Antes de la crisis financiera de 2008, la mayoría de los gobiernos carecía de un marco institucional adecuado para discutir las políticas financieras. Mientras que los bancos centrales se centraban en la política monetaria, en general utilizando las tasas de interés para influir en la inflación y el producto, creyendo que ese enfoque garantizaba la estabilidad económica; cuando se trataba de la política financiera, se tendía a confiar en la mano invisible del libre mercado.
La crisis financiera puso fin a esta manera de abordar las cosas. Al fin y al cabo, la crisis de 2008 no fue una crisis de política monetaria sino de política financiera. Es decir, fue una crisis de crédito fácil, instituciones con un alto grado de apalancamiento y una falta general de supervisión y regulación en los sectores bancario y financiero.
Asignación de las responsabilidades
Como consecuencia, los gobiernos, junto con sus bancos centrales, empezaron a reflexionar sobre su manera de pensar la política financiera. En algunos casos, esto llevó a asignar la responsabilidad de la política monetaria y financiera a autoridades diferentes. También había que asegurar que cada autoridad tuviera diferentes instrumentos para proporcionar estabilidad en sus respectivas jurisdicciones. Actualmente, la Junta de Gobernadores del Sistema de la Reserva Federal de Estados Unidos se propone lograr sus objetivos de política monetaria, precios estables y pleno empleo mediante su uso de la tasa de interés. Sin embargo, otra institución, conocida como el Consejo de Supervisión de Estabilidad Financiera, se ocupa de la política financiera. Otros países, entre los cuales se encuentran Chile, México y Japón, han establecido sistemas similares.
Entretanto, el Reino Unido y la Unión Europea han creado un comité separado en sus bancos centrales para tratar cuestiones de política financiera. Y Corea, Noruega y Suecia, entre otros, han contraído compromisos explícitos para gestionar la estabilidad financiera a través de sus bancos centrales.
Un aspecto clave es que, si bien la política monetaria influye en la política financiera y viceversa, los responsables de las políticas deben tener el mismo objetivo, la estabilidad monetaria y financiera, pero contar con diferentes instrumentos en cada ámbito. Esto significa que la política monetaria debería centrarse en lidiar con la inflación a través de las tasas de interés. Y la política financiera debería concentrarse, entre otras cosas, en asegurar que los bancos puedan proporcionar crédito cuando el sistema financiero se enfrenta a un shock negativo y carece de liquidez.
Los peores sistemas utilizan sólo la tasa de interés
En un documento reciente, se mostró las ventajas y los problemas potenciales de cada uno de los tres enfoques actualmente empleados. Se mostró que los peores sistemas son aquellos que emplean la tasa de interés como su único instrumento, a la vez que se centran exclusivamente en la inflación. Esto se debe a que utilizar sólo la tasa de interés puede tener consecuencias no deseadas sobre el sistema financiero. Y cuando no se tienen en cuenta esas consecuencias, aumentan las probabilidades de que se agudicen las vulnerabilidades de un sistema financiero ya de por sí frágil.
Un escenario intermedio tiene en cuenta tanto los aspectos de la inflación como los financieros, pero sigue aplicando únicamente la tasa de interés como su único instrumento. Esto significa una mejora en relación con el escenario anterior porque tiene en cuenta el impacto de la tasa de interés en el sistema financiero. Sin embargo, al limitarse a ese único instrumento, las autoridades se arriesgan a repercusiones negativas en la política monetaria y financiera. Por ejemplo, puede que bajen las tasas de interés para estimular la economía pero, en el proceso, se genere un auge del crédito que provoque una peligrosa burbuja.
El escenario ideal
El escenario ideal requiere utilizar diferentes instrumentos para la política monetaria y financiera con el fin de controlar las repercusiones de una en la otra. También significa asegurar que autoridades diferentes compartan el mismo objetivo. Lo que se debería evitar es una situación en la que el Banco Central intenta minimizar las variaciones en la inflación y la tasa de interés, mientras que la autoridad financiera intenta minimizar las variaciones en el diferencial de la tasa de interés y sus instrumentos financieros. Al contrario, las diferentes autoridades deberían trabajar en aras del objetivo común de minimizar las variaciones en ambos ámbitos.
La crisis financiera nos dejó numerosas lecciones, incluida la lección vitalmente importante de prestar especial atención al sistema financiero. Esto implica utilizar diferentes instrumentos, más allá de la tasa de interés, para abordar cuestiones de política financiera. Y significa asegurar que las diferentes autoridades, con diferentes instrumentos, colaboren unas con otras para lograr objetivos comunes.
Fuente: BID