa de proveedores en varios países o continentes y no que recorran las plantas de producción. Para muchas empresas, ingresar a esa red de cadenas globales de valor es una cuestión de vida o muerte.
Formar parte de las cadenas globales de valor también representa una oportunidad para diversificar las exportaciones -una aspiración clave de los países de ALC, así como mejorar su participación en el comercio, aumentar la diversificación de su oferta de productos y conocer los últimos adelantos en materia de inteligencia comercial y tecnologías productivas.
Lamentablemente, ALC se encuentra rezagada en esta área tan crítica. Nuestras investigaciones en el BID demuestran que el comercio intraindustrial una buena proxy o variable aproximada de las cadenas globales de valor aumentó un 35% en América Latina y el Caribe entre 1985 y 2010, mientras que se duplicó en los países de la región de Asia-Pacífico en el mismo período. No sólo eso. Apenas el 15% del valor agregado extranjero utilizado en la producción de exportaciones en ALC proviene de otros países de la región, porcentaje que alcanza el 42% en Asia-Pacífico y 50% en Europa.
Al brindar apoyo operativo a los países de la región, siempre pensamos cuál es el mejor modo de ayudar a los gobiernos a diseñar políticas que ayuden a las firmas para que aprovechen la revolución digital y se integren a las cadenas globales de valor. Creemos que este es el camino para que América Latina y el Caribe pueda exportar más bienes y servicios y con más valor agregado.
El productor de galletas de quinua puede adquirir su materia prima de un productor rural de Ocola, en el sur de Bolivia, comprar sus hornos en Shanghái, sus máquinas empaquetadoras en Milán, y obtener su certificación orgánica en un laboratorio del norte del estado de Nueva York, conectándose al mismo tiempo con potenciales clientes a través de ferias comerciales como LACFlavors, así como con plataformas digitales de empresarios como ConnectAmericas. Los consumidores que buscan alimentos saludables estarán dispuestos a pagar un sobreprecio por dichos productos. Bolivia pasaría de exportar semillas de quinua a producir algo mucho más valioso.
En una segunda entrega de esta serie hablaremos sobre la facilitación del comercio y la logística; en una tercera sobre la promoción de las exportaciones; y en la cuarta, sobre los acuerdos comerciales y las instituciones de comercio exterior.
Fuente: BID